1. Es posible librar una guerra con objetivos contradictorios: desmantelar la infraestructura de Hamás y liberar a los secuestrados
El 25 de octubre de 2023, dos semanas después de la masacre y pocos días antes del inicio de la ofensiva terrestre en Gaza, escribimos lo que parecía obvio: “No hay lugar para confusiones. Israel enfrenta dos opciones, y sólo dos. Es una disyuntiva sin término medio: o un acuerdo que devuelva a todos los secuestrados —mujeres, niños, ancianos, soldados y soldadas— o una guerra total. No hay punto intermedio. Como derecha e izquierda: dos caminos opuestos, que se anulan mutuamente”.
El texto provocó reacciones airadas en el ejército, en la comunidad de inteligencia y en el gobierno. Israel definió dos objetivos principales para la guerra: destruir el régimen de Hamás y recuperar a los secuestrados. Sólo unos pocos se atrevieron a decir que esos objetivos se contradicen; que uno limita al otro. “Era evidente que una maniobra militar de gran escala, con divisiones de tanques operando en zonas urbanas densas y plagadas de fuerzas enemigas, ponía en peligro a los secuestrados por definición”, dijo esta semana un general retirado que participó en el primer año de guerra.
Hubo varios intentos de reconciliar esa contradicción. Algunos afirmaron que la presencia militar permitía operaciones de rescate. Pero pronto se comprendió que esas operaciones eran muy poco frecuentes. “Entendimos que sólo unos pocos podrían ser rescatados por vía militar”, admite el mismo general.
Entonces surgió otro intento de justificar la contradicción: desde el gobierno, el Ministerio de Defensa y las FDI se sostuvo que el objetivo principal —desmantelar las capacidades de Hamás— era el que impulsaba y posibilitaba el segundo —la liberación de los secuestrados mediante un acuerdo. Pero un acuerdo, como quedó claro en el pacto actual, implica detener la guerra. Es decir, el segundo objetivo anula al primero.
En la práctica, el objetivo militar fue priorizado. En momentos excepcionales, algunos incluso lo admitieron. Al asumir como nuevo comandante del Comando Sur, Yaniv Asor declaró que la liberación de los secuestrados era “el segundo objetivo en importancia, después de la derrota de Hamás”. Pero Netanyahu y parte del aparato de seguridad siguieron vendiendo la ilusión de que se podía lograr ambos. Hasta que llegó Trump, puso la liberación de los secuestrados como prioridad absoluta y anuló la contradicción al detener la guerra. Los secuestrados volvieron. Hamás no fue derrotado. Porque dos objetivos en una misma guerra no pueden contradecirse entre sí.
2. Solo la presión militar traerá de vuelta a los secuestrados
42. Ese es el número de secuestrados que fueron asesinados, murieron por error a manos de las FDI o fallecieron por otras causas durante el cautiverio. Mohamed Deif emitió una orden secreta a los captores, conocida por los responsables israelíes, que indicaba que si las fuerzas israelíes se acercaban, debían matar primero a los rehenes. A pesar de ello, el ejército y el gobierno siguieron repitiendo que sólo la presión militar traería de vuelta a los secuestrados. Esa frase se incrustó tan profundamente en el ADN de toda la campaña, amplificada por el aparato de seguridad y sus voceros en los medios, que se convirtió casi en un axioma. Nadie explicó por qué, cuanto más aumentaba la presión militar y los bulldozers israelíes se acercaban al punto de hacer temblar a Sinwar, él endurecía sus condiciones.
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Ropa y otros elementos encontrados en un túnel donde fueron asesinados seis rehenes israelies.
(FDI)
Al contrario. La conclusión fue opuesta: Israel no estaba ejerciendo suficiente presión. Un poco más de disparos, un poco más de bombardeos, y Sinwar se rendiría y devolvería a todos. Sólo faltaba un poco más.
Sólo después de unos cien días se empezó a hablar en voz baja, dentro del ejército y la comunidad de inteligencia, sobre la posibilidad de que —más de una vez, más de tres veces, quizás muchas más— ocurrió lo que todos temían: secuestrados murieron o fueron asesinados por Hamás en circunstancias directamente relacionadas con la ofensiva terrestre que se suponía debía rescatarlos.
Parte del problema era que Israel no siempre sabía dónde estaban los secuestrados. Los 30 rehenes vivos que regresaron en el segundo acuerdo (enero-febrero de 2024) aportaron a sus interrogadores del Shin Bet y la inteligencia militar mucha información conocida, pero también datos completamente inesperados. Se descubrió que, en ocasiones, la inteligencia falló por completo: se pensaba que un secuestrado estaba en un lugar, y resultó que estaba en otra ciudad. Aun así, el jefe del Estado Mayor, Herzi Halevi, dijo en abril de 2025 a un grupo de pilotos reservistas que “la operación en Gaza no pone en riesgo a los secuestrados”. Poco después, la Fuerza Aérea bombardeó una instalación de Hamás en Khan Younis. Debajo de esa instalación estaba retenido Idan Alexander, quien sobrevivió milagrosamente.
Una semana después, fue liberado. Mediante un acuerdo.
3. Pero Hamás sí quería un acuerdo
Durante gran parte de los últimos dos años, el público israelí fue alimentado con dos mensajes contradictorios. Uno era optimista, y repetía que el acuerdo estaba cerca, que la próxima semana sería decisiva, que los días siguientes serían críticos, que las próximas horas serían determinantes. “En el 99% de los casos, no era cierto. Nada. Cero”, dice un alto oficial retirado que pasó gran parte de la guerra en el sistema de inteligencia. “Es un relato inventado por alguien que quiere proyectar a través de los medios la idea de que hay avances”, aseguró.
Y cuando todo se desvanecía, llegaba el segundo mensaje: “Cerrá los ojos un momento y pensá cuántas veces escuchaste en los medios la frase ‘Hamás no quiere acuerdo’”, continúa el oficial. “Todos esos casos son 100% mentira, 100% briefing de actores con intereses. Porque si Hamás no quiere acuerdo, entonces nadie del lado israelí tiene culpa de nada. No importa lo que haga: Hamás no quiere acuerdo”.
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Donald Trump hace el anuncio del acuerdo entre Israel y Hamás. El grupo terrorista palestino sí quería un acuerdo.
(Reuters)
Pero Hamás sí quería un acuerdo. Simplemente, las condiciones que planteaba no eran aceptables para Israel, y no cambiaron demasiado con el tiempo. Es totalmente legítimo que Israel se niegue a aceptarlas, pero ¿por qué no decir la verdad? Que Hamás está dispuesto a negociar, pero que Israel no acepta sus condiciones.
De hecho, al final, gran parte de las condiciones que Hamás exigía fueron aceptadas en el acuerdo actual.
4. Netanyahu no saboteó los acuerdos y siempre priorizó a los secuestrados
Nueve días después del estallido de la guerra, había 251 secuestrados en Gaza. Pero no formaban parte de los objetivos de la guerra. Fueron incorporados como meta sólo por presión de Gadi Eisenkot, que se sumó junto a Benny Gantz al gobierno y al gabinete de guerra. “Pero incluso después de eso Netanyahu sólo rindió homenaje verbal a ese objetivo, y hablaba con mucho más entusiasmo sobre el segundo: la victoria total, la guerra decisiva”, dice una fuente militar en contacto constante con el nivel político.
Pocos días después del sábado negro, el jefe del equipo de negociación militar, el coronel Doron Hadar, se reunió con uno de los asesores cercanos a Netanyahu y lo advirtió: si no se recupera a los secuestrados ahora, llevará años. El asesor lo miró como si viniera de otro planeta y le dijo: “Doron, cambiá el chip. No habrá acuerdo. No se liberarán prisioneros. Esto es como el Estado Islámico. Los vamos a aplastar, matar, a todos”.
El asesor sabía lo que decía. Una y otra vez, el liderazgo político saboteó o hizo fracasar los acuerdos. Ya desde el primer pacto, en noviembre-diciembre de 2023. Sí, Hamás violó el acuerdo y ofreció, por ejemplo, menos secuestrados vivos de lo pactado. Pero en lugar de aceptar eso —y recordar que también hubo incumplimientos israelíes— el gobierno volvió rápidamente a la guerra, condenando a muchos secuestrados a la muerte o a más sufrimiento.
Después, cuando hubo intentos de negociación, Netanyahu se encargó de introducir “caballos de Troya”, como la exigencia de recibir, antes de cualquier negociación, una lista con los nombres de todos los vivos y muertos. Por cierto, esa exigencia desapareció por completo en el acuerdo actual. Netanyahu también restringió severamente el margen de acción del equipo negociador, e incluso envió a su allegado Ofir Falk para “vigilar” que no se cruzaran los límites. Todo eso retrasó las negociaciones durante medio año.
Durante el segundo acuerdo, Israel debía iniciar una negociación acelerada para cerrar la segunda fase: el fin de la guerra. Pero Netanyahu dilató el proceso, hasta que en marzo ordenó retomar la ofensiva. Entonces nació otro “remedio mágico”, que se desmoronó con estrépito.
5. El corredor de Filadelfia es la vía principal de contrabando de Hamás, y también por allí desaparecerán los secuestrados
Entre mediados de junio y principios de julio de 2024, representantes de alto nivel de Israel, Hamás y los equipos de las mediadoras sintieron que se abría una ventana de oportunidad: las partes se estaban acercando. De hecho, el 2 de julio Hamás anunció que aceptaba la propuesta israelí del 27 de mayo, con excepción de algunos puntos que todos consideraban negociables. “Estábamos a un paso”, dijo un funcionario de seguridad involucrado en el proceso. Si el acuerdo se hubiera firmado entonces, al menos algunos de los seis secuestrados asesinados en el túnel de Tel Sultan se habrían salvado, y se habría evitado mucho sufrimiento a los demás.
Pero Netanyahu puso sobre la mesa una “carta de aclaraciones” (algunos funcionarios israelíes la llamaron “la carta sangrienta”), en la que se retractaba de concesiones anteriores e imponía nuevas condiciones. La principal: de repente, el corredor de Filadelfia fue elevado al rango de activo estratégico. Hamás respondió con sus propias exigencias. Las negociaciones colapsaron.
Semanas después, los seis secuestrados fueron asesinados en el túnel de Khan Yunis. La protesta se encendió, y Netanyahu lanzó una campaña. En una conferencia de prensa, declaró que sin Filadelfia “se creará un monstruo. El eje del mal necesita el corredor de Filadelfia, y por eso debemos controlarlo”.
Sin embargo, gracias a la cooperación con Al-Sisi, no hay túneles activos bajo el corredor desde 2017, y no se ha contrabandeado nada por allí. Las FDI encontraron una prueba sencilla: Hezbolá posee misiles antitanque avanzados desarrollados en los últimos años, que fueron introducidos por túneles. La única forma de contrabandearlos a Gaza sería por un túnel bajo el corredor. Hamás —para fortuna de Israel— no tiene esos misiles, simplemente porque no hay cómo ingresarlos.
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La documentación gráfica muestra vehículos que podían desplazarse por un túnel en el corredor de Filadelfia.
(Oficina del Portavoz de las FDI)
Netanyahu siguió afirmando que sólo permaneciendo en el corredor se evitaría el traslado de secuestrados a Irán o Yemen. Poco después, el diario británico Jewish Chronicle publicó un artículo sobre “el plan secreto de Sinwar para enviar secuestrados a Irán”, basado en “documentos”. Ese mismo fin de semana, Sara Netanyahu informó a los padres de las observadoras secuestradas que eso era lo que Sinwar planeaba hacer con sus hijas. Solo había un problema: nada de eso era cierto.
En enero de este año, Netanyahu firmó —como parte del segundo acuerdo— un pacto en el que Israel se comprometía a retirarse completamente del corredor. El acuerdo completo sigue siendo secreto y, como era de esperar, no se ha cumplido en su totalidad.
6. Si sólo matamos a este hombre, Hamás se rendirá y liberará a los secuestrados
Yahya Sinwar, Salah Arouri, Ismail Haniyeh, Mohamed Deif, Mohamed Sinwar… la lista sigue. Todos considerados objetivos legítimos, eliminados por Israel. Las FDI y todo el aparato de seguridad tenían razones justificadas para cortar sus vidas sangrientas. Pero hubo quienes intentaron vender otra narrativa: ahora que ese líder fue eliminado, todo será más fácil. En cualquier momento se izará una bandera blanca sobre los túneles de Gaza.
Ahora se puede revelar que hubo personas en el sistema de seguridad que pensaban que había que matar a Mohamed Sinwar, líder de Hamás en la Franja, aunque él se aseguraba de tener siempre dos o tres secuestrados con él. Los bombardeos planeados para eliminarlo dejaban a los rehenes con mínimas posibilidades de sobrevivir. El argumento era que valía la pena perder a dos para salvar al resto.
¿Quién dijo que los asesinatos selectivos traen rendición? ¿Quién afirmó que si Deif o Sinwar son eliminados, Hamás colapsará? La respuesta: nadie. Al contrario. Cada asesinato detuvo las negociaciones, y cuando se reanudaban, Hamás volvía con exigencias más duras.
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Yahya Sinwar e Ismail Haniyeh. Ambos fueron elliminados por Israel pero la guerra no se detuvo.
(Ynet)
De hecho, esta lógica produjo otro fiasco resonante: el bombardeo en Catar. Se difundió la idea de que si se eliminaba a los “duros” de Hamás en el exterior, el grupo correría hacia un acuerdo y liberaría a los secuestrados. El resultado fue una humillante disculpa de Netanyahu al líder del país anfitrión de esos “duros”. El dirigente de Hamás en el exilio, Khalil al-Hayya —supuestamente el principal obstáculo para avanzar en las negociaciones— fue quien impulsó la firma del acuerdo actual.
7. Si conquistamos (otra vez) esta ciudad, Hamás se rendirá y liberará a los secuestrados
Como con los asesinatos, también con las ciudades. Rafah, Khan Yunis, Gaza. Siempre hay un “trofeo sagrado” que, si se alcanza, traerá la victoria total. Y luego se descubre que se ha escapado al siguiente destino.
La última vez fue Gaza. El 18 de agosto, el ministro de Defensa Katz declaró: “Allí (en Gaza) está el liderazgo, y allí permanecen las principales infraestructuras del brazo militar. Hamás sabe que ésa es ahora la base de su poder. Conquistar Gaza traerá la rendición de Hamás”.
¿En qué se basó el ministro para esa afirmación? No se sabe. Todos los organismos de inteligencia, jefes militares y el aparato de seguridad le dijeron exactamente lo contrario. Pero Katz prometió al grupo “Rabinos de la Torá de la Tierra Buena” que los secuestrados serían liberados, que “la ciudad de Gaza se verá como Beit Hanoun” (destruida), y entonces Hamás será derrotado.
Una pregunta para el ministro Katz: ¿por qué renunciar a todo ese “bien”, a cambio de un acuerdo que deja a Hamás en pie?
8. Hamás nunca devolverá a los secuestrados
Muchos opositores al acuerdo intentaron sostener que no tenía sentido negociar, ya que el grupo terrorista no devolvería a los secuestrados. No sirvieron las declaraciones de expertos en inteligencia, que recordaban que en acuerdos anteriores Hamás sí cumplió con lo pactado en cuanto a liberación de prisioneros. En cambio, desde el lado israelí, se escucharon propuestas como aplicar la pena de muerte a terroristas mientras hubiera secuestrados vivos, o fantasías sobre planes de emigración voluntaria, que pusieron en duda el compromiso de Israel con la liberación de sus propios ciudadanos.
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El ministro Katz dijo que conquistar Gaza haría rendir a Hamás.
(Elad Malka, Ministerio de Defensa)
También esta vez hubo quienes dudaron de que Hamás liberara a los secuestrados. Afirmaban que Hamás no se quedaría sin cartas, sin garantías. Pero en el nuevo acuerdo, firmado por el gobierno israelí, Hamás tiene una carta muy fuerte: un nuevo “chaleco antibalas” en lugar de los secuestrados. Ese chaleco se llama Erdogan.
9. Las manifestaciones ayudan a Hamás y elevan el precio de los secuestrados
Un integrante del sistema de inteligencia —especializado en el tratamiento de sobrevivientes de cautiverio, incluso en esta guerra— afirma que, según su evaluación, cerca de la mitad de los liberados con los que habló contaron que vieron, escucharon o leyeron sobre las manifestaciones en Israel en favor de los secuestrados, y que esos momentos fueron lo que más los fortaleció. Eso basta para refutar los argumentos que sostienen que las protestas ayudan a Hamás, que actúan en su nombre o que elevan el precio de los acuerdos.
Además, la realidad no respalda la idea de que las manifestaciones benefician a Hamás. El precio que Hamás exigió no cambió significativamente durante la guerra, y no hay correlación entre los cambios que sí ocurrieron y la intensidad de las protestas en ese momento. Tampoco hay evidencia de ningún tipo que indique que Hamás se siente alentado por la existencia de manifestaciones. Tal vez molestan a la familia Netanyahu y su entorno, pero Hamás permanece, en esencia, indiferente a lo que ocurre en Kaplan.
10. En el acuerdo actual, ¿se rindió Hamás o se rindió Israel?
El viernes, Netanyahu declaró que gracias al acuerdo alcanzado, “Hamás será desarmado y Gaza será desmilitarizada”. Son resultados deseables, aunque no exactamente “la victoria total” prometida una y otra vez a los ciudadanos de Israel. Pero hay un pequeño problema con esa afirmación: Hamás no firmó nada que diga lo que Netanyahu prometió. ¿Desarme? ¿Desmilitarización? No figuran en los documentos firmados. Tampoco hay compromiso de que la dirigencia se exilie, ni de disolver la organización, ni de recolectar sus armas, ni de mantener el control israelí sobre todo el territorio.
Es una demostración de fuerza impresionante, pero resulta difícil entender cómo Netanyahu pretende cumplirla después de que Israel firmó un acuerdo que establece: “Las FDI no regresarán a las zonas de las que se retiraron, mientras Hamás cumpla plenamente el acuerdo”. ¿Qué significa “cumplimiento pleno” desde la perspectiva de Hamás? La devolución de los secuestrados, el cese del fuego y la cooperación con el mecanismo internacional que se establecerá para localizar a quienes Hamás afirma no saber qué ocurrió con ellos. Si Hamás cumple con todo eso, e Israel actúa “por la vía difícil”, será considerada como violadora del acuerdo —el mayor logro de Trump hasta ahora.
Netanyahu repite una y otra vez en sus discursos que “las FDI permanecen profundamente dentro de la Franja y controlan todos los puntos estratégicos”, cuando en realidad las FDI se retirarán de todas las ciudades palestinas (lo que queda de ellas), incluida Gaza, y de la mayoría de los puntos de control. El acuerdo incluye un logro para el gobierno de Netanyahu: ampliar el territorio que quedará bajo control israelí hasta la siguiente fase. Es una renuncia de Hamás a una retirada total. Por otro lado, la Gaza actual está muy destruida, y gran parte del territorio que quedará en manos de Israel es tierra abandonada y arrasada, irrelevante para cualquier intento de Hamás de reconstruir sus capacidades.
Esta semana, cuando cesaron los bombardeos, estalló la guerra de los relatos. Israel intentó presentar el acuerdo como su victoria; Hamás como la suya. ¿Quién ganó realmente? La verdad es que probablemente nadie. Un alto funcionario de inteligencia vinculado al comando de los secuestrados dijo: “Con una evaluación prudente sobre quién cedió más y quién se acercó más al otro lado, diría que Israel hizo al menos el 70% del camino, Hamás el resto”.






