El primer ministro, Benjamín Netanyahu, no olvidará fácilmente su rápida salida de un acto de campaña en Ashdod el martes, debido a que las sirenas sonaron para advertir sobre el lanzamiento de cohetes desde Gaza.
Independientemente de las afiliaciones políticas, los israelíes tampoco olvidarán esa escena.
Hamas, una organización terrorista, alejó al primer ministro de su campaña y lo llevó a resguardarse a un área segura, mientras estaba rodeado de guardaespaldas. Los terroristas no podían pedir una mejor imagen.
Cientos de simpatizantes que confían en Netanyahu para brindarles seguridad, observaron como se retiraba con la cabeza entre las manos como si hubiera recibido una noticia terrible.
No había razón para entrar en pánico. Los dos cohetes disparados desde Gaza fueron interceptados por el sistema de defensa antimisiles "Cúpula de Hierro" y, unos minutos después, el primer ministro reapareció y volvió a hablar.
Pero el efecto del terror no se mide solo por el daño a la vida, las extremidades o la propiedad. Se mide con imágenes, símbolos, la capacidad de controlar el discurso público y la sensación de seguridad del público. En eso, los grupos terroristas lograron una gran victoria.
La política del gobierno israelí hacia Gaza es poco inteligente. Ha optado por luchar contra lo que se considera un enemigo común que comparte con Hamas: la Autoridad Palestina.
Desde que la lucha de Israel contra la AP se convirtió en una prioridad, a pesar de la cooperación de sus fuerzas de seguridad con las FDI y su asistencia activa en la lucha contra el terrorismo en Cisjordania, Hamas ha sido considerado como el menor de los males.
Los actos de agresión del grupo terrorista a lo largo de la frontera entre Israel y Gaza son aceptables a los ojos del gabinete israelí, que garantiza el flujo de efectivo de Qatar a la Franja y se abstiene de cualquier iniciativa que ayude a reconstruir el enclave asediado.
De hecho, el gobierno israelí está ansioso por dejar las cosas como están y no presenta ninguna solución a las rondas recurrentes de violencia más allá de las declaraciones explosivas. Este es un fracaso rotundo.
Quizás los votantes en las ciudades sureñas de Ashdod, Ashkelon, Beer Sheva y en las comunidades alrededor de la frontera de Gaza piensan que hay asuntos más urgentes que deben decidirse en las elecciones de la próxima semana.
Quizás piensan que otras partes tienen más que ofrecer.
No deben ser condescendientes o castigados.
Algunos de ellos, sin duda, observaron los eventos del martes con cierta satisfacción después de que el primer ministro finalmente experimentó algo de lo que han estado viviendo durante tantos años.
"Netanyahu está en una liga propia", proclaman los carteles de la campaña del Likud repartidos por las ciudades del sur. Pero Hamas ahora ha enviado al distinguido caballero a la realidad con el resto de nosotros.
Su pomposa declaración de que anexará partes de Cisjordania, sus viajes para reunirse con líderes mundiales, su total dependencia del presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, a pesar de su falta de confiabilidad, no resolverán los problemas apremiantes que enfrenta este país.
Netanyahu se ha puesto la ropa de emperador para las elecciones. Y se necesitó un vil grupo terrorista para mostrar toda su gloria desnuda.
