Un día todo esto va a explotar. Si la tendencia política de los últimos años continúa, el Estado de Israel colapsará. Es mucho más fácil comprender el peligro "normal" de un ataque terrorista, por ejemplo, que el riesgo que representa el sector ultraortodoxo en el país.
El peligro que representa la comunidad haredi es mucho más cruel porque avanza sigilosamente en lugar de emerger de manera explosiva. La situación empeora cada vez más pero no hay explosión.
Después de un repunte en el número de miembros de la comunidad ultraortodoxa que se incorporaron al mercado laboral y se matricularon en instituciones de educación superior entre 2015 y 2017, los últimos dos años ha habido una caída repentina.
En 2019, sólo 1.222 ultraortodoxos se alistaron en el ejército, en comparación con los 2.774 en 2017. Incluso esta estadística no es del todo cierta dado que muchos de los que las FDI clasifican como "ultraortodoxos" son simplemente religiosos.
Cuando el primer ministro Benjamin Netanyahu se desempeñó como ministro de Finanzas durante la administración de Ariel Sharon mostró un verdadero liderazgo. Recortó las pensiones estatales, aclarando al sector ultraortodoxo que no pueden seguir tomando del Estado sin retribuir.
Pero durante la última década Netanyahu se ha convertido en un hombre diferente. Ahora los ultraortodoxos ni siquiera necesitan amenazarlo para conseguir lo que quieren.
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El primer ministro Benjamín Netanyahu y Yaakov Litzman, cuando era ministro de Salud.
(Amit Shabi)
Esta relación promiscua se extiende a muchas otras partes de nuestra sociedad. Certificados kosher, conversión al judaísmo, el Gran Rabinato, el Muro Occidental y así sucesivamente. Estamos hablando de una violación de la mayoría del país por parte de la minoría radical.
El judaísmo siempre ha sido una religión pluralista, con muchas sectas y movimientos diferentes dentro de ella. Pero en Israel hay coerción por parte del sector ultraortodoxo.
El sector ortodoxo es dañino para el judaísmo, hace que la religión parezca odiosa, lo que aleja a los jóvenes. Sin embargo, el verdadero problema es el hecho de que la mayoría de Israel se está rindiendo ante esa minoría. Aunque los ultraortodoxos son una comunidad variada y multifacética, hablar con ellos es inútil.
Sus líderes han reescrito las reglas del juego. El interés común o la representación de la herencia del judaísmo no significan nada para ellos. Las cosas que les interesan están obligando a la mayoría a inclinarse ante sus deseos y necesidades, y seguir acumulando fondos estatales.
Y ahora estamos acosados por la pandemia de coronavirus, que hasta ahora no ha provocado un colapso social, pero es el primer hito en el camino hacia él.
La forma en que se comportan algunos dentro de la comunidad ultraortodoxa ha dejado en claro que poner en peligro los medios de vida y el bienestar de todos los israelíes les importa poco.
No es sólo un problema de "ellos", sino un problema "nuestro" más que nada. Si hay un brote masivo debido a su comportamiento irresponsable, el virus no sólo matará a los fieles fuera de la casa del rabino Jaim Kanievsky en Bnei Brak, sino en todo el país.
La minoría se rebela y la mayoría se sienta en silencio. Es hora de que eso cambie.
Aunque mi corazón esté con la comunidad ortodoxa, que está sufriendo mucho por la pandemia, sus líderes no son los procesados, sino los perseguidores. Representan un peligro no sólo para su comunidad sino para el resto del país.
Los árabes israelíes, por ejemplo, actuaron con una responsabilidad impresionante cuando hubo un brote masivo en el sector. No se puede decir lo mismo de los rebeldes ultraortodoxos. En lugar de condenarlos, lloramos lágrimas de cocodrilo por ellos.
Este es el momento de que nuestros líderes se aprovechen de la pandemia y digan: el bien de todos los israelíes, incluidos los ultraortodoxos, es mucho más importante que sucumbir a una minoría radical.
Necesitamos un nuevo contrato civil basado en la noción de derechos por deberes, igual en compartir la carga social y poner fin a la coerción religiosa radical.
Esto debe hacerse lo antes posible, o será demasiado tarde y el barco llamado Estado de Israel se hundirá.
