La cuarentena total es la única medida para vencer al coronavirus. Quizás todos deberíamos resguardarnos y aislarnos en nuestros hogares hasta que el último paciente se cure o hasta que se encuentre una vacuna.
No más infecciones, no más pacientes críticos, no más respiradores, no más curva. Los israelíes de todo el país podrían celebrar con gran alegría al saber que hemos actuado mejor que otros países al vencer a la pandemia.
La cuarentena total también ahorraría mucho dinero al sistema de salud del país, ya que menos pacientes serían hospitalizados.
Las salas de emergencia estarían desiertas, no habría cirugía, menos diagnósticos de cáncer y tratamientos costosos.
Incluso podríamos reducir las horas de guardia para los pasantes y todos los demás trabajadores de la salud (bueno, excepto los ginecólogos, porque no se puede evitar que las personas tengan bebés).
Pero aparentemente, el experimento de salud, social y económico que se está desarrollando actualmente es mucho más complejo que eso.
Llegó el momento de la libertad, y con ello, nuevos casos de coronavirus, como se esperaba.
Todo era demasiado predecible. Es la misma ola, el mismo virus. No desapareció mágicamente; todavía vive entre nosotros.
Es posible que aún no tengamos una vacuna, pero ahora estamos mejor preparados que nunca, con el conocimiento acumulado, la profesionalidad y un protocolo coherente (y sí, quienes padecen otras dolencias que habían sido ignoradas en gran medida ya están de regreso en los hospitales y reciben el tratamiento adecuado).
Como ciudadanos, tenemos la responsabilidad compartida de evitar un repunte salvaje en los casos siguiendo las pautas sin histeria, sin ansiedad y sin conferencias de prensa que provoquen estrés.
El recuento diario casi obsesivo de pacientes con coronavirus altera el juicio y la disposición de los funcionarios a tomar riesgos.
Los que están en el poder, los ciudadanos comunes y los medios de comunicación deben aliviar el estrés mental que todos sentimos y cesar el recuento incesante de números y, en su lugar, centrarse en factores positivos como la educación, las pruebas y el control para el cumplimiento de las directivas de salud.
Cada vida perdida por el coronavirus es la pérdida de un mundo entero para alguien. Pero junto con el dolor, debemos adoptar un enfoque más realista y menos emocional, porque la salud pública es de todos.
La profesora Idit Matot es directora de la División de Anestesia, Dolor y Cuidados Intensivos del Hospital Ichilov de Tel Aviv.
