Además de un ejército pequeño e inteligente, Israel también se convirtió en el exportador de un nuevo sistema político: gobiernos en los cuales los partidos pequeños y medianos toman el poder.
Se trata de una política que ya se replicó en varios países europeos y funciona de manera simple: pequeños movimientos se unen y dejan de lado sus diferencias ideológicas con el único objetivo de derrocar al gobierno, generalmente una gestión derechista con tendencia al extremismo.
Esto fue bien definido por Peter Marki Zay, el nuevo candidato de la oposición de Hungría que competirá contra el primer ministro Viktor Orban: “No estamos mirando a la derecha o a la izquierda, estamos mirando hacia arriba”, dijo tras ganar las internas de una alianza que reunió a seis partidos de la oposición en contra de Orban. Marki Zay, de base conservadora, busca seducir a los votantes de izquierda prometiendo que se alejará de Rusia, China y Turquía para devolver a Hungría a los valores europeos de derechos humanos, libertad de prensa y lucha contra la corrupción.
El espíritu de la época también se replica en Suecia, un país que cuenta con un gobierno minoritario respaldado tanto por sectores de izquierda como de derecha. En Francia se movilizan muchos sectores para evitar el triunfo electoral de Le Pen. Y en Austria los partidos pequeños le hicieron sentir el rigor al canciller saliente Sebastian Kurz: ante un escándalo de corrupción lo amenazaron con destituirlo a través de un voto de censura. Kurz renunció antes de la votación.
Se trata de una política que ya se replicó en varios países europeos y funciona de manera simple: pequeños movimientos se unen y dejan de lado sus diferencias ideológicas con el único objetivo de derrocar al gobierno.
En Alemania existe otra variante: los dos partidos principales cedieron poder, especialmente los conservadores, y el destino del nuevo gobierno quedó en manos de dos partidos medianos: los Verdes y el Partido Democrático Libre, que juntos decidirán si Alemania tendrá un gobierno conservador o socialdemócrata.
En República Checa tres pequeños partidos liberales lograron una pequeña ventaja sobre el primer ministro Andrej Babis. Al igual que en Austria y Hungría, se trata de una revuelta contra líderes con políticas conservadoras y anti inmigración.
Estos cambios no son casuales y muestran el regreso de los socialdemócratas en Europa. Los cinco países nórdicos están bajo dominio socialdemócrata, al igual que España e Italia. El disgusto con las extremas derechas, el hecho de que la crisis de refugiados está fuera de agenda y el coronavirus contribuyeron a un lento retorno de los partidos de la centro izquierda, y a la eliminación gradual de los grandes partidos tradicionalistas.
Los partidos medianos hoy se enfrentan a una gran prueba: renunciar a algunas de sus promesas electorales para convivir en una coalición. Es, al mismo tiempo, un camino al caos y una nueva receta global para ganar gobernabilidad.