Netanyahu y Kahlon
Moshe Kahlon.
Reuters
Saar se negó a recomendar a Lapid como primer ministro.

La violación de las promesas electorales les costará caro

Opinión. Gideon Saar y Naftalí Bennett sostuvieron una campaña basada en la necesidad de reemplazar a Netanyahu, pero dieron marcha atrás. ¿Por qué sus votantes volverían a confiar en ellos?

Baruch Leshem - Adaptado por Tom Wichter |
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Una de las promesas electorales más famosas de la historia fue la de George W. Bush padre, cuando en 1988 pronunció la famosa frase: “Lean mis labios, no habrá nuevos impuestos”. Lo dijo por sugerencia de su asesor estratégico por la imagen que emanaba el candidato republicano en los focus groups, que exigía una frase firme para fortalecer su carácter.
Bush ganó las elecciones, pero esa promesa electoral volvió hacia él como un boomerang cuando se vio obligado a subir los impuestos tras una suba de los precios del petróleo en los estados del Golfo Pérsico. En 1992 el candidato demócrata Bill Clinton lo acusó de transmitir falsas promesas y esa fue una de las razones de su triunfo.
En Israel también los políticos pagaron precios altos por violar sus promesas de campaña. Moshe Kahlon, al frente del partido Kulanu, anunció antes de las elecciones de 2015 que los precios de las viviendas se reducirían al menos un 20%, un tema sensible para una gran cantidad de israelíes.
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Gideon Saar, tras votar en las elecciones parlamentarias israelíes.
Gideon Saar, tras votar en las elecciones parlamentarias israelíes.
Saar se negó a recomendar a Lapid como primer ministro.
(AFP)
Kulanu obtuvo 10 escaños y Kahlon fue nombrado ministro de Finanzas del gobierno de Benjamín Netanyahu, pero no cumplió su promesa. Cuando se presentó como candidato para las elecciones de 2019 los precios de los departamentos en Israel habían subido un 15%. La mayoría de sus votantes, decepcionados, lo abandonaron. El partido logró apenas cuatro escaños.
Benny Gantz, presidente de Kajol Labán, antes de las elecciones de marzo de 2020 prometió repetidamente que no acompañaría a Netanyahu en un gobierno debido a las causas judiciales que pesan sobre el primer ministro. Después de las elecciones formó junto a Netanyahu un gobierno de unidad y activistas del partido hasta consideraron demandar a Gantz por “incumplimiento y fraude”.
La violación de esa promesa amenazó a Gantz con quedarse afuera de la Knesset, según revelaban las encuestas previas a las últimas elecciones. Una campaña efectiva lo llevó a obtener 8 escaños, un logro relativamente importante, aunque Kajol Labán perdió casi la mitad de su poder en relación a la votación anterior.
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El líder de Yamina, Naftali Bennett, llega para su reunión con el primer ministro Benjamín Netanyahu en Jerusalem el viernes.
El líder de Yamina, Naftali Bennett, llega para su reunión con el primer ministro Benjamín Netanyahu en Jerusalem el viernes.
Bennett, líder de Yamina, se reunió con Netanyahu el viernes de la semana pasada.
( Yoav Dudkiewicz)
Aunque la demanda contra Gantz no se concretó, lo cierto es que existe para el público un fraude y un abuso de confianza cuando un político viola descaradamente sus promesas. Después de todo, se trata de un acuerdo entre dos partes: uno pide el voto y el otro exige el cumplimiento. Y si eso no ocurre, ¿por qué el votante debería volver a confiar en ese candidato?
En la última campaña electoral no se pusieron en juego desacuerdos ideológicos, sino la situación de Netanyahu y su continuidad en el cargo de primer ministro. Por eso dos importantes partidos de derecha buscaron el apoyo de votantes de centro-izquierda: Tikvá Jadasha, de Gideon Saar; y la alianza Yamina, liderada por Naftalí Bennet, prometieron explícitamente que buscarían evitar la continuidad de Netanyahu.
Saar dijo que no se uniría a un gobierno liderado por Netanyahu y hasta agregó que lo consideraba “una persona peligrosa”. Bennett eludió la respuesta a la pregunta sobre si integraría una coalición junto al actual mandatario, pero aclaró en campaña que “el objetivo es reemplazar a Netanyahu”.
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Benny Gantz, ministro de Defensa.
Benny Gantz, ministro de Defensa.
Kajol Labán perdió la mitad de su poder tras formar un gobierno de unidad con Netanyahu.
(Elad Malka)
Estas frases son la única explicación de por qué tantos votantes de centro-izquierda le dieron su voto a movimientos políticos con posiciones que están a la derecha de Netanyahu. La premisa básica de estos dos partidos era que harían cualquier cosa por reemplazar a una persona que, según ellos, era peligrosa para el Estado de Israel.
Tras la votación, al momento de anunciar al presidente a qué candidato recomiendan para formar el gobierno, ninguno de los dos cumplió su palabra. Saar decidió no recomendar a Lapid para el cargo de primer ministro, lo que le dejó al presidente como única opción la entrega del mandato a Netanyahu. Y lo mismo hizo Bennett, que se recomendó a sí mismo pero en la práctica estuvo de acuerdo en que sea Netanyahu el que forme un gobierno.
Si los esfuerzos por formar una coalición fracasan e Israel se dirige a otras elecciones, entonces los votantes de centro-izquierda lo tendrán en cuenta. Y como Saar y Bennett no demostraron gozar de mucho apoyo de la derecha, podrían sufrir un duro golpe electoral e inclusive desaparecer del mapa político. Aunque los dos puedan presentarse como competentes y limpios, la violación de una promesa electoral es un fraude en todo sentido.
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