¿Cómo se sabe que en un país hay un intento de golpe de Estado? No es fácil. No aparece un cartel en el cielo que diga "¡golpe de Estado!” El sol sigue brillando, los niños siguen jugando, la gente sigue comiendo. Todo parece normal. Cuando en la ex Unión Soviética hubo un intento de golpe de Estado, en 1991, los ciudadanos se dieron cuenta de que estaba sucediendo algo que olía mal porque en la televisión emitían El lago de los cisnes. En todos los canales. Una y otra vez, en una secuencia sin fin. Fuera la que fuera la hora y el canal que miraba la gente, sólo veían ballet. En la televisión israelí ahora se ve el lago de lo intrascendente [NdT: juego de palabras entre los términos hebreos ‘barburim’, que significa ‘cisnes’ y ‘birburim’, que quiere decir ‘intrascendente’ y similares]. Más y más divagaciones sobre el coronavirus. En todos los canales, en una secuencia sin fin. Y detrás de esas intrascendencias y divagaciones hay un intento de golpe de Estado en marcha.
No hay duda de que la epidemia del coronavirus es grave. Pero al final pasará, mientras que vamos a vivir muchos años con las consecuencias de las decisiones que se tomen ahora. Son decisiones de vida o muerte, acerca de los límites de nuestra libertad y sobre el reparto de decenas de miles de millones en dinero contante y sonante. Y ahora mismo es una sola persona la que toma las decisiones. Una persona acusada formalmente de corrupción: soborno, fraude y abuso de confianza. Y que no consiguió obtener la confianza del pueblo en tres ocasiones a lo largo del año pasado. Pero quienes sí fueron elegidos por el pueblo no controlan ni supervisan lo que decide esa persona. Porque esa persona clausuró la Knesset. Si esa persona decidiera repartir algunos miles de millones a su amigo Isaac Teshuva, ¿quién lo controlará? Y si decidiera cerrar los medios de comunicación “para evitar que cunda el pánico”, ¿quién lo va a parar?
Hay muchos otros países democráticos que promulgan ahora decretos de emergencia. Es necesario y legítimo… Porque quienes promulgan los decretos en Italia o en Canadá son gobiernos elegidos democráticamente por el pueblo. En Israel, quien promulga los decretos es alguien que no ha recibido el mandato del pueblo. Hace dos semanas, el pueblo israelí le dio el mandato para que nos represente precisamente a otra institución: la Knesset. Pero en lugar de que el Parlamento sesione, elija a su presidente, forme las comisiones y comience a controlar y supervisar lo que sucede, los emisarios de Netanyahu la cerraron con la excusa de proteger la salud de sus miembros, los diputados.
¿Pero para qué se necesitan diputados sanos si no cumplen sus funciones en una situación de emergencia como ésta? Médicos, policías y vendedores de supermercados siguen trabajando pese al riesgo y al temor de contagiarse. Eso mismo pueden hacer también los diputados. Se les puede proporcionar trajes protectores. Se pueden hacer reuniones “en línea” (online). Hay muchas soluciones posibles. Pero la Knesset tiene que comenzar a funcionar ya.
Médicos, policías y vendedores de supermercados siguen trabajando pese al riesgo y al temor de contagiarse. Eso mismo pueden hacer también los diputados.
Si después la Knesset decidiera concederle la confianza a Netanyahu, tiene todo el derecho de hacerlo. Y si decide concederle la confianza a otra persona, es igualmente válido. Pero el intento de impedir que nuestra Knesset electa controle y supervise lo que hace un primer ministro no electo es un intento de golpe de Estado. Y, mientras la Knesset no funcione, vivimos en una dictadura.
Pero se puede impedir ese intento de golpe de Estado. En Israel, como todo, incluso los golpes de Estado, se hacen con el “método de lo que funciona” . Se cierra la Knesset durante varios días y se ve qué pasa. Si los medios de comunicación no dicen nada, si Gantz lo tolera, si el Tribunal Superior de Justicia duda y si el pueblo lo pasa por alto y no reacciona, entonces la Knesset seguirá cerrada. El golpe de Estado salió bien, ha sido un éxito. Pero si los medios de comunicación levantan la voz y gritan desde sus páginas, si Gantz se indigna, si el Tribunal Superior de Justicia da un golpe en la mesa y lo impide, y si el pueblo sale a la calle, ellos dirán “¿por qué hacen una tormenta en un vaso de agua? Es sólo un pequeño malentendido”. No debemos dejar que funcione el “método de lo que funciona”.
Este lunes 23 será la gran prueba para la democracia israelí y su supervivencia. Si el lunes la Knesset no sesiona, no elige al nuevo presidente de esa institución, no se forman comisiones, entonces probablemente eso ya no sucederá. Todos nosotros somos responsables de impedir ese golpe de Estado. Al menos durante un día tenemos que dejar de ver “el lago de lo intrascendente y de las divagaciones” y volver la vista hacia la Knesset. Debería ser suficiente. Y si Netanyahu y sus emisarios se atreven de todos modos a seguir adelante con el intento de golpe de Estado, aun cuando todos los ojos estén puestos en ellos y son el centro de atención, lo único que puede pararlo es que la gente, los ciudadanos, salgan a la calle.