Si bien el primer ministro Benjamin Netanyahu nunca podrá detener las protestas en su contra, parece que los manifestantes sí lo están haciendo bastante bien por su cuenta.
Estas no son sólo personas que se suben al tren de las manifestaciones y los raros entre nosotros que no tienen nada que ver con las protestas, sino sus líderes reales.
El viernes, después de que el bloqueo ya había entrado en vigor, los veteranos del movimiento celebraron una fiesta maravillosamente organizada.
Sus contrapartes, más jóvenes, aparecieron en la playa de Tel Aviv el sábado para protestar tanto por el cierre como contra el primer ministro.
Es difícil entender qué tuvo de protesta en realidad, dado que finalmente se convirtió en una fiesta masiva en la playa.
Tanto jóvenes como mayores se burlaban del bloqueo.
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Personas que habitualmente participan de las protestas contra el primer ministro, reunidos durante una festividad, el viernes 18.
(Gil Yohanon )
¿Solidaridad con los israelíes? La protesta, en realidad, se ha convertido en una humillación.
En los videos de la fiesta del viernes por la tarde, se podía ver a gente genuinamente agradable, a las que solíamos etiquetar como "la sal de la Tierra". En estos días, simplemente los llamamos "privilegiados".
Fue un evento social agradable, pero definitivamente no fue una protesta.
Las manifestaciones frente a la residencia oficial de Netanyahu, en la calle Balfour, en Jerusalem ya habían adquirido la sensación de un festival, que ahora se está extendiendo al resto del país.
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Una protesta afuera de la residencia oficial de Benjamin Netanyahu, en la calle Balfour, en Jerusalem.
(AFP)
Está perfectamente bien protestar contra Netanyahu. No es fácil ver al hombre que dirige el barco del estado con tres cargos de corrupción en su contra, diga lo que diga la ley.
También está perfectamente bien protestar por el cierre, que se debe principalmente a la presión política más que al pensamiento racional. Es dudoso que alguien crea que este cierre desordenado realmente servirá para controlar el virus.
Pero cuando los que están en el centro de las protestas ignoran las directivas de salud pública y las regulaciones de distanciamiento social, es un poco difícil demostrarlo en nombre del estado de derecho y la moralidad.
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Manifestantes anti-Netanyahu en la fuente de agua en la plaza Habima en Tel Aviv.
(Moti Kimchi )
Estos son días oscuros. El coronavirus nos está llevando por mal camino, creando divisiones internas que sólo se hacen más grandes.
En Estados Unidos ya se habla de guerra civil. Israel todavía está lejos de ese punto, pero la caída continúa.
Mientras la mayoría de los israelíes están prestando atención a las nuevas directivas, restringiendo el contacto a su familia inmediata o estando completamente solos, la fiesta de Balfour Street continúa.
Esto no acercará a los israelíes. En el mejor de los casos, los hará más sectarios.
Todas las personas y organizaciones que participan en las protestas deben preguntarse: ¿estamos nosotros mismos haciendo lo que le exigimos a Netanyahu: no más incitación, no más corrupción y no más cinismo?
¿Estamos atrayendo a más personas a nuestra causa o los estamos asustando? ¿Nos están ayudando la fiesta del viernes y la fiesta en la playa o son un clavo en el ataúd del movimiento?
Para que el movimiento tenga éxito debe impulsar un debate público serio y genuino. No puede pegarse un tiro en el pie al caer presa de exposiciones y fiestas en la playa.
Las protestas deben salvarse de sus creadores antes de que caigan más en la anarquía.
