La privacidad de las personas en Israel ha estado debilitada mucho antes del comienzo de la pandemia de coronavirus.
Fue nuestro miedo al aburrimiento combinado con el fácil acceso a la información lo que nos llevó a revelar más y más de nosotros mismos sin darnos cuenta.
Si queremos participar de un juego en línea descargando una aplicación sin sentido para ver cómo sería en 30 años, debemos estar listos para pagar el precio.
Actualmente, bajo la apariencia de lo que la Organización Mundial de la Salud llama "la peor crisis desde la Segunda Guerra Mundial", el miedo a perder por completo nuestra privacidad se ha convertido en una posibilidad real.
En Israel, debido a la delicada situación de seguridad nacional, el gobierno ya tiene el poder de entrometerse en nuestras vidas, y ahora que estamos librando una guerra contra el coronavirus, ese poder ha crecido aún más.
Mientras tanto, las preocupaciones sobre la pérdida de privacidad se silencian en la cacofonía relacionada con el coronavirus que emana de nuestros televisores y teléfonos móviles. ¿Quién tiene tiempo para preocuparse por el uso que hace la agencia de seguridad Shin Bet de nuestra información personal cuando todos podemos contraer una enfermedad infecciosa?
El ministro de Defensa, Naftali Bennett, propuso recientemente combinar los recursos de los militares con los de la industria de defensa y una compañía de inteligencia privada no identificada, para clasificar a las personas de acuerdo con su posibilidad de contraer COVID-19 y la probabilidad de propagarlo a otros.
Según los informes, la compañía privada no identificada es la controvertida NSO, que ha sido implicada en violaciones de derechos humanos y se cree que proporcionó al régimen saudita información que condujo al asesinato del periodista disidente del reino Jamal Khashoggi.
Bennett está aprovechando al máximo su reputación como un innovador, la cual adquirió luego de vender con éxito dos empresas de alta tecnología y convertirse en un hombre rico.
Hasta ahora, la iniciativa del ministro no ha podido avanzar debido a las cuestiones legales que la envuelven, pero la falta general de oposición del público es reveladora. La población mira con asombro el monitoreo de China hacia sus ciudadanos con el objetivo aparente de evitar la propagación de COVID-19.
Un informe en el periódico británico The Guardian de esta semana, investigó cómo las aplicaciones desarrolladas para monitorear a los civiles en este momento están recolectando información que los regímenes pueden usar para reforzar su control sobre sus poblaciones.
La historia nos ha enseñado que cualquier herramienta utilizada por los gobernantes totalitarios llega a las sociedades democráticas en el momento en que se encuentran luchando contra una crisis de salud.
Nosotros, por supuesto, optamos por superar la pandemia y mantenernos vivos mientras nuestra privacidad se proclama muerta.