Es probable que nunca volvamos a la vida que teníamos hace poco más de dos meses. Lo que fue antes del brote de coronavirus, ya no será. Al menos hasta que aperezca una vacuna. Incluso el regreso a varias de las actividades que organizan nuestras vidas no es un retorno, sino un nuevo comienzo.
Si bien la gran cantidad de quejas y enojos es una forma que tiene la población de expresar su dolor y frustración, también sirve para ilustrar su dificultad para comprender la profundidad de los cambios que afrontamos.
Las críticas que hubo a los ministerios de Salud, Economía y Defensa, por legítimas que fueran, ahora son irrelevantes. En la realidad actual ya no tiene sentido creer que hay respuestas definitivas, planes de trabajo infalibles u organismos públicos listos para responder a cualquier escenario posible.
Nos encontramos en un estado de completa incertidumbre. Es una especie de experimento, del cual todos formamos parte. No elegimos esto, nadie nos preparó al respecto, pero la vida es incierta.
La sensación que nos brindó el mundo moderno de que todo es predecible y que de todo tenemos el control, es solo una ilusión. La única arma en nuestro arsenal es la capacidad para adaptarnos y encontrar una solución.
Las dificultades nunca nos detuvieron, sino todo lo contrario. No es casualidad que Israel sea conocida como la “nación start up”. Cuando se trata de tecnología de punta, de destruir túneles terroristas, de derribar misiles de Hamás, de desarrollos científicos y de la creación de complejas aplicaciones móviles, somos los campeones. Está en nuestro ADN.
El ingrediente que nos falta es la paciencia, y eso se debe a que somos muy buenos para resolver problemas con rapidez. Pero durante la crisis actual, la resolución rápida de problemas no es posible.
Si bien las críticas y el enojo nos pueden ayudar a desahogar nuestra frustración, eso no va restaurar la plena actividad a los jardines y colegios. Lo que necesitamos entender nosotros y explicar a nuestros hijos, es que debemos ser pacientes, que la situación es de incertidumbre y que estamos todo el tiempo aprendiendo cosas nuevas.
Hace apenas unas semanas nos preocupaba la posibilidad de ver a cientos de muertos todos los días. Las decisiones del país se deben juzgar por el momento en que fueron tomadas, no por la situación actual.
El primer primer ministro de Israel, David Ben-Gurion, dijo que los expertos son expertos en lo que ya pasó, no en lo que va a pasar. Aquellos que han vivido una crisis pueden dar fe de que el camino está pavimentado con fracasos, que hay que seguir intentándolo y no darse por vencido; que hay que creer.