Avigdor Lieberman, ministro de Finanzas, no es el primero que intenta abrir los mercados de importación en pos de reducir el costo de vida de los ciudadanos en Israel. Pero el discurso que se enfoca solo en el costo de vida y en la discusión sobre la brecha entre el bajo precio que cobra el productor y el alto precio que paga el consumidor final, ignora otros aspectos del tema.
Alguien que recorre Israel no puede ignorar la forma en que las tierras agrícolas pintan de colores el país y aportan una imagen de libertad frente a la asfixia de los grandes edificios en las ciudades. Los campos, con sus surcos, sus cultivos de colores y su riqueza, tocan una fibra sensible, casi olvidada, del sionismo y del amor a la Tierra de Israel. Solo un necio puede permanecer indiferente a esto.
Alguien que recorre Israel no puede ignorar la forma en que las tierras agrícolas pintan de colores el país y aportan una imagen de libertad frente a la asfixia de los grandes edificios en las ciudades
Cuando se trata de valores, no existe un valor supremo. Lo que hay son valores contradictorios, en conflicto, que nos obligan a sopesar y establecer prioridades. Reducir el costo de vida es un valor significativo. El problema no está en exigir que se reduzca el costo de los productos agrícolas, sino en ignorar el valor del trabajo de la tierra. ¿Hay valores fundamentales en la visión de los decisores políticos o solo consideraciones económicas sobre la vida material?
A simple vista, los argumentos esgrimidos por el gobierno, no parecen incluir una mirada sobre la importancia de un aquí y un ahora significativos. La adopción del enfoque capitalista, tal como se refleja en la apertura del mercado de frutas y verduras para las importaciones del exterior, se extenderá luego a otros ámbitos.
Conforme a este punto de vista, que pone la satisfacción de las necesidades del ciudadano en primer plano, uno podría preguntarse por qué no apuntar a otros resortes de crecimiento económico. Podría pensarse, por ejemplo, en convertir a las Fuerzas de Defensa de Israel en un ejército mercenario, como medida de beneficio económico para la población.
La mayoría de los ciudadanos de Israel entienden que cada valor tiene su precio. Resulta inconcebible que el valor de trabajar la tierra se mida solo bajo el estrecho carril de los rendimientos y los resultados de las cosechas
También es posible suspender las partidas presupuestarias que el Estado de Israel asigna a las instituciones culturales y educativas y permitir que pasen a formar parte de una economía de mercado, bajo las leyes de la oferta y la demanda.
Por suerte, a pesar de las voces que defienden una economía exclusiva de mercado, el Estado de Israel, al menos en esta etapa, mantiene un punto de vista que considera a los valores del sionismo y la sociedad como una condición necesaria para la existencia de una sociedad civil y nacional.
El entendimiento de que la mayoría de los seres humanos buscan un significado para su existencia y no se conforman con el solo hecho de una existencia privada y civil, debería ser un faro para la política.
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"La reforma en la agricultura es igual a la ruina y la devastación". Protesta de agricultores contra la apertura de importaciones.
(Consejo Regional de Hefer Valley)
La mayoría de los ciudadanos de Israel entienden que cada valor tiene su precio, por lo cual resulta inconcebible que el valor de trabajar la tierra se mida solo bajo el estrecho carril de los rendimientos y los resultados de las cosechas.
Una sociedad que lucha por una vida significativa, tiene prohibido sacrificar el valor de la labranza. Con un poco de esfuerzo y sentido común los precios de la canasta de alimentos se pueden bajar por otros medios.
Para quien guste hablar de la antigua y rica Tierra de Israel, es una buena oportunidad para recordar a uno de sus representantes, el filósofo Aaron David Gordon, quien dijo: “No hay propiedad en la tierra sino en el trabajo. No solo a nivel social, sino también a nivel nacional”.
Si hacemos extensivo este punto de vista a otras áreas, tal vez podremos hablar no solo de la antigua, sino también de la buena nueva Tierra de Israel.
