Para llegar al poder, todos los integrantes del nuevo gobierno de Israel -muy variado en todos los sentidos- debieron dejar de lado intereses. Confabular a ochos partidos con grandísimas diferencias entre sí, que van desde la izquierda hasta la derecha nacionalista, pasando por el centro e incluso por el islamismo; no fue tarea sencilla. No obstante, un gran objetivo en común llevó a todas y cada una de las facciones políticas a hacer concesiones: destronar a Benjamín Netanyahu.
Uno de los partidos que forma parte de la coalición que, tras 12 años, logró arrebatarle el poder al líder del Likud es Meretz. En las últimas elecciones, esta facción sionista de izquierda, que aboga por la solución efectiva de dos Estados para dos pueblos y rechaza lo que llama la colonización israelí, obtuvo 6 bancas y decidió unirse al bloque liderado por Naftali Bennett, designado primer ministro, y Yair Lapid, principal figura de Yesh Atid.
En ese sentido, Darío Teitelbaum, nacido en Argentina y actual secretario general de la Unión Mundial de Meretz, que coordina el trabajo político del partido fuera del país, ofrece, en conversación con Ynet Español, su punto de vista sobre los principales desafíos del nuevo gobierno y los posibles obstáculos que podrían presentársele. Además, da su opinión sobre Bennett y explica los roles que tendrán las mujeres y el partido árabe Raam en la conducción del país.
-¿Qué fue lo que llevó a ocho partidos con grandes diferencias ideológicas a conformar una coalición con estas características? ¿Qué puntos en común se antepusieron?
-Si bien ideológicamente no hay puntos en común, sí los hubo en otros temas. En primer lugar hay que decir que todos los partidos debieron romper promesas de campaña para conformar la coalición. Todos: desde el partido árabe Raam hasta el propio Naftali Bennett. En segundo término, todos los partidos tenían la certeza de que había que finalizar con el gobierno de Netanyahu, que se volvió cada vez más dañino y separatista para la sociedad, tanto en el discurso como en la legalidad. Entonces, creo que estos dos puntos en común los llevó a todos a estar dispuestos a pagar un altísimo precio político y formar un gobierno que nadie sabe cómo va a funcionar, que va a estar desafiado constantemente por la oposición, que tiene grandes contradicciones internas y que si se desintegra les causará a todos un gran daño político.
-En Twitter comentaste que no te gustó la denominación “unidad nacional” para la nueva coalición...
-Yo creo que es un gobierno que tiene una gran visión conjunta. Esas ideas de la unidad nacional me suenan un poco extrañas a nivel nacional y filosófico. Al fin y al cabo, a lo largo de la historia israelí hubo grandes gobiernos de unidad nacional que finalmente no hicieron nada. Por otro lado, hubo otros gobiernos que entendieron la coyuntura y lograron sacar adelante muchas cosas, como por ejemplo la economía israelí a mitad de los años 80, que estaba prácticamente destrozada. Entonces, no me cierra la expresión de unidad nacional. Sí es un gobierno con dos grandes desafíos. Uno ya lo cumplió, que era sacar a Netanyahu, quien nos estaba llevando al abismo político. El segundo es tratar de devolver a este país alguna clase de normalidad funcional. No se pueden emprender proyectos nacionales importantes dentro de la anomia. Por eso, en un primer momento, creo que las acciones de este gobierno no se van a ver reflejadas en grandilocuencia o en la creación de una nueva narrativa nacional. Por el contrario, primero que nada buscará separarse del legado político de Netanyahu y generar pequeños pasos que apunten hacia un gran cambio.
-Al ser una coalición tan diversa y amplia, ¿creés que la posibilidad de que el gobierno se desarme va a estar latente?
-Sí, es factible, principalmente porque se trata de política israelí y porque el gobierno deberá enfrentar muchos jueguitos de poder que existen dentro de la coalición misma, ya que cada uno de los partidos querrá demostrarle a su público que no abandonó la ideología. Es decir, nadie va a estar dispuesto a perder su línea política. Por eso, creo que va a haber escollos muy serios. Sobre proyectos de ley, decisiones ministeriales… Un primer desafío probablemente sea la relación con los palestinos. La semana pasada, como una de sus primeras medidas, el gobierno, por medio de su ministro de Salud Nitzan Horowitz, que viene de Meretz, aprobó pasar 1,2 millones de dosis de Pfizer para la vacunación inmediata en la Autoridad Palestina (finalmente fueron rechazadas). Estos gestos significan un cambio en la política gubernamental y un primer paso para restablecer las conversaciones con Ramallah.
-¿Qué opinión te merece la figura de Naftali Bennett? ¿Es el indicado para liderar la coalición?
-Bennett está en muchos sentidos a la derecha de Netanyahu, quien, justamente, tenía la capacidad de ser un político más pragmático. No obstante, y a pesar de que es un nacionalista y ha dicho cosas muy graves, tenemos una persona muy fuerte detrás de suyo, que es Yair Lapid (su partido Yesh Atid es el que tiene más bancas entre los que integran la coalición). Entonces, si bien es el primer ministro, Bennett no tiene peso parlamentario dentro de la propia coalición; su partido (Yamina) tiene siete mandatos, apenas uno más que Meretz. De este modo, no espero que lleve a cabo cambios extraordinarios. Yo creo que uno de los factores más importantes aquí va a ser el factor de tiempo. En tanto y en cuanto esta coalición logre mantenerse en el gobierno y logre hacer aquellos cambios que son el mínimo común denominador que la reúne, la figura de Netanyahu va a comenzar a perder gravitación dentro del escenario político. Primero, porque no está armado un ser humano para, después de 12 años como primer ministro, pasar a ser el jefe de la oposición. Segundo, porque está enjuiciado en tres grandes casos.
-¿Creés que Bennett va a estar condicionado constantemente por Yair Lapid?
-Sin ninguna duda, aunque el objetivo principal de Yair Lapid va a ser mantener la coalición, ya que si el gobierno aguanta dos años, entonces él se convertirá en primer ministro, que es su gran anhelo desde que entró en política hace 10 o 15 años. Por eso, va a hacer todas las concesiones que sean necesarias para poder cumplir su objetivo. Ahora bien, desde lo ideológico, tiene importantes compromisos con los israelíes que lo votaron. Debe mostrarse moderado y tiene un compromiso muy grande con la comunidad judía de Estados Unidos, principalmente por el reconocimiento pleno de las corrientes no ortodoxas. De este modo, Lapid buscará mantener la coalición, llegar a ser primer ministro y, desde ese lugar, en las próximas elecciones, colocarse a la cabeza de todo el bloque izquierdista. No solo al frente de un partido, sino como líder de un bloque entero.
-El nuevo gobierno cuenta con 27 figuras de la política israelí en los cargos ministeriales que lo componen, de las que 9 son mujeres, el mayor número en una administración en la historia del país. ¿Cómo puede repercutir esta variante?
-Yo creo que esto es revolucionario bajo todo concepto. Y no es casualidad que haya nueve ministras en un gobierno que no hay ortodoxos. Las mujeres ocuparon muchos lugares que dejaron los partidos ortodoxos, los cuales por leyes rabínicas solo pueden ser integrados por hombres. Ahora bien, hay grandes diferencias entre las nueve ministras. Por un lado, tenés a la nueva ministra del Interior, Ayelet Shaked (Yamina), formada en la derecha, conservadora y que durante el tiempo que se desempeñó como ministra de Justicia hizo todo lo posible para que el sistema sea más conservador, menos incisivo y que rechace leyes de la Knesset. Por otro lado, tenés a dos leonas como Tamar Zandberg (Meretz), nueva ministra de Protección del Medio Ambiente; y Merav Michaeli (Avodá), ministra de Transporte, quien durante mucho tiempo fue apartada por su posición feminista y que ahora se convirtió en una de las mujeres más importantes del país. De este modo, y a pesar de sus diferencias, creo que estas representantes van a colocar al movimiento feminista en particular, y a las mujeres en general, en un lugar absolutamente diferente. Espero que no tengamos retrocesos en ningún sentido, porque la importante representación femenina es uno de los grandes logros de este gobierno.
-¿Y cuál creés que va a ser el rol de Meretz dentro de la coalición?
-Meretz deberá hacer un rápido aprendizaje sobre cómo volver a ser gobierno. Después de 20 años de no estar en el poder, tendremos que hacer un click y dejar de comportarnos como oposición. En ese sentido, creo que Meretz va a tener el rol de niño malo del gobierno, ya que no va a abandonar sus causas ni sus motivos de existencia. Eso desde el lado discursivo y político. Desde el lado práctico, va a tratar de tomar acciones que respondan a su ideología. Ahora bien, hay que tener en cuenta que este no es un gobierno de centroizquierda ni mucho menos, es más que nada de derecha y centro. Entonces, habrá que ver qué tan flexible se puede ser. Yo siempre digo que Meretz es más reconocido como fuerza moral que como aparato político. Durante mucho tiempo, nuestra impronta no se vio reflejada en acciones gubernamentales, sino en la capacidad de influir sobre la sociedad en temas importantes. Por caso, Meretz fue el primer partido que habló de dos Estados para dos pueblos… Sin embargo, en este contexto, vamos a tener que ser más pragmáticos y alejarnos un poco de la retórica tradicional de la izquierda sionista, ya que los votantes, que nos dieron un gran voto de confianza en las últimas elecciones, demandan acciones concretas.
-Por último, ¿qué opinión te merece la inclusión de un partido árabe en la coalición? ¿Qué puede significar para los árabes israelíes?
-Yo primero que todo no quiero confundir, y no confundir significa decir que Raam es un partido islamista y, de cierta manera, representa a la derecha religiosa de la sociedad árabe en Israel. Ahora bien, decidió tomar un gran paso. Y no solamente discursivo, sino concreto y real. Levantar dedos en la Knesset por un gobierno que comienza con Bennett como primer ministro es un paso que requiere mucho valor. Entonces, creo que de cierta manera Mansour Abbas (líder de Raam) aceptó el clamor de la sociedad árabe, que hace tiempo reclama una mayor integración.
-¿Te pareció una avance importante?
-Sí, creo que fue un paso adelante. A veces se habla mucho del concepto de coexistencia. Yo no quiero coexistir con nadie, yo quiero vivir en una sociedad conjunta, borrar la idea de coexistir, que quiere decir que vos no me importas y yo no te importo en tanto y en cuento no te metas con mis intereses. No es ese el asunto. El asunto es que podamos funcionar como ciudadanos y seres humanos sin tener en cuenta de dónde provenimos.