Durante años, Michal, una madre soltera de Be'er Sheva, logró mantener a sus tres hijos ella misma. Nunca ha sido fácil, pero con mucho trabajo pudo hacerlo. Antes del coronavirus se desempeñó como cuidadora de personas mayores, pero en los últimos meses su trabajo ha disminuido y ha tenido necesidades económicas.
Hoy, poco más de una semana antes de la celebración del año nuevo judío, sabe que pasará una fiestas tristes. "El año pasado, Rosh Hashaná fue muy bueno, no nos faltó nada. Había una mesa llena, teníamos de todo", dice. "Es una sensación muy desagradable atravesar una situación como esta. Si no hubiera sido por la pandemia, todo habría estado bien”, agrega.
En los últimos meses, ha acumulado deudas de miles de shekels. "No siempre puedo permitirme comprar comida", cuenta. "Me cuesta soportar que a veces los niños se quejen de que no hay nada para comer. Yo compro cosas básicas como leche y queso amarillo, pero también necesitamos algo más. Hoy vas al supermercado y por 200 shekels no traes nada a casa. La vida aquí es cara", añade.
Michal no es la única. Muchas familias en el país aún no saben si celebrarán la festividad este año o, si lo hacen, cómo lo harán. "Hay un aumento significativo de consultas", señala Adi Egozi, directora del área central de la organización ‘Latet’ (‘Dar’). Durante la pandemia, los pedidos a la agrupación se han incrementado, pero en el último mes se produjo un aumento del 86% en las solicitudes de ayuda alimentaria en comparación con este período del año pasado. "Recibimos muchas consultas, y no necesariamente de poblaciones que solían acercarse a nosotros, como personas mayores, sobrevivientes del Holocausto y nuevos inmigrantes. Tenemos un temor real de que la necesidad de asistencia crezca aún más hacia el invierno", advierte Egozi.
Antes del coronavirus, Levaiev trabajó en un hogar de ancianos. En febrero de este año, cuando se desató el brote de COVID-19 en el país, sufrió un derrame cerebral y se vio obligado a dejar de trabajar. En los últimos meses, ha intentado reintegrarse al mercado laboral, aunque sin éxito. “Nuestra situación económica se ha deteriorado y vivimos de la ayuda de la Seguridad Social. Estoy buscando trabajo. He ido a casi todas las tiendas y supermercados, y no hay demanda de empleados. Para comprar alimentos necesito ayuda de organizaciones sin fines de lucro. Nos traen lo básico, pero no es suficiente. Somos seis personas en casa, no es fácil”, afirma.
"Durante este período el año pasado, mi negocio había progresado", cuenta Yagel Schwartz, que reside con su mujer, Yael, y sus cinco hijos en el moshav Nov, en los Altos del Golán. "Hubo crecimiento y un flujo de clientes. Fue el comienzo de un buen año. Pero este año inicia con una incertidumbre terrible. No tenemos idea de lo que sucederá. Sólo sé que es imposible seguir así", dice preocupado.
Hace ocho años, a Yagel y Yael les nació una niña con un defecto cardíaco muy severo, y después de atravesar un largo período en los hospitales, Yagel perdió su trabajo, por lo que decidió trabajar de manera autónoma. Tiempo después montó ‘Tzlilei Hamuzika’ (‘Sonidos de la Música’), un negocio de amplificación e iluminación para eventos, una de las áreas más golpeadas por la crisis sanitaria.
"Pertenezco al sector que fue el primero en cerrar y será el último en abrir”, dice. “Me tomó mucho tiempo montar el negocio, pero al final logré hacerlo y obtener ganancias suficientes. Podía decir con orgullo que mantenía a mi familia, y de repente llegó el coronavirus y destruyó todo. Trato de no protestar y trabajar en lo que puedo, pero no logro obtener el sustento necesario para toda mi familia. Es una sensación horrible", agrega angustiado.