Durante los últimos enfrentamientos en el sur, los paramédicos del Maguén David Adom les brindaron asistencia médica a alrededor de 80 personas, casi 40 de de las cuales fueron asistidas por shock.
En un refugio que se encuentra en el barrio Atikot de Ashkelon, uno puede encontrarse con las personas detrás de las estadísticas y los números fríos, quienes aún deben lidiar con los traumas y el dolor de los enfrentamientos anteriores.
El barrio donde se encuentra el refugio sufrió uno de los golpes más duros el año pasado, cuando un cohete cayó en uno de los edificios de la zona. En aquella oportunidad murieron Abad al-Hamid Abu-Asba (48) y Nina Gnisandova (74), y decenas de los habitantes sufrieron heridas leves.
Después de que se declarara el alto el fuego y la calma retornara a la región, se eliminaron hoy las restricciones en las comunidades cercanas a la Franja de Gaza y en la frontera con el enclave palestino.
En el barrio Atikot hay muchos edificios que no cuentan con refugios, además de 40 mil apartamentos nuevos en la ciudad, y durante los días que se llevan a cabo ataques con cohetes contra Ashkelon todos abandonan sus hogares y permanecen en los refugios.
Said, una residente de Atikot, afirmó: “Todos entran en pánico aquí. Tenemos tratamiento psicológico y yo recibo asistencia psiquiátrica en el hospital. Hace cuatro meses también estuvimos en el refugio. Yo sufrí dolores de cabeza, migrañas y mi azúcar aumentó".
Según un informe de la asociación Natal (dedicada a brindar asistencia a personas con estrés postraumático), en 2018 se han recibido más de 4 mil nuevas consultas de personas por síntomas de estrés postraumático en todo el país, lo que representa un incremento del 25% en comparación con 2017. Un cuarto de las consultas fueron realizadas para niños y adolescentes que residen en el sur.
“Esta última escalada me remonta al año 2014, a la operación ‘Margen Protector’”, expresó Jaqueline, una residente del barrio. “Yo fui asistida por shock en aquella oportunidad. Un edificio cercano sufrió el impacto de un misil, pero la sirena no había sonado. Yo volé tres metros. Para nosotros esto no es vida. Estamos todo el tiempo con tratamientos y tomando medicinas. Tenemos que acostumbrarnos a vivir con 50 personas en el mismo refugio porque no hay suficientes. No nos sentimos seguros”, agregó.