Gente respetable y no tan respetable nos dijo que este día nunca iba a llegar. El juicio nunca comenzará, expresaron. El primer ministro, Benjamín Netanyahu, encontrará una salida. Después de todo, ya hubo un retraso del juicio, seguramente habrá otro y otro, hasta que no haya juicio, afirmaron. Y el domingo quedó demostrado que se equivocaron.
El primer ministro se hizo presente en el Tribunal de Distrito de Jerusalem, y la frase “El Estado de Israel contra Benjamín Netanyahu” sacudió al país hasta su núcleo. No se trata de un evento aislado, sino más bien de un ejercicio que va in crescendo. Un lado ya condenó al primer ministro y el otro ya lo exoneró.
El marco de la contienda ya fue delineado y prevalecen la obstinación y la hostilidad mutua. Los líderes de ambos bandos no esperaron ni a que el juicio comience. Al fin y al cabo, aquellos que ya tomaron una decisión, no discuten pequeñeces. Son días difíciles para el Estado. Cualquier intento por mantener la decencia o el sentido de la justicia, se encuentra con un aluvión de críticas y condenas.
El último jueves, el canal 13 de la televisión israelí se superó a sí mismo, cuando un periodista realizó en vivo un simulacro de juicio, en el cual se presentaron fragmentos textuales de testigos por parte del Estado. Filtraciones de este tipo solían ser el fruto de una larga investigación que terminaba en un juicio, pero en el clima actual, son cosa de todos los días.
El simulacro también comete una violación flagrante a la ley: el caso se encuentra dentro de la categoría de sub iúdice (bajo un juez), que significa que todavía se está decidiendo en un tribunal de Justicia y, por lo tanto, no se puede discutir en los medios de comunicación.
La misma noche en que se “condenó” a Netanyahu en un simulacro, otro periodista declaró que Netanyahu no estaba siendo juzgado, sino que se trataba de una guerra emprendida por las élites del país contra los judíos mizrajíes (descendientes de judíos del Medio Oriente y Norte de África) de la periferia, que se cree que son los mayores partidarios de Netanyahu.
No se trata solamente de que ambos periodistas estén convencidos de la rectitud de su posición, sino también que están cerrados a la perspectiva del otro. Y ahí radica el problema. Necesitamos tener mentes abiertas, sin condena o exoneración antes de que termine el juicio. Abandonemos el odio y la adoración que a menudo nubla nuestras mentes.
La evidencia reunida contra Netanyahu deja en claro que hubo una conducta problemática y corrupta. Eso no significa que habrá una condena. Por otro lado, hay mucha evidencia para justificar los reclamos de quienes están a favor de Netanyahu.
El domingo, el juicio debería haberse trasladado de los medios a la corte. Eso no sucedió. El juicio mediático y el debate público no terminará. Seguirán corriendo en simultáneo.