Al principio hay diagnósticos de casos individuales, pero con el tiempo aumenta la frecuencia de aparición de casos. Se desconocen tanto el tratamiento, como las formas de infección y de prevención. Finalmente se convierte en una epidemia mundial. Suena actual, pero no.
No se trata del coronavirus, sino de un virus más antiguo con peor reputación y del cual, en el pasado, recibir la noticia de su portación, era sinónimo de una muerte lenta y dolorosa: el virus del HIV que causa la enfermedad del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (sida).
Al igual que el coronavirus, el virus del HIV también hizo su aparición de manera repentina. Los primeros casos se diagnosticaron en 1981, a pesar de una creencia cada vez mayor en la actualidad de que la primera infección tuvo lugar ya en la década de 1920.
Más peligroso el estigma que la enfermedad
Según la Organización Mundial de la Salud, en 2019, unas 690.000 personas murieron en todo el mundo a causa del sida y enfermedades relacionadas, y hay información de alrededor de 38 millones de portadores. Es una enfermedad que carga con un fuerte estigma que comenzó a formarse respecto de los grupos poblacionales donde aparecieron con más frecuencia los primeros casos: la comunidad LGBT, los consumidores de drogas inyectables o las personas pertenecientes a la industria del sexo.
La mayoría de los pacientes descubre tarde o temprano que la parte médica no es la más difícil de la enfermedad. En la mayoría de los casos, se trata de una pastilla al día sin efectos secundarios. Sin embargo, la vergüenza y el estigma es el aspecto con el que muchos tienen dificultades para lidiar y eso impacta en todos los ámbitos de su vida. Aparece ante el deseo de recibir apoyo de sus familiares y amigos, ante la idea de una nueva relación, al conocer a una pareja y al momento de contarle.
En casos extremos, la sensación de vergüenza lleva a las personas a suspender el tratamiento farmacológico y a abandonar el seguimiento médico, deteriorándose en situaciones que ponen en peligro sus vidas.
En estos días el coronavirus permitió transmitir al público general al menos en una pequeña medida lo que significa ser portador de un virus. Los primeros infectados fueron en algunos casos acusados de conocer su diagnóstico y de ocultarlo para contagiar intencionalmente.
Sin embargo, el hecho de que la principal vía de contagio del HIV sean las relaciones sexuales, deja a la enfermedad del sida bajo la orbita del sexo, una cosa cotidiana que aún sigue siendo tabú. Las enfermedades de transmisión sexual conducen, en muchas situaciones, a que el contagiado sea acusado por su comportamiento sexual.
Los datos publicados por el Ministerio de Salud de Israel indican que hoy existen alrededor de 10.000 portadores del HIV en Israel. Algunos superaron el impacto del diagnóstico y viven una vida plena. Trabajan, estudian, se casan y tienen hijos sanos, pero guardan celosamente el secreto por miedo a que sus familiares, al enterarse, tengan miedo y se alejen.
Hoy, 1° de diciembre, es el Día Mundial de la Lucha contra el Sida. En este día, es importante recordar que nadie debe pagar en sufrimiento por haberse contagiado, sea por circunstancias de la vida, un error cometido en un momento de frivolidad o por un hecho que se le impuso y no puedo controlar.
El HIV no es hoy una sentencia de muerte, pero a 40 años de su descubrimiento, el estigma parece que sí lo es, y todavía no tiene cura.
*Itay Levi es trabajador social clínico y psicoterapeuta. Trabaja en el área de inmunología del sistema de salud de Haifa.