La serie de incidentes inusuales en Irán durante la última semana ha demostrado la debilidad del régimen de Teherán frente a serios desafíos en el país y en el extranjero, entre ellos la presión diplomática intransigente de los Estados Unidos, su crisis económica y la epidemia de coronavirus, que hasta ahora se ha cobrado la vida de más de 11.000 iraníes.
Aunque es tentador atribuir estos eventos al sabotaje extranjero, debemos ser prudentes antes de agrupar todos estos incidentes en una categoría.
Una explosión en la planta nuclear en Natanz no tiene la misma magnitud que una explosión en un laboratorio de rayos X en el corazón de Teherán, así como un incidente en una instalación de investigación de cohetes en Parchin no es lo mismo que una falla en un central eléctrica en Ahvaz.
No todas las explosiones o los incendios en Teherán son el resultado de acciones extranjeras. La condición crítica de la infraestructura de Irán es ampliamente conocida, además del pobre mantenimiento, la gestión negligente y la omisiones humanas.
El jefe del Consejo de la ciudad de Teherán admitió recientemente que de 33.000 edificios clasificados como inseguros luego del colapso del rascacielos Plasco durante un incendio en 2017 que mató a decenas de bomberos, sólo 3.000 han sido reparados lo suficiente como para cumplir con los protocolos de seguridad.
Otro funcionario iraní dijo que ninguno de los 50 hospitales de Teherán cumple con los estándares de seguridad.
Sin embargo, incluso si todos estos incidentes están desconectados, esta serie inusual de eventos sólo enfatiza la falta de seguridad dentro de la República Islámica.
En los últimos días se han expresado severas críticas en las redes sociales iraníes por los fracasos del régimen y su incapacidad para garantizar la seguridad de los edificios y la infraestructura ante el sabotaje técnico o intencional.
Los líderes de Irán seguramente están muy preocupados por esta serie de accidentes, especialmente los que se produjeron en instalaciones sensibles, y están bajo una presión creciente para responder a la opinión pública.
Las amenazas externas han obligado a la República Islámica en los últimos años a consolidar su lucha para acabar con la disidencia interna. Es justo suponer que estos incidentes conducirán a un aumento de la opresión contra los enemigos del régimen, tanto reales como ficticios. Por ahora, las tensiones entre el liderazgo iraní y Occidente continúan hirviendo.
En junio, el Organismo Internacional de Energía Atómica de la ONU (OIEA) adoptó una resolución, la primera de su tipo desde 2012, criticando a Irán por no permitir que sus inspectores ingresen a sitios sospechosos de ser parte del proyecto nuclear de la República Islámica.
Al mismo tiempo, Estados Unidos está intentando convencer al Consejo de Seguridad de la ONU para que extienda el embargo de armas contra Irán, que expirará en octubre, y amenaza con activar la cláusula dentro del acuerdo nuclear que permite a todas las naciones firmantes reimponer automáticamente todas las sanciones contra Teherán que habían sido eliminadas antes de la firma del tratado.
Irán, por su parte, dejó en claro que llevaría a cabo una "respuesta apropiada" contra la medida.
Las alas radicales dentro de Irán también han presionado al gobierno para que tome medidas más proactivas en represalia, comenzando por eliminar la cooperación con el OIEA e incluso renunciando al Tratado de No Proliferación Nuclear.
A principios de esta semana, un legislador conservador se enfrentó al ministro de Relaciones Exteriores iraní, Mohammad Javad Zarif, culpándolo por el enfoque diplomático de apaciguamiento del estado e incluso llamándolo "mentiroso".
Incluso si los últimos incidentes no están relacionados, y aunque la mayoría de ellos no hayan sido el resultado del sabotaje, la mayor sensación de alerta dentro de Irán podría conducir a acciones cada vez más severas, a pesar de la falta de voluntad de sus líderes para hacerlo en los cuatro meses previos a las elecciones estadounidenses en noviembre.
*El doctor Raz Zimmt es investigador especializado en Irán en el Instituto de Estudios de Seguridad Nacional de la Universidad de Tel Aviv.