Los Estados Unidos temían un ataque masivo de Israel contra Irán
Obama junto a Netanyahu en Israel.
AFP
Los Estados Unidos temían un ataque masivo de Israel contra Irán

Guerra de espías por Irán I: "¿Por qué Netanyahu estaba seguro de que los americanos lo espiaban?"

Nuevos detalles sobre cómo Israel y los Estados Unidos, dos antiguos aliados, se encontraban alternadamente, combatiendo uno al lado del otro, y uno contra el otro.

Ronen Bergman |
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Tamir Pardo se encaminó con cierto temor a la oficina, preguntándose qué significaba la apresurada invitación que había recibido. Si bien en ese momento era jefe del Mosad, y en su pasado había enfrentado un sinnúmero de situaciones peligrosas, esta no era una de ellas. Pardo no estaba en una misión secreta destinado en un país árabe, sino en Washington, la capital del gran amigo de Israel, en una época de cooperación sin precedentes en Inteligencia. Era una visita demasiado rutinaria – actualizaciones, intercambio de información, instrucciones recíprocas, apretones de manos y palmadas – hasta esa conversación telefónica.
“Diane Fainstein pide que vayas a su oficina”.
Fainstein, una veterana y conocida senadora demócrata, es considerada una notoria pro-israelí. Era marzo de 2012; el presidente Obama estaba en su cúspide y Fainstein tenía uno de los sensibles cargos claves de su gobierno, presidente de la comisión de Inteligencia del Senado. Y si Fainstein lo pide, no se le dice “no”.
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Los Estados Unidos temían un ataque masivo de Israel contra Irán
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Los Estados Unidos temían un ataque masivo de Israel contra Irán
(AFP)
Más tarde Pardo informaría al primer ministro Netanyahu y a agentes de la comunidad de Inteligencia, lo que había ocurrido en el despacho: Fainstein exigía saber por qué la brigada 35 de las FDI – en Israel simplemente se la llama “los paracaidistas” – realizaba extensas maniobras de combate, y si eso estaba vinculado con la preparación de un posible ataque de Israel en Irán. Y señaló algo más: que los americanos tienen fotografías satelitales detalladas de todo eso.
El sorprendido Pardo respondió que no tiene idea, que él es el jefe del Mosad, y que los comandantes de las brigadas de las FDI no acostumbran a consultarle antes de ese tipo de ejercicios. Pero en Israel aprendieron de esa conversación dos cosas importantes: una, que los americanos realmente temen que Israel ataque las instalaciones nucleares de Irán; y la segunda, que EE.UU. invierte en recursos y activa medios de Inteligencia significativos, para intentar descubrir si es así y cuándo “nuestros amigos del Medio Oriente” se proponen salir a ese ataque.
El encuentro en Washington tuvo lugar precisamente en una época cumbre de cooperación en Inteligencia entre Israel y los EE.UU. y después de que, según fuentes extranjeras, ambos países salieran a una operación primera en su tipo, llamada “Juegos Olímpicos”. La misma, según las publicaciones, comprendía la infiltración de virus informáticos destructivos a las computadoras de control que dominaban las centrífugas iraníes, dañando severamente su funcionamiento.
Pero operaciones de Inteligencia puntuales es una cosa, y otra, es un ataque israelí masivo a Irán. Los americanos, que temían que una embestida así podría complicar a los Estados Unidos en una guerra en la que realmente no están interesados, hicieron grandes esfuerzos para coartar a Israel en sus planes de ataque. Desde comienzos de 2012, la Inteligencia americana detectó muchas señales que indicaban que esta vez las intenciones de Israel eran serias. El principal motivo de que fuera en esa oportunidad era que la mayor parte de las fuerzas americanas se retiraban de Irak, el país que deberían sobrevolar los aviones israelíes rumbo al bombardeo. Si el espacio aéreo ya no está bajo dominio americano, los israelíes tienen un dolor menos de cabeza.
En noviembre de ese mismo año, se llevaron a cabo las elecciones en los EE.UU., y el guión de terror de Obama era que un momento antes, Netanyahu lo arrastre a una especie de Vietnam propio. Daniel Shapiro, el embajador americano en Tel Aviv, incluso afirmó que un paso así, “giraría la mano del presidente Obama”: el presidente, que temerá mostrarse como alguien que no es libre de ayudar a Israel en momentos de penuria, lo que haría peligrar el voto judío, estaría obligado a intervenir en la guerra – y pagaría por ello en las urnas. “Hemos recibido información de que el ataque está en camino, que en un momento los aviones calentarán motores sobre las pistas”, contó una muy alta fuente del gobierno americano en ese momento, en una conversación que tuvimos hace aproximadamente un mes. Según la fuente, la secretaria de Estado de ese entonces, Hillary Clinton, pasó “largas horas” en conversaciones con Netanyahu y Barak, intentando explicarles que “Estados Unidos no estará a vuestro lado en caso de que empiece una guerra como consecuencia de este erróneo e inútil ataque”.
Paralelamente, se incrementaron los esfuerzos de espionaje de los EE.UU. tras los preparativos, tanto que Netanyahu activó sus propios recursos extremos para su preservación. Su temor no estaba alejado de la realidad: en el mismo verano de 2012, satélites espías americanos descubrieron flotillas de aviones israelíes que realizaron lo que parecían preparativos previos al ataque. Según la publicación del “New York Times”, satélites espías americanos también observaron aviones no tripulados despegando de bases secretas en Azerbaiyán hacia Irán y fotografiando las instalaciones nucleares y defensas aéreas que las mantienen cubiertas.
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John Kerry y Daniel Shapiro en Israel
John Kerry y Daniel Shapiro en Israel
John Kerry y Daniel Shapiro en Israel
(AFP)
Altos funcionarios americanos, que conversaron últimamente con el periodista Mark Mazzetti y conmigo, en el marco de un nota que preparamos para el “New York Times”, cuentan que la presión americana era tan grande, que el asesor de Seguridad Nacional, Tom Donilon, convocó a una reunión de dos días seguidos en la Casa Blanca, con todos los altos funcionarios de Inteligencia y del Ejército americano, para prepararse ante una posibilidad de guerra. En paralelo, el general James Mattis, jefe del Comando Central – CentCom – (y posteriormente Secretario de Defensa), insistió ante la CIA que se intente localizar a los lanzacohetes iraníes. Mattis entendía que si iba a verse arrastrado a una guerra con Irán, esos lanzacohetes, desde los cuales se disparará fuego sobre Israel y quizás sobre objetivos americanos en la zona, se convertirán en el primer blanco del ejército de los EE.UU.
Mientras tanto, más y más grietas comenzaron a revelarse en el idilio que reinaba entre los EE.UU. e Israel. Dos altos funcionarios americanos trataron de crear un canal secreto de diálogo con Teherán. Ambos, el ex sub secretario de Estado Thomas Pickering y el ex secretario de Defensa William Perry, le expresaron a los iraníes que en su opinión, “la confrontación entre Irán y los EE.UU. es irreal, Estados Unidos no tiene ese interés contra Irán. Hay aquí una guerra creada de algo inútil y hay que encontrar la forma de resolverlo”.
En Israel vieron esto como una señal de mal agüero para la disposición americana a una negociación con Irán. Y ciertamente, EE.UU. comenzó a sus espaldas conversaciones secretas con Irán, en Mascate, capital de Omán. Estas conversaciones, finalmente llevarían a la firma del acuerdo nuclear.
Cuando la Inteligencia israelí descubrió las conversaciones secretas, la ofensa fue grave. Jacob Amidror, asesor de Seguridad nacional en aquel momento expresó: “Llevamos una relación abierta y sincera con los americanos. Todo funcionaba de manera excelente, hasta que supimos que ellos nos ocultan cosas y nos engañan. Algunos trataron de negar sin negar. En síntesis, nos vendieron”.
En Israel surgió una discusión: ¿Qué se hace con la información sobre el canal secreto de conversaciones? La opción de filtrar la historia y afectar a Obama en vísperas de las elecciones, se tomó en cuenta. “Pero a pesar de que ellos nos engañaron”, manifiesta Amidror, “decidimos no filtrar eso. No perjudicamos a los americanos por la espalda. Estos, por su parte, continuaron actuando todo el tiempo, en todos los canales, en secreto y abiertamente. El objetivo era uno: Impedir que Israel atacara o por lo menos postergarlo hasta después de las elecciones. O como lo presentó el presidente Obama ilustrativamente ante el ministro de Seguridad de entonces, Ehud Barak: “Es un poco como la situación en que te peleas con el bravucón del barrio. Estás solo. Tu amigo más grande justo no está. Y no podrás vencer al matón, sino cuanto mucho, causarle un moretón en el ojo. ¿Por qué no esperar hasta la tarde? Entonces llegará el amigo mayor y terminará el asunto”.
Sólo ahora, siete años más tarde, se revelan nuevos detalles sobre el drama que se desarrollaba detrás de bambalinas en aquellos años, y cómo Israel y los EE.UU., dos antiguos aliados, se encontraban alternadamente, combatiendo uno al lado del otro, y uno contra el otro. Y todo alrededor de una sola cuestión decisiva, que sigue vigente hoy: ¿Israel debe atacar a Irán? Si la respuesta es sí, entonces ¿cuándo?

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