Sudamérica es un destino muy popular para turistas israelíes, y el cierre masivo de aeropuertos por la crisis del coronavirus sorprendió a muchos jóvenes lejos de sus casas y con serias dificultades para regresar.
Solamente de Perú la aerolínea nacional El Al rescató a 600, y otros tantos hicieron esfuerzos logísticos y económicos muy importantes para regresar desde Brasil, Colombia, Chile o Costa Rica. Se estima que en Argentina todavía hay un grupo de 300 personas buscando una solución, en permanentes tratativas con la embajada de Israel. Y como ellos existen decenas de historias que esperan una resolución.
Para quienes continúan varados en Ecuador el regreso a casa es especialmente difícil debido a una alta tasa de contagio del COVID-19 y a las fuertes restricciones del gobierno local, que incluyen un toque de queda diario a partir de las 14 horas y la posibilidad cierta de una detención en plena vía pública.
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Las calles de Cuenca desiertas durante el toque de queda que comienza cada día a las 14 horas.
(Gentileza)
Tali Akuka es una periodista que permanece junto a su pareja Andrey en Cuenca, a 460 kilómetros de Quito y del único aeropuerto internacional que permanece abierto. “Aunque hubiera un vuelo para nosotros, no podemos llegar a Quito”, explica sobre las dificultades de trasladarse sin un motivo convincente para las autoridades locales, en el contexto de fronteras provinciales cerradas y sin un boleto de avión para exhibir ante un puesto policial.
Además, la única vía de traslado hasta la capital es a través de vehículos clandestinos “que cobran entre 300 y 500 dólares el viaje”. Una situación similar padece Shir, una joven que ya está en la capital ecuatoriana pero de todas formas no pudo regresar; Josheph, quien viajó a visitar a su abuela de Santo Domingo antes de comenzar su servicio en las FDI el próximo 20 de abril; y al menos otros tres israelíes que están en contacto permanente desde Montañitas.
Aún si decidieran pagar esa suma, Tali y Andrey deberían transitar la capital ecuatoriana hasta buscar un alojamiento que los reciba o, como medida extrema, instalarse en el aeropuerto y convivir con los peligros sanitarios de compartir espacios con personas de todo el mundo, la principal vía de propagación del virus.
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La incertidumbre de Joshep: viajó a visitar a su abuela, no puede volver y el 20 de abril debería alistarse en las FDI.
(Gentileza)
Por eso este grupo de israelíes decidió que lo más prudente es quedarse en donde están. Por seguridad personal ya que pueden ser detenidos camino a Quito, por el alto costo de estos viajes clandestinos y fundamentalmente para evitar contagiarse del virus. “Regresar en este momento es inviable, lo que necesitamos de la embajada es otro tipo de apoyo para atravesar estos días acá”, resumió Tali sobre los contactos que entabló este grupo con las autoridades consulares.
En medio de estas gestiones y a la espera de soluciones, al mal tiempo Tali y Andrey le pusieron buena cara: junto a Sergio Torregrosa, un periodista argentino que atraviesa una situación similar, crearon un proyecto comunicacional. “Encoronados, crónicas desde la pandemia” se transmite todos los días a través de la cuenta de Facebook personal de Tali Akuka.
“El objetivo es entretener a la comunidad de Cuenca en medio de tanta tristeza y ayudar a los emprendimientos locales que trabajan con delivery”, describen, y al mismo tiempo aprovechan cada programa para agradecer al dueño del hotel Casa del Águila que los aloja durante esta contingencia. “Nos cobra una estadía mínima y nos permitió consumir toda la comida que tenía en el depósito del hotel”, agradecen nuevamente.
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La pareja israelí y el periodista argentino promocionando un emprendimiento de delivery de Cuenca.
(Gentileza)
