Por desagradable que sea, hay cierta lógica en la idea del ministro de Defensa, Naftali Bennett, de retener los restos de terroristas asesinados para que luego sean utilizados como moneda de cambio.
En 2011, Israel liberó a más de 1.000 prisioneros, muchos de ellos con sangre israelí en sus manos, para obtener la libertad del soldado cautivo de las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), Gilad Shalit, quien permaneció secuestrado por Hamás en Gaza durante cinco años.
Suponiendo que ningún futuro gobierno acepte esos términos nuevamente, la organización terrorista hoy mantiene en cautiverio a dos civiles israelíes, así como también los cuerpos de dos soldados caídos en la última guerra en Gaza en 2014, para lo que se necesitaría realizar concesiones diferentes. Estas, probablemente, incluirán la entrega de prisioneros que no estuvieron involucrados en el asesinato de israelíes, el levantamiento de las restricciones sobre Gaza y la devolución de los restos de militantes en poder de Israel.
Las imágenes de las FDI tomando el cuerpo de un militante que fue asesinado por las tropas del ejército mientras colocaba una bomba cerca de la valla fronteriza fue difícil de ver, y conmocionó y humilló a los palestinos en la Franja.
Las redes sociales estallaron con las críticas a Hamás por el incidente, y los manifestantes en los campos de refugiados del enclave salieron a las calles, quemando neumáticos para expresar su enojo.
Horas después, el jefe del ala militar de la Yihad Islámica publicó pasajes del Corán en su cuenta de Twitter, indicando que las horas de la tarde no serían tranquilas.
Este aumento de la violencia desde Gaza, que ahora parece que se convirtió en tradición en vísperas de las elecciones israelíes, se produce a pesar de los esfuerzos extraordinarios por parte del gobierno en Jerusalem para lograr un entendimiento a largo plazo de la calma con Hamás.
Se ofrecen permisos de trabajo en Israel para los residentes de Gaza, un estipendio mensual para 120.000 familias necesitadas, renovaciones de casas, un nuevo hospital en Rafah y más. Pero esto todavía no parece ser suficiente para Hamás, que no puede controlar a la Yihad Islámica.
Este es el modus operandi del grupo . Cuando no se satisfacen sus demandas, vuelve a la violencia y por dos buenas razones: en primer lugar, se da cuenta de que Israel responde al uso de la fuerza, y un brote de violencia puede garantizar que cumpla con sus compromisos; y en segundo lugar, el grupo terrorista es reacio a renunciar a un aspecto tan vital de su identidad como su resistencia a Israel.
Pero Hamás mantiene una relación difícil con Egipto, e Israel incluso se ha encontrado interviniendo con Qatar para garantizar que su dinero siga fluyendo hacia Gaza.
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Tras el disparo de misiles hacia Israel, las FDI atacaron establecimientos terroristas en Gaza
(AFP)
Por otro lado, Hamás nunca arriesgaría su relación con Irán, a pesar de su actual debilidad económica inducida por las sanciones de Estados Unidos: La República Islámica patrocina tanto a Hamas como a la Yihad Islámica.
Israel es reacio a ir a la guerra con Gaza. Los líderes pueden recordar las secuelas inmediatas de la guerra de 2014, cuando fueron presionados insistentemente sobre si se habían probado todas las opciones diplomáticas posibles antes de comenzar los combates.
A medida que tienen lugar las negociaciones para un acuerdo a largo plazo, hoy, por primera vez en la historia, la respuesta de Israel a esa pregunta sería un rotundo sí.
