Porque necesitan el dinero, porque no pueden interrumpir sus tareas, o porque no tienen miedo. El lanzamiento masivo de cohetes desde Gaza alteró la rutina del miércoles en Ashkelon, pero algunos ciudadanos de todas formas asistieron a trabajar y brindaron su testimonio a Ynet.
"Soy un trabajador independiente y nadie puede pagarme la pérdida de dinero si no vengo", explica Dotan Barkat, propietario de una gomería que decidió asistir al trabajo pese a las recomendaciones de las autoridades. "Les dije a mis empleados que podían no venir, pero ellos también están aquí", completó el hombre.
El viaje de Dotan hasta su local no fue fácil ya que durante la mañana en varias oportunidades debió refugiarse por las alarmas. "Trabajo a pesar del miedo", admite, pero argumenta que tiene "hijos que necesitan ser alimentados". Además, asegura que soporta preocupaciones peores: "Mi hija trabaja en la policía de Sderot, como padre estoy más asustado por ella que por mí."
Algunos comerciantes vecinos de Dotan decidieron no abrir sus locales ya que en esa zona de la ciudad no hay espacios para protegerse. "Es un área que solía ser golpeada por misiles", cuenta y rememora que en una oportunidad fue el primero en asistir a un niño de 13 años que resultó gravemente herido junto a su gomería.
Los comerciantes que deciden abrir sus locales pese a los cohetes que caen en la ciudad corren especial riesgo cuando se dirigen desde sus hogares hacia el trabajo. Pero otros están permanentemente expuestos en la vía pública. Uno de ellos es Prosper Ivgi, un taxista de 69 años que sale a la calle pese a todo. "Los taxis tienen gastos fijos, tengo que recaudar ese mínimo y volver a casa, porque no creo que el Estado lo me pague", manifiesta.
"Si viajo con pasajeros y suenan las alarmas, trato de encontrarles un lugar en donde puedan esconderse. No siempre tengo tiempo para buscar un lugar para mí, pero me importa más la seguridad de los pasajeros", asegura.
Alon Ovadia, de 70 años, es colega de Prosper y no duda en subirse al auto en jornadas como las del miércoles. "Pueden caer 100 misiles que no voy a tener miedo. Pasé por suficientes guerras, unas 20 veces vi la muerte desde cerca", manifiesta, y al mismo tiempo se queja de la baja clientela: "Estuve durante una hora y media sin trabajo, la mayoría de la gente se quedó en su casa".
También sobre ruedas, Haim Hakimian y Amos Nissim son empleados de transporte de una cooperativa de lácteos. Ambos acreditan con mucha experiencia en ruta a lo largo del país, y entre las zonas que visitan habitualmente están las localidades lindantes a la Franja de Gaza. En sus casos no tienen opción: son considerados trabajadores esenciales por suministrar productos a hospitales y hogares de ancianos.
"No hay nada que hacer, hay que brindar el servicio. Vamos a todas partes y seguiremos llegando, porque es importante el abastecimiento en la zona", explican los empleados con 14 años de experiencia en los que atravesaron muchas situaciones de este tipo. "Nos sentimos comprometidos, y mientras dependa de nosotros lo seguiremos haciendo", indican.