El rey Hussein de Jordania, el presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro Yitzhak Rabin en la firma del tratado de paz en la Casa Blanca, el 25 de julio de 1994.
El rey Hussein de Jordania, el presidente estadounidense Bill Clinton y el primer ministro Yitzhak Rabin en la firma del tratado de paz en la Casa Blanca, el 25 de julio de 1994.
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Banderas de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Israel y Bahrein en Netanya.

El acuerdo de paz no debe hacernos olvidar a los palestinos

Opinión. La autoridad Palestina atraviesa la mayor depresión política de su historia. Las celebraciones de acuerdos no harán desaparecer a 4,5 millones de palestinos. Mañana ellos seguirán siendo vecinos de Israel y no de Emiratos o Bahrein.

Elior Levy - Adaptado por Adrián Olstein |
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No es la primera vez que suenan las campanas de la paz entre Israel y los países árabes. Ya sucedió en la década de 1990. En ese momento Israel abrió oficinas de representación y cámaras de comercio en Marruecos, Túnez y Omán. El punto más alto de aquella luna de miel fue la paz con Jordania y el abrazo que Israel tuvo el privilegio de recibir de parte del Rey Hussein. Luego comenzó una intifada y las misiones de paz se cerraron una tras otra para no volver a abrirse.
Las grandes esperanzas con que se inició aquella paz con Jordania estalló en pedazos y se convirtió con el tiempo en un acuerdo de intereses que responde a las necesidades de seguridad de las partes. De hecho, uno de los momentos cúlmine de la relación entre los pueblos fue cuando un parlamentario jordano invitó a otro israelí a pelearse en el cruce fronterizo.
La Autoridad Palestina vive actualmente la peor crisis política de su historia. Incluso durante el sitio a Yasser Arafat en 2002, el gobierno palestino no se sintió tan aislado. La administración actual del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no deja de golpearla: con el traslado de la Embajada de Estados Unidos a Jerusalem y su reconocimiento como capital de Israel, el cierre de las oficinas de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) en Washington y la expulsión del embajador, el cese de la ayuda a la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA, por sus siglas en inglés), la celebración de la Conferencia Económica en Bahrein y la presentación de un plan de paz a pesar de la negativa palestina a tomar parte en él.
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Banderas de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Israel y Bahrein en Netanya.
Banderas de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Israel y Bahrein en Netanya.
Banderas de Estados Unidos, Emiratos Árabes Unidos, Israel y Bahrein en Netanya.
(AP)
La Unión Europea está más débil que nunca, dividida por sus problemas internos y preocupada por la crisis del coronavirus. Parece como si Europa hubiese disminuido su interés en intervenir en el conflicto israelí-palestino.
Contrario a lo que se cree, la ola de sucesos que comenzó con el anuncio de normalización de las relaciones con Emiratos, no fue lo peor que le pasó a los palestinos. Lo terrible fue descubrir en las últimas dos semanas que la mayoría de los países árabes no los tienen en cuenta.
La semana pasada, la Liga Árabe se negó a cumplir con el pedido palestino de condenar el acuerdo de paz entre Israel y los Emiratos Árabes Unidos. Saeb Erekat, secretario general de la OLP escribió en su cuenta de Twitter el 6 de septiembre: "Intercambié ideas con el ministro de Relaciones Exteriores de Bahrein. Está totalmente comprometido con la iniciativa de paz árabe, con el fin de la ocupación y con el hecho de que la paz sucederá cuando el Estado de Palestina se establezca dentro de las fronteras del 67, con Jerusalem Oriental como su capital". Cinco días después, Bahrein anunció que establecería relaciones plenas con Israel.
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Saeb Erekat: “El acuerdo con los Emiratos es un golpe mortal a la solución de dos Estados”.
Saeb Erekat: “El acuerdo con los Emiratos es un golpe mortal a la solución de dos Estados”.
Saeb Erekat, secretario general de la OLP.
(AP)
El liderazgo palestino describió los hechos recientes como una puñalada por la espalda. Pero no queda claro qué es lo que sorprende a Ramallah cuando los enviados de Catar se alojan habitualmente en Israel, los aeropuertos del Golfo están acostumbrados a recibir aviones privados cuyo origen es el aeropuerto Ben Gurion de Tel Aviv, las relaciones con los líderes de seguridad egipcios están en su punto máximo y se están llevando a cabo otras conversaciones de las que todavía no se puede hacer nada público.
Pese a la tentación, los acuerdos de paz recién logrados no se deben considerar un juego de suma cero. Los palestinos perdieron una ronda, pero no sería correcto celebrar por su orgullo pisoteado. Incluso si más países firman nuevos acuerdos con Israel, eso no hará desaparecer a 4,5 millones de palestinos en Cisjordania y la Franja de Gaza. No se puede omitir su existencia. Ellos seguirán siendo vecinos de Israel y no de Emiratos o de Bahrein. Esto se debe recordar y aprovechar en todo caso el viento que sopla contra la dirigencia palestina para intentar lograr una solución con la ayuda de las nuevas amistades.
Desde el lado palestino, está claro que se necesita un replanteo y una actualización del antiguo liderazgo. Es hora de que se le agradezca por su fracaso y el cetro pase de mano. Bien haría Mahmoud Abbas en dejar de anunciar su renuncia. Los miembros de su dirigencia, la mayoría octogenarios, harían un favor en dejar de aferrarse al poder del gobierno sin una fuente legal de autoridad. Si entrara aire fresco en el sistema político palestino como entró en los países del Golfo, y dejaran de crujir allí los antiguos paradigmas de fines del siglo pasado, tal vez sea posible hablar de paz también con los palestinos.
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