Desde la decisión de implementar el alto el fuego —y, de hecho, de poner fin a la guerra en Gaza— el primer ministro Benjamín Netanyahu ha negado repetidamente que el acuerdo haya sido impuesto a Israel por el presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Aseguró que no era posible alcanzar un acuerdo antes, y afirmó que se trató de una decisión conjunta entre él y su amigo el presidente, sin presiones ni imposiciones por parte de Trump ni de altos funcionarios de su administración.
Pero Netanyahu no tuvo en cuenta un detalle: Trump no guarda nada para sí. Ni una nota personal y confidencial que recibe durante una reunión en la Casa Blanca, ni conversaciones privadas con líderes mundiales. No tiene filtro. Con Trump, todo sale a la luz, todo es abierto y expuesto. Esta noche (jueves), la revista Time publicó una extensa entrevista con Trump. El presidente estadounidense, quizás sin proponérselo, reveló el giro narrativo que Netanyahu intentó ocultar: se oponía al acuerdo de rehenes y al fin de la guerra. “Lo detuve. Esto podría haber durado años”, dijo Trump abiertamente sobre sus conversaciones con Netanyahu.
Trump entró en detalles precisos de sus charlas con Netanyahu y reveló información sorprendente sobre una conversación entre ambos hace unas tres semanas, el 4 de octubre. “Le dije a Bibi que el mundo estaba cansado de los ataques. Le dije: ‘No puedes luchar contra el mundo. Puedes pelear batallas aisladas, pero el mundo está en tu contra, e Israel es un lugar muy pequeño’”. Luego agregó: “Lo detuve, porque simplemente iba a seguir. Esto podría haber durado años”.
Es decir, el presidente de Estados Unidos tomó una acción directa para detener la guerra y facilitar el acuerdo de rehenes: detuvo a Netanyahu. Ya no se trata de críticas de familias de rehenes, de medios hostiles o de una oposición frustrada. Son palabras que salieron de la boca del presidente estadounidense. El presidente más afín a Israel y amigo cercano y personal del primer ministro —como el propio Netanyahu suele destacar.
Se podría decir que Netanyahu no dijo la verdad, que vendió relatos y lanzó giros mediáticos para presentar ante el público israelí (en realidad, ante su base política) cómo consiguió un logro excepcional para Israel. Había razones políticas: Netanyahu necesitaba vender ese acuerdo a Smotrich y Ben Gvir. No les resultó fácil de aceptar. Y ciertamente no podía contarles sobre una imposición estadounidense, presión o rendición.
Por eso, en la batalla por el relato, Netanyahu fue coherente: recuperamos a los rehenes gracias a la presión militar sobre Hamás; rechazamos un acuerdo parcial y logramos imponerle a Hamás un trato tras la decisión de lanzar “Carros de Gedeón 2”; aceptamos el acuerdo sólo después de que Hamás se rindiera y retrocediera. Y así sucesivamente.
Hasta que llegaron las citas de Trump. Le dio a Netanyahu una lección de comunicación y relaciones públicas —y logró desmantelar el giro narrativo sobre el acuerdo de rehenes y el fin de la guerra. No es que Trump haya querido avergonzar a Netanyahu o dejarlo mal parado. Para nada. Es simplemente Trump. Ese es el hombre, ése es el estilo, ésa es la personalidad. No ve a nadie como obstáculo. Ni siquiera a su amigo Bibi.







