Sinaí David, un residente de Ashdod de 28 años, se encontraba esta mañana con la televisión prendida sin saber cuándo podría regresar al trabajo. “Nos despertamos con las alarmas y corrimos hacia el comandante. Media hora más tarde recibimos un mensaje diciendo que no fuéramos a trabajar por los problemas de seguridad. Desde entonces he estado en casa viendo las noticias y realmente espero que termine rápido y no se convierta en algo más serio”, explica.
Alrededor de las 15.00, en un breve descanso de las alarmas, algunos de los residentes intentaron salir y hacer algunas compras. Fueron los primeros compradores luego de una ola a las 07.00 apurada por comprar comida para un largo rato. Asimismo, muchos compraron boletos de lotería, pensando que si es un día difícil tal vez termine con suerte.
Daniel, de 26 años, contó a Ynet que decidió comprar algunas verduras en un mercado local: “Quería comprar comida para los próximos días. Vivo acá desde hace años, y es algo normal. Espero que todo esté bien y que el gobierno haga lo que debe hacer”.
Asimismo, afirmó que apenas escuchó de la operación de la mañana en Gaza, supo que todo cambiaría. “Cuando hay una liquidación, sabes que habrá algo, que habrá problemas”, remarcó.
El verdulero Moti Weizman sostuvo que no pensó dos veces en abrir su tienda esta mañana. “Debemos continuar con la rutina, no dejar que la situación nos asuste. Creemos que el gobierno solucionará el problema. El asunto principal es que los niños no queden traumados. Los adultos nos hemos adaptado”, afirmó.
Los viejos residentes de la ciudad están acostumbrados a esto, y para ellos es una forma de rutina. El folklore en torno a los enfrentamientos incluye chistes por WhatsApp, videos de la Cúpula de Hierro, e historias de cómo una casa casi es impactada.
Por la mañana, un cohete cayó en un área abierta a 200 metros de un edificio. Los residentes se acercaron al lugar del impacto y tomaron fotografías.
Al anochecer, comentaristas militares afirman que el siguiente ataque ocurrirá antes de las 20.00.
“Todo está vacío, no hay tráfico, usualmente hay mucha más gente. Pero lentamente las personas están regresando a la vida cotidiana como si no hubiera habido alarmas. Vivo en Ashdod y experimentamos esto todo el tiempo. Habrá tranquilidad”, asegura Shai Bezov, dueño de un negocio.
En el bar Matilda, se realiza una consulta. Se suponía que habría una fiesta para celebrar su quinto año desde su formación, pero no es claro si se realizará. “Estuvimos anunciando la celebración durante semanas, pero desafortunadamente llegó la escalada. Aunque estamos acostumbrados a esto, cancelamos la gran fiesta y tal vez tengamos una jornada normal. Pero aún no me decido. Como no tenemos tropas aquí, no quiero arriesgar a nadie”, afirma Arthur Khachaturian, uno de los dueños.
