Para aquellos que no son diestros en estos temas, el Pacto de Defensa Mutua entre Israel y Estados Unidos parece una excelente idea.
Los beneficios parecen ser mayores que cualquier costo, y cualquier país querría llegar a un acuerdo semejante con una superpotencia. Pero la pregunta a hacerse es esta: ¿Con qué fin?
Los desafíos geográficos de Israel obligan a las FDI a mantenerse independientes en sus acciones, algunas de las cuales pueden diferir de las políticas estadounidenses.
El pacto de defensa firmado entre ambos países obligaría a Israel a aceptar ciertas limitaciones y parámetros establecidos por Estados Unidos.
La cooperación en asuntos de inteligencia entre Israel y Estados Unidos es un hecho establecido. Tal vez sea mejor dejarla como está y no complicarla más.
Ciertas restricciones de seguridad no pueden discutirse, pero no es secreto que durante la Guerra del Golfo de 1991, Estados Unidos pidió a Israel que no intentara eliminar a Saddam Hussein, quien estaba disparando misiles diariamente contra el Estado judío.
La cooperación en seguridad y las relaciones en general entre los dos países es impresionante. De hecho, esta relación constituye el pilar de la seguridad nacional de Israel, hoy más que nunca. Por ese simple motivo es más beneficioso progresar sobre las relaciones existentes y no introducir nuevos acuerdos que contengan nuevas restricciones.
Lo mismo aplica en lo que respecta a Irán. Lo mejor sería dejar las decisiones en ese asunto en nuestras manos, y que Estados Unidos solo proveyera consejos y nada más.
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La cooperación en inteligencia entre Israel y Estados Unidos es un hecho establecido.
(Reuters)
También es importante recordar que la preferencia del presidente Donald Trump es reducir la presencia militar estadounidense en Medio Oriente, lo cual entraría en contradicción con cualquier pacto de defensa mutua y causaría tensiones innecesarias entre ambas naciones.
Hoy, los organismos militares y de seguridad israelíes deben coordinar con Rusia, que controla grandes áreas en la región, al igual que con Estados Unidos. Si firmamos un acuerdo con nuestro mayor benefactor, tendremos que negociar el rol de Rusia, poniendo en juego nuestro proceso de toma de decisiones.
La mismísima naturaleza de un acuerdo con Estados Unidos debería ser considerada cuidadosamente.
Es improbable que los estadounidenses acordarían a un pacto de defensa mutua total que llevaría a otros países de Medio Oriente a exigir lo mismo.
Trump ofrece el compromiso de su país a luchar con cualquier amenaza existencial a la que podríamos enfrentarnos, y al hacer semejante declaración de apoyo extiende su compromiso.
Parece que el principal motivo detrás de la sugerencia de un pacto de defensa mutuo surge de razones políticas diseñadas para hacer que ciertos candidatos políticos se vean bien.
Las razones políticas son aparentemente aceptables, pero siempre eclipsan las consideraciones de seguridad, y eso no debería estar permitido.
La mera declaración de un acuerdo inminente también podría ser dañina, ya que podría provocar que otros países lo pongan a prueba.
Una verdadera discusión seria debería ser llevada a cabo. Altos funcionarios de ámbitos políticos y de seguridad deberían ser incluidos, porque, por ahora, todo huele menos a una iniciativa beneficiosa y más a un truco propagandístico.
