Shuki Galili
Shuki Galili.
Dafna Talmon
Los trabajadores autónomos, uno de los sectores más afectados por la crisis económica derivada de la pandemia.

Perdimos contra el coronavirus por culpa del darwinismo social

Opinión. La política económica de Israel es liderada por personas que tienen el bolsillo cerrado y aborrecen la solidaridad. Los autónomos lo sienten en carne propia.

Shuki Galili - Adaptado por Tom Wichter |
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En estos días se libra un acalorado debate alrededor del coronavirus en Israel sobre quién tiene más la culpa sobre esta lamentable situación: las instituciones de gobierno o la población.
La conducta del gobierno a lo largo de esta crisis reveló que las personas que siempre se quejaron de las “dificultades de gobernabilidad” en realidad simplemente no tienen capacidad para administrar, ejecutar o decidir. Y ni hablar del ejemplo personal. Todos nos indignamos cuando el presidente, el primer ministro y hasta el ministro de Salud responsable de las pautas nos quitaron la cena de Pésaj en familia, y luego nos enteramos que ellos se fueron a celebrar con los suyos.
Una arista importante y algo perdida en esta historia, al menos cuando se trata de trabajadores autónomos y propietarios de pequeñas empresas, es la sensación de quiebra y soledad. Nadie los va a ayudar. Y cuando la probabilidad de morir por COVID-19 es del 1%, al mismo tiempo que la probabilidad de un colapso financiero se convierte en un 100%, ya deja de ser un argumento infundado que la amenaza económica es mayor a la sanitaria.
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Netanyahu Katz
Netanyahu Katz
Los trabajadores autónomos, uno de los sectores más afectados por la crisis económica derivada de la pandemia.
(Amit Shabi)
Si el gobierno israelí quiere que la gente coopere y se tome en serio las directivas de salud, antes debería aportar su cuota de seriedad. Y no crear una falsa atmósfera de solidaridad en la que supuestamente todos somos iguales y cuidamos de los otros, cuando en la práctica algunos son más iguales que otros y hay grupos a los que directamente se los deja de lado.
La mayoría de los israelíes recuerdan cuando Netanyahu en mayo dijo “salgan a divertirse”. Pero los autónomos recuerdan todavía mejor sus palabras del 23 de marzo: “Te cuidaremos, tenemos una economía fuerte y grandes recursos, nos ayudaremos entre todos a salir de la crisis”. Además del fracaso de detener al virus, el gobierno israelí también falló en su misión de suavizar los efectos destructivos en la economía y brindar una red de seguridad financiera. Y parece que el problema no es la falta de capacidad, sino ideológico.
No hay una manera agradable de decirlo: además de las excusas por las limitaciones de la coalición, quienes dictan las políticas económicas desde hace años en Israel son personas que creen en el darwinismo social. Les duele ayudar y no porque la economía del país no sea lo suficientemente sólida, sino porque no les gusta la solidaridad.
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Los trabajadores autónomos reclamaron en la Knesset.
Los trabajadores autónomos reclamaron en la Knesset.
Protesta de trabajadores autónomos.
(Iuval Jen)
La extrema derecha económica, de la que Netanyahu es el representante más importante del país, entiende al gasto público como algo obsceno. No importa si se trata de la salud, vivienda, educación a distancia, discapacitados, trabajadores sociales o adultos mayores. Lo principal es no dar.
Como un experimentado trabajador autónomo estoy acostumbrado a las cachetadas del Estado y no me sorprendió que mi subsidio total en este tiempo sea de 750 shekels (218 dólares). En el balance, hasta es una mejora. Conozco personas que recibieron más ayuda que yo, pero se trata de una minoría, la mayoría seguimos esperando algún evento inesperado que cambie el rumbo de la corriente.
En mi caso hace una semana, sin ningún síntoma previo, me encontré en una emergencia médica. Los cirujanos de primera clase del hospital Ichilov me salvaron la vida a través de una operación complicada. Ellos, así como el resto del personal médico, me trataron de una manera tan profesional y admirable que no puedo escribirlo sin que los ojos se me llenen de lágrimas.
Tuve mucha suerte, pero la recuperación no será fácil y en cuanto a mi trabajo estoy solo. A pesar de todo lo que pagué los últimos 30 años en seguridad social, seguro médico, cuidados a largo plazo, fondos de pensiones y más; no tengo derecho a nada. Mis posibilidades de morir de coronavirus son más altas que hace una semana, pero eso por ahora no es lo que más me preocupa.
* Shuki Galili es comerciante autónomo y editor del blog "Hummus para las masas".
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