Unas 50 personas murieron asesinadas a tiros, siete fueron apuñaladas, cuatro fueron asesinadas por artefactos explosivos y dos fueron quemadas hasta la muerte. La mayoría eran transeúntes inocentes que pasaron cerca de peleas callejeras o fueron asesinados adentro de sus propias casas.
Esta nota de Ynet recoge sus historias, el dolor que siguió a sus muertes y las esperanzas de que disminuya la violencia que afecta a las comunidades árabes en Israel.
"Ha pasado un mes desde que mi hija fue asesinada y la investigación no ha ido a ninguna parte", señaló Badiya, la madre de Johara Khnifes, una activista social drusa que fue asesinada por un artefacto explosivo colocado en su automóvil en junio pasado.
"La policía me dice que han puesto la investigación en la más alta prioridad y quiero creerles, pero no hemos escuchado nada nuevo de ellos", acota Gadiya. "Somos una familia buena y amante de la paz –agregó–, quería que mi hija se quedara cerca de nosotros, pero la perdimos y el dolor nos ha envuelto. A veces entro en su habitación y recojo sus telas y lloro por ella y por su pérdida.".
"Apenas volví a trabajar la semana pasada, y estoy tratando de adaptarme a la vida y seguir adelante como si mi hija todavía estuviera viva", añade.
"Lamentablemente, nos despertamos con más noticias de violencia cada día. Todos debemos unirnos. La responsabilidad recae en todos nosotros porque como sociedad merecemos tener una vida mejor", opinó Badiya.
El hijo de Wajdi, Ali Fakhouri, tenía 16 años cuando fue asesinado a tiros el mes pasado, junto con su primo cerca de Nazaret. "No quiero nada de los asesinos. Dios los castigará. Sólo quiero saber por qué mataron a mi hijo", señala Wajdi.
"Desde la muerte de Ali estamos en un gran dolor. Caminar por la casa o salir de casa sin él es duro y rompemos a llorar", agrega. "Mi madre no puede dejar de llorar por su nieto. No sé cuándo terminará esta ola de crímenes y podremos vivir nuestras vidas con seguridad", se pregunta Wadi.
Amar Khujirat murió en fuego cruzado cerca de su casa en enero pasado, cuando pandillas rivales lucharon por la arena robada para la construcción. "Desde la muerte de Amar, no he trabajado", dice su padre Mohammad. "Tengo que quedarme con mi esposa y mis hijos, que no pueden creer que Amar no regresará a casa", señala.
"Cuando salgo de casa con otro de mis hijos, me aterra que él también esté en peligro y trato de protegerlo con mi cuerpo de cualquier posible bala", cuenta.
"Tuvimos a Amar después de 17 años de matrimonio y lo perdimos en segundos", dice. "Trato de devolverle a mi familia una sensación de seguridad y cualquier otra cosa que necesite", agrega. "Hago responsable a la policía del crimen y la violencia. Deberían haber confiscado las armas. Ese era su trabajo", señala.
"Lamento que algunos abogados hayan optado por defender a los criminales incluso cuando se prueban sus crímenes, como si dijeran: sigan asesinando personas, los representaremos", opina el padre de Amar.
Issa Abu al-Kiyan tenía 12 años cuando resultó gravemente herido en un incendio, aguantó durante semanas y luego murió a causa de las heridas y las quemaduras. Había trabajado en una tienda de telefonía móvil incendiada en una disputa, Issa no tenía nada que ver. "He perdonado a la familia responsable", cuenta Najah, su padre. "Dejo el asunto a la policía, para llevar a los asesinos ante la justicia", añade.
"Me senté junto a la cama de hospital de Issa durante 55 días. Una vez se despertó, tomó un trago de agua y me habló de lo que pasó. Estábamos felices de verlo de vuelta a la vida, pero lamentablemente luego murió", contó.
"Es difícil sin él. vivir ya no es normal y lo pedimos todos los días y en todas partes", señala. "Hago un llamado a todos para que pongan fin a esta violencia, resuelvan las disputas pacíficamente para prevenir el dolor y el sufrimiento", pidió Najah.
Razan Abbas salió de su habitación cuando una bala le quitó la vida, en marzo pasado. Tenía tan sólo 17 años. Las familias en guerra intercambiaron disparos y una bala perdida entró en la casa de su familia. "Nadie puede imaginar la magnitud de nuestro dolor, sino aquellos que han perdido a un hijo o hija por asesinato", dice el padre Abbas.
"Fue asesinada a sangre fría sin tener culpa de nada. Ahora estamos tratando de volver a vivir, pero no podemos olvidar a nuestra amada hija", cuenta.
"Incluso después de nuestra tragedia, de la que se habló ampliamente, el tiroteo que amenaza a otros todavía está ocurriendo en las comunidades árabes, y es triste que la gente no aprenda de esos errores, y en su lugar continúen disparando sus armas y lastimando a otros", agrega.
"Debemos cooperar para poner fin a esto denunciando a la policía de cualquier persona que porte un arma y lastime a personas inocentes. Estas armas les quitaron a Razan todas las cosas felices que tenía que esperar", dice.