La peregrinación a la tumba de Rabi Shimon Bar Yojai (Rashbi) en la ciudad de Merón, una tradición de 900 años que marca el inicio de la festividad de Lag BaOmer, en el contexto del coronavirus se desarrolló este lunes bajo estrictas pautas de distanciamiento social.
Solamente tres rabinos, cada uno en compañía de otras 49 personas, encendieron las fogatas tradicionales de la fiesta judía. Divididos en turnos, uno de ellos representó al sector ortodoxo ashkenazí, otro al judaísmo sefaradí y el tercero al sionismo religioso.
Es decir que en total asistieron 150 personas a una ceremonia que suele reunir a cientos de miles, lo que convirtió a la tumba de Rashbi en el segundo sitio religioso más visitado de Israel, solamente detrás del Muro de los Lamentos.
En el resto del país se desarrolló un extenso operativo de seguridad que incluyó a la policía y los bomberos, con el objetivo de evitar aglomeraciones de personas que se reunieran para celebrar Lag BaOmer.
Si bien en líneas generales las autoridades indicaron que la ciudadanía cumplió con las pautas impuestas para evitar la propagación del COVID-19, en las horas previas al inicio de la festividad se monitoreó desde el aire el cumplimiento de estas medidas y gracias a eso se destruyeron estructuras de grandes fogatas listas para ser encendidas.
Además en Meha Shearim, barrio ultraortodoxo de Jerusalem, brigadas especiales de la policía debieron evacuar una celebración que reunió a cientos de personas alrededor de un inmenso fuego encendido en la vía pública.
En Beit Shemesh también se registraron infracciones de este tipo, mientras que en Bnei Brak el municipio optó por una solución creativa: una “fogata móvil” se paseó por la ciudad para que los residentes puedan mantener la tradición de la festividad desde el balcón de sus casas.