El aire ya estaba espeso antes de la fuga de seis terroristas de la prisión de Gilboa. En Gaza la euforia reinaba en las calles tras el asesinato del combatiente israelí Barel Hadaria Shmueli y el liderazgo de Hamás adquirió una extraña sensación de poder tras la operación Guardián de los Muros.
En Cisjordania, en tanto, la atmósfera ya asomaba explosiva por la desesperación reinante: el liderazgo en declive de Mahmoud Abbas en la Autoridad Palestina, la situación económica de los palestinos que empeoró debido al coronavirus y el asesinato de un opositor que reavivó conflictos internos en Ramallah.
Por eso el servicio de inteligencia Shin Bet y la Agencia de Seguridad Nacional emitieron una alerta aproximadamente una semana antes de la fuga de prisioneros. Nadie puede hacerse el sorprendido ni exagerar el impacto que el incidente provocó en las calles palestinas. Sin embargo, la fuga generó una rápida transición de la depresión a la euforia, y todo psicólogo sabe que este es el inicio de una situación inestable.
2 צפייה בגלריה
La fuga de terroristas en la prisión de Gilboa, y sus derivaciones en Gaza y Cisjordania.
(AFP)
De todas formas, hay factores que contienen la desestabilización que provocaron la fuga de prisioneros y el asesinato de Barel Shmueli. El liderazgo de Hamás en Gaza teme una segunda parte de la operación Guardián de los Muros, y al mismo tiempo reciben advertencias de Egipto de cerrar la frontera del Sinaí si continúa imponiéndose el terrorismo. Además Yahiya Sinwar, jefe de Hamás en Gaza, sabe que Israel está dispuesto a promover medidas de alivio para aliviar a la población civil gazatí.
En Cisjordania el factor disuasorio es la capacidad de las fuerzas de seguridad israelíes para enfrentarse a disturbios a gran escala, inclusive aquellos en la que los palestinos disparan con armas de fuego contra las FDI. Los manifestantes saben muy bien el precio que pueden pagar si ponen en peligro la vida de soldados israelíes.
Corresponde admitir que la fuga de Gilboa creó una situación delicada que podría conducir a una gran escalada de violencia. Algunos inclusive hablan de una tercera intifada, aunque parece poco probable que estalle una revuelta como la que Israel conoció en la década del 80 y entre 2001 y 2005.
El servicio de inteligencia Shin Bet y la Agencia de Seguridad Nacional emitieron una alerta aproximadamente una semana antes de la fuga de prisioneros.
La experiencia demuestra que matar a alguien que es percibido como un mártir a ojos de los palestinos casi siempre provoca una escalada. Por eso es aconsejable que las fuerzas de seguridad se esfuercen en capturar a los fugitivos con vida, para evitar que la muerte de ellos recrudezca la violencia. Y deberían ser encarcelados en condiciones difíciles para restablecer el poder de disuasión.
Según estiman las fuerzas de seguridad, los seis fugitivos se dividieron en escuadrones dentro de Cisjordania y se están preparando para una larga estadía en escondites. Saben que cualquier intento de comunicarse con cómplices podría resultar en su captura, por lo que no disponen de telefonía móvil, evitan grandes movimientos y contactos con otras personas. Sin embargo, cuando transcurran unos días necesitarán un suministro regular de provisiones. Allí es cuando el Shin Bet o las FDI podrían capturarlos.
La captura es cuestión de tiempo. Puede llevar mucho tiempo porque se dividieron al menos en tres grupos. Y capturar a uno no necesariamente llevará a arrestar a los demás, ya que se separaron inmediatamente después de su fuga. La dilación de la captura probablemente permitirá que los ánimos se calmen y las detenciones no deriven en una escalada.
A su vez, la fuga de Gilboa debe verse como una oportunidad para cambiar la situación de las cárceles israelíes. En los últimos días los medios y los políticos se expresaron preocupados por los detalles del incidente y las omisiones tácticas. Pero lo que realmente originó la fuga fue la actitud de los gobiernos israelíes hacia los presos y las políticas que condicionaron al servicio penitenciario.
Los presos se convirtieron en socios de la gestión de las cárceles, ya sea por instrucciones que recibió el servicio penitenciario o por miedo a realizar los controles correspondientes. Esto debe cambiar, así requiera que el Estado de Israel deba lidiar con una escalada de violencia en territorios palestinos. Si no lo hacemos, en el futuro pagaremos un precio mucho más alto.
Los terroristas encarcelados en Israel tienen una gran influencia sobre los palestinos, tanto en Gaza como en Cisjordania. Pero ese efecto será mucho menor sí, por ejemplo, finalmente se activan los mecanismos electrónicos para interrumpir las comunicaciones a través de celulares. Mejor que suceda ahora, cuando la opinión pública mundial observa en la fuga de prisioneros una razón justificada para el accionar israelí.
