En las oscuras calles de un Beirut a menudo sin electricidad, a veces la única luz que brilla es la de los faros que usan los recolectores y chatarreros, que buscan entre la basura algo para poder vender.
Con recolectores y hurgadores de basura creciendo entre los sectores más desesperadamente pobres de la población, algunos llegan etiquetar los botes de basura para marcar su territorio y alejar a quienes intenten invadirlo. Mientras tanto, incluso las familias más acomodadas venden sus propios materiales reciclables porque pueden obtener dólares estadounidenses en lugar de la colapsada y depreciada moneda del país.
Eso ha dejado a los pobres aún más pobres y temerosos por su futuro.
"Hay mucha gente pobre como yo", dijo Hoda, una madre libanesa de 57 años cuya vida ha sido reducida a la recolección de basura. "Pero la gente no lo sabe. Saben lo que ven, pero no lo que está oculto", añade.
La lucha por la basura muestra el rápido descenso de la vida en Beirut, alguna vez conocida por su espíritu emprendedor, su sector bancario libre y su vibrante vida nocturna. En lugar de ser la guerra civil la causante del caos –como lo fue tras el conflicto de 1975-1990–, el desastre de los últimos dos años fue causado por la corrupción y la mala gestión de la élite política que ha gobernado el Líbano desde el final de su conflicto.
Más de la mitad de la población se ha hundido en la pobreza. La libra libanesa se ha desplomado. Los bancos han limitado drásticamente los retiros y transferencias. La hiperinflación ha hecho que los bienes diarios sean inasequibles o no estén disponibles, obligando a aquellos que regresan del extranjero a llenar sus maletas con todo, desde alimentos para bebés hasta medicamentos para el corazón.
La basura había sido un problema incluso antes de la crisis, con grandes protestas en los últimos años contra la negligencia de las autoridades que a veces permitían que la basura se acumulara en las calles.
El comercio solía ser el reino de los sirios que huyeron de la guerra civil de su propio país.
"Hoy en día, vamos al vertedero donde vendemos lo que recolectamos, sólo para encontrar a libaneses que se bajan de sus autos para vender sus materiales reciclables", dijo un sirio, que habló bajo condición de anonimato por temor a represalias. "Los empleados de los restaurantes y los conserjes de los edificios también comenzaron a clasificar la basura para venderla antes de tirarla", agregó.
Hoda, quien dio sólo su nombre de pila por temor a problemas con las autoridades, recurrió a la búsqueda de basura para mantener a sus seis hijos, de entre 9 y 22 años, y dos nietos.
Solía vender verduras en un carrito, pero seis veces la policía confiscó sus productos. Vendió cajas de pañuelos de papel, pero el colapso de la moneda terminó por dejarla llena de deudas.
Entonces su hijo Mohammed le pidió que se uniera a él en la búsqueda de basura. Hoda va a su lugar en el relativamente exclusivo barrio Hamra, de Beirut, todos los días y trabaja a veces hasta las 2 de la mañana recolectando plásticos, latas y cualquier otra cosa que crea que puede vender o usar.
Una vez a la semana, Mohammed toma todo lo que recolectan para venderlo a los distribuidores que se especializan en el comercio. Un kilogramo (2.2 libras) de bolsas de plástico cuesta 20 centavos de dólar, otros plásticos por 30 centavos, mientras que cada kilo de aluminio recibe 1 dólar. Si bien eso no parece mucho, el colapso de la libra libanesa significa que 1 dólar vale mucho más en el Líbano que en cualquier otro país.
Ese acceso a los dólares hace que la recolección de basura sea aún más peligrosa. Mohammed dijo que fue golpeado una vez por cruzar al territorio de otro recolector y recoger de un contenedor de basura que estaba marcado.
"Cuando los dólares comenzaron a subir, la gente no podía permitirse comer y comenzaron a hurgar, y cada uno comenzó a tener su propio contenedor", señaló Mohammed. "Si uno está parado junto a un contenedor y viene otro recolector, lo más probable es que haya una pelea", agregó.
"Si uno está parado junto a un contenedor y viene otro recolector, lo más probable es que haya una pelea"
"Una de las razones por las que le pedí a mi madre que se uniera a mí haciendo este trabajo es con la esperanza de que no me golpearan cuando encontraran a mi madre conmigo", dijo.
Los matones que deambulan por las calles en motocicletas a veces los atacan para robarles los materiales reciclables que recolectaban. "Están listos para matar a una persona por una bolsa de plástico", dijo Mohammed.
Los reciclables no son los únicos artículos que Hoda recoge. En su cuarto oscuro sin ventanas y sin electricidad, Hoda mantiene los bienes recolectados que se acumulan en el suelo. Un cubo de pintura blanca para tal vez usar en su habitación. Una bombilla que espera usar si alguna vez obtiene energía.
En un día reciente, la hija de 16 años de Hoda estaba luchando con la diarrea de su bebé de 2 meses y pidió pañales para bebés, leche y tetinas de biberón. Los ojos de Hoda se hundieron en la tristeza y sacudió la cabeza.
"Mi único sueño es tener una casa para mi familia y para mí, donde viva como una madre, donde viva como un ser humano". Hoda dijo, su rostro mojado de lágrimas. "Siempre me río y bromeo con la gente, pero el interior de mi corazón es negro. No dejo que sientan que estoy molesta. Me lo guardo para mí, lo guardo dentro de mi corazón", explica.
Su artículo más preciado es una tienda de campaña que recibió de los manifestantes durante las protestas de 2019 en el Líbano. Ella espera poder usarlo en futuras protestas contra los gobernantes del país.
"Los políticos que nos gobiernan merecen ser quemados, son la razón por la que estamos aquí", dijo Hoda. "Comen con cucharas de oro mientras nosotros buscamos un pedazo de pan para comer del suelo".