Comencemos con la conclusión: el plan de Donald Trump para resolver el conflicto árabe-israelí, es positivo desde el punto de vista de Israel, pero no debe exagerarse.
Este plan legitima a Israel a mantener parte del territorio que ocupó durante la Guerra de los Seis Días, pero no especifica una solución estable del conflicto. No solo porque los palestinos lo rechazan, ni porque no tiene, ni tendrá, apoyo internacional o de países musulmanes, sino que no pretende crear un compromiso razonable entre las aspiraciones e intereses de israelíes y palestinos, un compromiso con el que ambas partes puedan vivir durante mucho tiempo. Por lo tanto, no hay forma de que el programa de Trump traiga la paz. Ni siquiera creará una coexistencia pacífica entre israelíes y palestinos.
Si Israel decide implementar unilateralmente el plan, o partes del mismo, no solo que nada cambiaría, sino que congelaría durante décadas, y tal vez incluso perpetuaría la situación existente. Una situación de conflicto, en la que no se genera una regulación a largo plazo.
Además, el Estado de Israel no puede implementar de forma unilateral el plan por completo, ya que no puede decidir establecer un Estado palestino contra la voluntad de los palestinos, y a su vez, en caso de que el gobierno del Estado judío decida implementar solo las partes del plan que sean convenientes para el mismo, como la anexión del Valle del Jordán y las comunidades judías en Judea y Samaria, continuaremos llevando una vida de rutina entre escalada y escalada. Algo similar al patrón actual.
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"Está claro que la respuesta será: 'Si, estamos de acuerdo, pero ...'.
(Alex Kolomoisky, AP y Ohad Zugenberg.)
La aplicación de la soberanía israelí en Cisjordania, no cambiará significativamente la situación sobre el terreno, ni mejorará la situación de los colonos judíos. Solo podría exacerbar los riesgos de seguridad que enfrentan las fuerzas de las FDI que los protegen. Si se implementa, también podría agregar decenas de miles a los 200.000 civiles palestinos que viven en el Estado de Israel, y agravar la llamada "amenaza demográfica".
¿Hay alguna posibilidad de que en el futuro, luego de implementar el plan, los palestinos lo acepten sin opción? Esa es la gran duda. Pero hasta que eso suceda, en todo caso, tendremos que esperar muchos, muchos años. Si bien Mahmud Abás aún posee las riendas de la Autoridad Palestina, la OLP y el movimiento Fatah, la lucha entre sus potenciales sucesores ya ha comenzado, y se espera que se intensifique de forma violenta.
La organización terrorista Hamás que hoy gobierna Gaza, busca tomar el control de toda la Autoridad Palestina. En tales situaciones de incertidumbre, la experiencia muestra que los palestinos tienden a adoptar el denominador común más extremo, y las tentaciones económicas no los alejarán de sus posiciones. El plan de Trump, con razón, es visto por ellos como un complot común para los cristianos evangélicos en Estados Unidos, y los colonos ultraortodoxos de la derecha israelí. Es decir, un programa con un fuerte componente religioso que desafía al Islam. Esta es otra razón para creer que la probabilidad de regulación y calma tras el programa de Trump, actualmente es muy débil.
Por lo tanto, el "Acuerdo del Siglo" que ofrece Trump, no es un "acuerdo" para servir al interés de Israel, sino que atiende a las necesidades personales, legales, políticas y electorales del presidente estadounidense y Benjamín Netanyahu.
Llevar a cabo el plan puede, en el mejor de los casos, ser recibido con indiferencia y desprecio por los palestinos y Jordania. En el peor de los casos, revivirá la violencia y habrá escaladas en Gaza y Cisjordania. Intentar implementar de inmediato el anexo del Valle del Jordán que promueve, empeorará la situación de Israel en la Corte Internacional de Justicia de La Haya.
Con el debido respeto, el programa es estadounidense y no israelí. No somos una "métrica" estadounidense, y estamos en medio de una intensa campaña electoral, por lo que tanto Netanyahu como Gantz, deberían decir al presidente de Estados Unidos: "Gracias por sus esfuerzos, y por el apoyo que su plan brinda para nuestras futuras negociaciones con los países vecinos. Por lo tanto, luego de formar un gobierno estable en Israel, que depende de una mayoría en la Knesset, discutiremos el plan y sus implicaciones a corto y largo plazo, para el país, sus ciudadanos y la seguridad nacional".
Pero ya está claro que la respuesta será: "Si, estamos de acuerdo, pero ...".
