Las banderas de Estados Unidos e Israel.
Las banderas de Estados Unidos e Israel.
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Donald Trump en el parlamento israelí.

La línea borrosa: Israel, entre la gratitud y la obediencia hacia EE.UU.

Opinión. La ovación en la Knesset contrasta con una incomodidad latente. Mientras Washington marca el camino, Israel debe redefinir los límites entre cooperación estratégica y renuncia a su criterio político.

Eldad Shavit * |
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La visita de Donald Trump a Israel y su aparición dramática ante el pleno de la Knesset quedaron grabadas como un evento excepcional, no sólo por el estilo grandilocuente del presidente, sino sobre todo por la sensación de incomodidad que las acompañó. Da la impresión de que Israel, que durante años se esforzó por proyectar independencia política y militar, aparece hoy cada vez más como un Estado bajo tutela estadounidense. También los intentos de la administración norteamericana por moldear la postura israelí en las negociaciones sobre Gaza, y la manera en que le marca el camino para decir “sí”, reflejan ese mismo patrón de dependencia suave pero persistente.
Los actos, las declaraciones y los aplausos estruendosos en la Knesset generaron una apariencia de respeto y reconocimiento, pero detrás de ellos se percibía otra realidad: una disciplina política hacia Washington. Jared Kushner, yerno de Trump, lo expresó explícitamente al afirmar que el presidente sentía que “la conducta de Israel se estaba saliendo de control y que era momento de impedirle actuar en contra de sus propios intereses”.
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Donald Trump en el parlamento israelí.
Donald Trump en el parlamento israelí.
Donald Trump en el parlamento israelí.
(Reuters)
No se trata de una novedad absoluta. Las relaciones especiales entre Israel y Estados Unidos han sido durante décadas un pilar de la política exterior israelí. La asistencia en materia de defensa, el respaldo diplomático y la protección estadounidense en el ámbito internacional son componentes esenciales de su seguridad y fortaleza. Sin embargo, las interacciones de los últimos meses transmiten algo distinto: no sólo una alianza estratégica, sino una jerarquía.
El hecho de que el gobierno israelí se haya alineado casi por completo con las exigencias de Trump reforzó la percepción de que existe una relación de dependencia más profunda de lo que se admitía anteriormente. Cuando un presidente extranjero pronuncia un discurso en la Knesset y presenta una lista de expectativas como si fueran “condiciones de amistad”, y cuando la respuesta local es una inclinación de cabeza y gratitud en lugar de un diálogo soberano y crítico —como ocurrió con administraciones anteriores—, se configura un patrón que podría afectar la autonomía política de Israel.

Adoptar el esquema de arreglo en Gaza

Esta dinámica también se manifiesta en el presente. Washington no dicta explícitamente cómo debe actuar Israel, pero le ha trazado el camino del “sí” mediante presiones indirectas, insinuaciones diplomáticas y palancas regionales. La insistencia estadounidense, desde el fallido intento de mediación en Catar en torno a las negociaciones para la devolución de los secuestrados, no es sólo una cuestión técnica de canal de comunicación, sino parte de un entramado más amplio destinado a llevar a Israel a adoptar el esquema de arreglo en Gaza. El apoyo en materia de defensa se presenta como condicionado a la “disposición a cooperar”, y así se mantiene un sistema de dependencia silenciosa: no una imposición abierta, sino una pedagogía constante para decir “sí” según dictados externos.
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Isaac Herzog, Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
Isaac Herzog, Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
Isaac Herzog, Donald Trump y Benjamín Netanyahu.
(Chip Somodevilla, Getty Images)
Israel se encuentra hoy más atada que nunca a los intereses estadounidenses, a veces incluso en contra de su propio criterio político o de seguridad. La emoción en torno del discurso de Trump, los aplausos y la celebración mediática del “gran honor para Israel” ocultan una sensación más profunda de incomodidad, como si ya no fuéramos dueños de nuestro destino.
Quizás en la realidad global del siglo XXI, las alianzas y las dependencias sean inevitables, e incluso en ocasiones la insistencia estadounidense sea necesaria para “salvarnos de nosotros mismos”. Pero mientras Israel se considere un Estado soberano, debe volver a preguntarse dónde está el límite entre una alianza sólida y la obediencia. La cercanía con Estados Unidos es un activo estratégico insustituible, pero precisamente por eso se requiere una vigilancia constante sobre el equilibrio entre el agradecimiento y la renuncia a la autonomía de juicio. La visita de Trump fue un recordatorio de que esa línea se está difuminando. Si Israel no la redefine, podría enfrentarse a un precedente problemático: futuras administraciones estadounidenses, de cualquier signo político, podrían ver en la actual dependencia israelí un modelo cómodo para gestionar la relación bilateral.

* Coronel, exjefe del Programa Estados Unidos en el INSS, exjefe del Departamento de Investigación del Mossad y asesor de evaluación en la Dirección de Inteligencia Militar (Aman).
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