Los números hablan por sí solos. Las imágenes sobre el terreno. Las fotos satelitales del “antes” y el “después”. Dos años de guerra han dejado en la Franja de Gaza una destrucción inmensa, casi inconcebible. Según estimaciones publicadas en los últimos meses por organismos internacionales, alrededor de 245 mil edificaciones —más del 80 % de las estructuras en la Franja— han sido dañadas o completamente destruidas desde el 7 de octubre de 2023. Y eso sin contar los daños ocurridos desde la entrada del ejército israelí a la ciudad de Gaza durante la operación Carros de Gideón II. Las demoliciones y bombardeos han generado entre 40 y 50 millones de toneladas de escombros (equivalente a la cantidad de residuos que se produciría si todos los rascacielos del área metropolitana de Tel Aviv fueran reducidos a polvo), en su mayoría provenientes de viviendas. Lo que antes eran ciudades, pueblos y aldeas hoy parece un escenario de película postapocalíptica.
Pero la destrucción no se limita a las viviendas. Numerosas infraestructuras esenciales han sido arrasadas o han dejado de funcionar: las principales carreteras se han convertido en caminos de tierra cubiertos de arena; las redes de electricidad y agua colapsaron; las estaciones de bombeo y los sistemas de alcantarillado están fuera de servicio; hospitales, centros educativos y edificios públicos han sido destruidos o quedaron inutilizables. El puerto marítimo, las zonas industriales y los centros comerciales sufrieron graves daños, y la economía local —que ya dependía de la ayuda internacional (incluida la israelí)— se encuentra completamente paralizada.
Son pocos los precedentes en la historia moderna de una destrucción de esta magnitud: Hiroshima y Nagasaki tras el lanzamiento de las bombas atómicas en la Segunda Guerra Mundial; Dresde y Berlín bombardeadas por los aliados en ese mismo conflicto; Beirut después de la guerra civil que desgarró al Líbano.
“Ha llegado el momento de reconstruir Gaza”, declaró esta semana el presidente Trump en la cumbre de Sharm el-Sheij. Detrás de esas palabras se esconde un desafío de proporciones colosales: una reconstrucción física, económica y humana que llevará muchos años y requerirá inversiones de decenas de miles de millones de dólares.
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Donald Trump y las ruinas de Gaza como telón de fondo. "Ha llegado el momento de reconstruir", dijo el presidente estadounidense.
(Reuters)
Muchos israelíes se preguntan: ¿por qué debería preocuparnos esto? Se trata de un enemigo declarado que inició la guerra y cometió atrocidades el 7 de octubre. Los gazatíes están pagando ahora las consecuencias de sus actos. Se puede estar de acuerdo o no con esa postura, pero hay algo seguro: la Franja de Gaza no desaparecerá del mapa. Seguirá existiendo —con sus 2.1 millones de habitantes, con su frontera densa y compleja con Israel— y con todo lo que eso implica. Precisamente por eso, una reconstrucción profunda de la Franja podría generar una realidad más estable y segura, tanto para los habitantes de Gaza como para Israel. Esta vez, Israel y su ejército estarán involucrados de forma estrecha en el proyecto, con supervisión rigurosa, para garantizar que los fondos y recursos se destinen exclusivamente a la reconstrucción civil y no lleguen a manos de Hamás ni se utilicen para restaurar su infraestructura terrorista.
En los últimos dos años se han formulado varias propuestas para la reconstrucción de Gaza, la mayoría en los últimos meses. Algunas se consideran más profesionales y serias, con hojas de ruta detalladas; otras son vistas como declaraciones políticas. Entre ellas se destacan la del Instituto RAND de Estados Unidos (centro de investigación sin fines de lucro), centrada en la rehabilitación de las estructuras y servicios civiles; el plan francés “Imaginen Gaza – Construyendo la paz”, presentado el mes pasado, que plantea la reconstrucción como parte de un proceso de reconciliación regional; el proyecto egipcio “Gaza 2030”, orientado al desarrollo económico gradual y a la rehabilitación de los centros urbanos costeros; y también el “Plan Trump para evacuar Gaza”, que prometía convertir la franja en la “Riviera del Medio Oriente” y fue descartado poco después de su publicación. Curiosamente, detrás de dos de las propuestas más relevantes —la estadounidense y la francesa— hay participación israelí, lo que añade una capa más a la implicación de Israel en el proceso de reconstrucción.
Una de las iniciativas más destacadas y profesionales es la del Instituto RAND, elaborada en colaboración con el estudio de arquitectura ORG Permanent Modernity, con sedes en Nueva York y Bruselas. El plan, publicado en marzo bajo el título “De campamentos [de desplazados] a comunidades: soluciones habitacionales tras la guerra”, contempla cuatro líneas de acción. La primera propone una solución intermedia: construir viviendas temporales para cientos de miles de gazatíes que necesitarán alojamiento durante una década o más, hasta que sus hogares permanentes sean rehabilitados o reconstruidos. La segunda se enfoca en restaurar y renovar barrios enteros, aprovechando los espacios abiertos entre las zonas destruidas para crear entornos habitacionales adecuados y modernos. La tercera plantea un modelo innovador para el diseño de campamentos de refugiados, con el objetivo de evitar que se conviertan nuevamente en focos de pobreza y hacinamiento, y ofrecer condiciones de vida dignas con infraestructura avanzada. La cuarta propone planificar nuevos barrios en terrenos no urbanizados de la franja, para ampliar las opciones de vivienda y construir un entorno urbano funcional y moderno.
Uno de los autores del plan es el arquitecto y urbanista israelí-estadounidense Kobi Rothenberg, especialista en estrategias internacionales de largo plazo. Rothenberg trabaja principalmente en el ámbito global y participa en proyectos complejos en todo el mundo, enfocados en soluciones innovadoras para rehabilitar tejidos urbanos afectados por conflictos violentos o desastres naturales. Ha colaborado, entre otros, en el diseño de infraestructuras de protección contra inundaciones y adaptación al cambio climático en Nueva York, en el proyecto de una nueva ciudad agrícola en Ghana y en un plan nacional para el desarrollo de zonas rurales en Malaui. “El plan que elaboramos para Gaza transforma paradigmas tradicionales de planificación para refugiados y busca evitar errores del pasado”, afirma Rothenberg en una entrevista. “La premisa es que lo temporal de hoy será lo permanente de mañana, y cualquier plan futuro deberá tener eso en cuenta”.
Un menú de opciones
El plan nació en realidad en 2022, mucho antes del 7 de octubre, y en un principio tenía otro enfoque. “Estaba pensado como una estrategia para el desarrollo de infraestructuras urbanas en todos los territorios palestinos, incluida Cisjordania y Gaza”, explica Rothenberg. “La intención original era crear un conjunto de herramientas y documentos de política para todos los actores decisores: palestinos, israelíes, estadounidenses, europeos y países árabes”.
Tras el estallido de la guerra en Gaza, señala Rothenberg, se decidió suspender el plan original y rediseñar el rumbo. “Unos dos o tres meses después del inicio del conflicto comenzamos a trabajar en un plan de estabilización y reconstrucción. Su objetivo es prepararse para el día después y ofrecer soluciones realistas para rehabilitar la franja, apoyando a los tomadores de decisiones de todas las partes”. Según él, “el plan ofrece un menú de opciones para alojar a más de un millón de refugiados durante más de 15 años, considerando las condiciones del terreno devastado, las cantidades de explosivos que requieren tratamiento y el entorno logístico complejo durante las obras de reconstrucción”.
El costo estimado del plan ronda los 50 mil millones de dólares, de los cuales el 72 % se destinaría a soluciones habitacionales. “El presupuesto se basa en estimaciones de la ONU y del Banco Mundial”, indica Rothenberg, “pero dado que los combates continuaron después de que se realizaron esas estimaciones, es probable que el costo real sea mucho mayor. Aunque nuestro plan no propone un mecanismo de financiación definido, subraya que una reconstrucción de tal magnitud requerirá una coordinación internacional sostenida, supervisión estricta y una gobernanza transparente”.
Actualización, desafíos y modelos internacionales
—Como usted señaló, mucho ha cambiado sobre el terreno desde que se publicó su plan en marzo. ¿Es necesario actualizarlo o adaptarlo a la situación actual en la franja?
Rothenberg: “El plan reconoce que las condiciones en Gaza han cambiado de forma drástica. Además, nuestros análisis se basan en datos satelitales que deberán ser verificados y actualizados en cuanto se tenga acceso al terreno. Aunque el marco que proponemos —centrado en la reconstrucción comunitaria, urbanismo progresivo y resiliencia a largo plazo— se mantiene vigente, la planificación detallada y la definición de prioridades deberán ajustarse según los datos actuales. Estamos en diálogo con una amplia gama de actores: desde instituciones gubernamentales y organismos internacionales hasta representantes técnicos y locales”.
—¿A dónde se destinará la enorme cantidad de escombros y residuos? ¿Existen modelos o ejemplos internacionales que puedan servir de referencia?
–El plan estima unos 42 millones de toneladas de escombros, basándose en datos de hace más de un año. Hoy esa cifra es sin duda mucho mayor. La remoción de escombros plantea desafíos logísticos y ambientales enormes, y deberá realizarse en paralelo con la eliminación de explosivos y la gestión de residuos para proteger la salud pública y permitir una reconstrucción segura. El plan no define un modelo específico para el tratamiento de residuos, pero pone énfasis en la planificación anticipada, la reutilización y el reciclaje, lo que requerirá procesos y técnicas adaptadas al tipo de espacio y al nivel de destrucción en cada zona.
La estimación de al menos diez años de trabajo no es exagerada. “Incluso en operaciones anteriores de reconstrucción en Gaza, mucho más limitadas, el proceso de edificación se extendió durante años debido a la escasez de recursos, las restricciones de movimiento e importación, y las complejidades de coordinación entre actores internacionales y locales”, explica Rothenberg. “La experiencia en otras ciudades devastadas por conflictos —como Mosul en Irak o ciudades en Siria— demuestra que, incluso en condiciones mucho más favorables, la remoción de escombros, la neutralización de explosivos, la rehabilitación y expansión de infraestructuras y la construcción de sistemas urbanos funcionales son procesos que se extienden por una década o más”.
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División en áreas de gobierno, ciencia y educación, logística y más: del plan egipcio
(Ynet)
—¿Cree usted que el plan se concretará?
–El plan fue diseñado para enfrentar los desafíos sin rendirse ante ellos, y creo que puede servir como base para un futuro estable y sostenible para los habitantes de Gaza y toda la región.
Muros de protección marítimos
Si el plan estadounidense del Instituto RAND aborda la reconstrucción de Gaza desde una perspectiva estratégica y prudente, centrada en una edificación progresiva y singular, el proyecto egipcio adopta un enfoque mucho más ambicioso. Esta iniciativa, también publicada en marzo de este año y apenas difundida en Israel, fue impulsada por el gobierno de Egipto y presentada en una sesión especial de la Liga Árabe.
Se trata de un plan integral y detallado que recibió el respaldo de la mayoría de los países árabes y lleva por nombre “Gaza 2030”. El documento abarca 106 páginas con diagramas técnicos, simulaciones y planes de desarrollo. A diferencia de otras propuestas que estiman una década de reconstrucción, la visión egipcia plantea un objetivo mucho más optimista: cinco años de rehabilitación, hasta 2030.
El plan egipcio se estructura en tres fases: una etapa de emergencia de seis meses, con un costo estimado de tres mil millones de dólares; seguida por dos fases principales de reconstrucción —la primera de dos años, con un presupuesto de 20 mil millones de dólares, y la segunda de dos años y medio, con un costo de 30 mil millones—. En total, el plan se estima en 53 mil millones de dólares.
Durante su implementación se removerán los escombros y se construirán unas 400 mil unidades de vivienda permanente, destinando una cuarta parte del territorio de la Franja a uso residencial. Además, se contempla el desarrollo integral de las redes de electricidad, agua, transporte y salud, la rehabilitación de tierras agrícolas y la creación de una zona industrial, un puerto marítimo e incluso un nuevo aeropuerto.
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Una estructura pública que combina lo tradicional y lo moderno: desde el plan egipcio
(Ynet)
Uno de los componentes más singulares del plan egipcio es el uso de los escombros generados por la guerra para crear terreno nuevo y construir el puerto marítimo. Según el proyecto, de los aproximadamente 50 millones de toneladas de residuos acumulados en la Franja, una parte significativa será reciclada mediante el secado de zonas del mar, generando una superficie terrestre adicional de unos 14 km² (equivalente al 2 % del territorio de Gaza). Las obras se extenderán entre dos y tres años, combinando materiales de relleno provenientes de los escombros con unos 200 millones de metros cúbicos de arena importada, principalmente desde la costa egipcia. También se construirán muros de protección marítimos con piedra y hormigón de origen egipcio. Más allá del aspecto técnico, se trata de un gesto simbólico: transformar la destrucción en cimientos para una nueva infraestructura, que sirva de base para el desarrollo económico y la reconexión de Gaza con el mar y el mundo.
Según el esquema egipcio, presentado por la oficina del presidente Al-Sisi y el Ministerio de Relaciones Exteriores en El Cairo, el proyecto será gestionado por una administración palestina temporal, con apoyo de la Autoridad Palestina y supervisión internacional. Es parte de un intento egipcio por proponer una nueva visión regional, que concibe a Gaza como un motor económico y político capaz, si se concreta, de alterar el equilibrio de fuerzas en Medio Oriente.
Más que urbanismo
Otra propuesta para la reconstrucción de Gaza es la francesa, publicada en febrero bajo el título “Imagine Gaza – Building Peace”. Presenta una visión amplia para rehabilitar la franja en la próxima década, centrada ante todo en las necesidades de sus habitantes. La iniciativa fue liderada por Ofir Bronstein, israelí-francés y asesor del presidente Emmanuel Macron en asuntos de Medio Oriente y el conflicto israelí-palestino.
En diálogo con nosotros, Bronstein aclara que se trata de un plan marco, una hoja de ruta preliminar destinada a definir el rumbo. “Por ahora todo está planteado de forma general, a nivel macro”, señala. “Una vez que algunos elementos comiencen a concretarse, los profesionales, junto con los demás socios, se involucrarán en profundidad”.
Entre otros puntos, el plan francés contempla la creación de una autoridad internacional para la reconstrucción, que operará junto a una administración civil palestina temporal y será gestionada con total transparencia bajo la supervisión de la Unión Europea, el Banco Mundial y países árabes moderados. El foco está puesto en la rehabilitación rápida de infraestructuras básicas —agua, electricidad, salud y transporte—, además de la construcción de un puerto marítimo y una zona económica especial que atraiga inversiones y genere empleo. El plan destaca la necesidad de redirigir los recursos de seguridad regional hacia la inversión en paz, reconstruir la confianza entre israelíes y palestinos, y concebir a Gaza como un modelo de desarrollo compartido y base para un futuro acuerdo político entre ambos pueblos.
—¿Qué distingue al plan francés de otras propuestas de reconstrucción?
–Hay muchas diferencias, y me alegra que tanto el plan egipcio como el estadounidense hayan incorporado algunas de nuestras ideas. La principal diferencia es que nuestro plan pone en el centro a las personas —a los propios palestinos. No vemos la reconstrucción de Gaza como un proyecto inmobiliario, sino como un proceso social y económico destinado a responder a las verdaderas necesidades de los ciudadanos: empleo, transporte, infraestructura y vivienda. Cada área requiere una planificación moderna y progresiva, no sólo para el presente, sino para las próximas décadas. Si se va a reconstruir, hay que hacerlo bien. Esta es una oportunidad única no sólo para rehabilitar Gaza, sino para refundarla y ofrecer esperanza a los dos millones de gazatíes que están saliendo de una pesadilla.
—Según su plan, el costo de reconstrucción supera los 50 mil millones de dólares. ¿De dónde provendrán los fondos?
–La mayoría de los recursos vendrán de un fondo internacional específico, de países del Golfo con economías sólidas, de Europa y de Estados Unidos. También en este aspecto proponemos un enfoque completamente nuevo: no más búsqueda de donaciones de países y organismos internacionales, sino la construcción de una economía autónoma que permita a los palestinos financiar su propia reconstrucción. Una de las vías para lograrlo es el desarrollo de los yacimientos de gas frente a las costas de Gaza, que podrían generar ingresos de unos diez mil millones de dólares al año.
—Ahora que se ha firmado el acuerdo para poner fin a la guerra, hay que convertir los planes sobre papel en realidad. ¿Por dónde se empieza?
–Actualmente estamos en la primera etapa: el ingreso de ayuda humanitaria. Al mismo tiempo, según los acuerdos, Hamás debe ser desarmado y no tener ninguna responsabilidad en la gestión de la Franja en el futuro. En su lugar operará una fuerza internacional, bajo supervisión de países árabes, que administrará Gaza durante el período de transición. Luego habrá que garantizar viviendas temporales, ya que el proyecto de reconstrucción que proponemos se extenderá entre cinco y diez años. En la fase final construiremos el futuro de la Franja: las infraestructuras, las escuelas, los hospitales y las nuevas viviendas, como parte de una visión amplia de economía moderna y estilo de vida actualizado.
Premio para arquitectos y artistas
El plan francés también aborda en profundidad los aspectos urbanísticos y arquitectónicos de la reconstrucción de Gaza, y propone reedificar la franja según principios de sostenibilidad, comunidad y diseño urbano avanzado. Más allá de la rehabilitación de infraestructuras básicas, contempla la construcción de unas 120 mil viviendas ecológicas, hechas con materiales locales de baja huella de carbono, con sistemas solares de energía y recolección de agua de lluvia. Los nuevos barrios están pensados como sistemas integrales que incluyan escuelas, clínicas, mercados y espacios públicos verdes —una concepción de ciudad viva y funcional, no de campamento de rehabilitación temporal.
Además del aspecto físico, el plan resalta la dimensión cultural e incluye iniciativas como la creación de un Instituto Euro-Árabe de Arquitectura Sostenible y premios para arquitectos y artistas que trabajen en la reconstrucción y la paz —con la convicción de que el diseño urbano forma parte del proceso de reconciliación y reconstrucción social.
La reconstrucción de la Franja de Gaza será una prueba de voluntad y esfuerzo regional e internacional, cuyo propósito no es sólo reparar la destrucción física, sino reconstruir un tejido de vida, esperanza y cordura. Detrás de los mapas, las simulaciones y los documentos hay una comprensión sencilla pero esquiva: la reconstrucción no es sólo una cuestión técnica, sino también política, moral y humana. Es un proceso que exigirá una cooperación poco común, confianza entre adversarios y audacia para pensar de forma distinta sobre el futuro compartido de la región. La gran pregunta es quién logrará convertir los planes sobre papel en realidad, y si de las ruinas de la guerra podrá surgir una Gaza distinta, que marque un nuevo comienzo para los dos pueblos que viven uno junto al otro.










