Abraham Cooper y Yitzchok Adlerstein.
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Marcha antisemita en Charlottesville, Estados Unidos.

La educación no cura el antisemitismo

Opinión. Un estudio muestra que el aprendizaje no es el camino más corto hacia un terreno moral más elevado y que las personas educadas y tecnológicamente avanzadas pueden usar su conocimiento y talento al servicio del mal.

Abraham Cooper, Yitzchok Adlerstein |
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Se suele decir que la mejor manera de hacer que todos vivan en armonía con los demás es la educación. Pero tal vez no sea tan así. Durante décadas, nos hicieron creer que el odio está relacionado con la primitividad, la ignorancia y la pobreza. Por eso, muchas veces se apuntó a las clases bajas, los excavadores de acequias y los trabajadores del campo. Sin embargo, estudios recientes refutan esta idea.
"La tolerancia es un subproducto de pensamientos más profundos y refinados", aseguran algunos estudiosos. "Por eso, la educación es el camino más corto hacia el terreno moral superior", añaden.
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Marcha antisemita en Charlottesville, Estados Unidos.
Marcha antisemita en Charlottesville, Estados Unidos.
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(Twitter)
Durante mucho tiempo, judíos y no judíos confiaron en esta postura para formular ideas sobre cómo combatir el antisemitismo. De hecho, en Israel, una gran parte de la comunidad comulgó con esta idea de que a más años de educación, menos hostilidad hacia los judíos.
No obstante, un estudio reciente, realizado por tres profesores y publicado en la revista Tablet, muestra que -a veces- una mayor educación puede conducir también a un mayor odio contra los judíos.
Los autores del estudio sospechaban que las personas con avanzada formación académica podían entender el propósito de las preguntas sobre judíos en encuestas y, de este modo, responder con las respuestas socialmente aceptadas. Aunque no fuera su pensamiento original.
De este modo, probaron su hipótesis preguntando a estos sujetos sobre cuestiones que involucraban a judíos y no judíos, y comparando sus respuestas. Por ejemplo, una pregunta involucraba la legitimidad de que Israel se describiera a sí mismo como un Estado judío, con una pregunta similar sobre la declaración de Dinamarca de que la Iglesia Evangélica Luterana era la iglesia oficial del país.
Otra se refería a si los boicots académicos eran apropiados contra países acusados ​​de violaciones de derechos humanos. Algunos sujetos recibieron la pregunta haciendo referencia a China, mientras que otros a Israel.
Si no hubiera prejuicios contra Israel, las respuestas deberían haber sido similares. En cambio, mostraron más encuestados críticos con Israel que con los Estados no judíos. Además, el efecto fue más fuerte entre los que tenían más educación que entre los menos educados.
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Marcha en contra de Israel en Berlín, Alemania.
Marcha en contra de Israel en Berlín, Alemania.
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(Getty Images)
De esta forma, los profesores llegaron a la conclusión de que educación no equivale a moralidad y una mejor educación no necesariamente produce personas más éticas. El respeto y la prominencia que la sociedad prodiga en los académicos no debería incluir automáticamente elogios inmerecidos por la ética. Durante demasiado tiempo, confiamos en los altamente educados más allá de sus áreas de competencia. Pero es hora de darnos cuenta que esto puede no ser así.
Trágicamente, a veces las personas bien educadas utilizan su perspicacia intelectual para justificar el servicio a las causas del mal. Los altamente educados pueden hacer lo que la gente "menor" no puede: producir ideología. Una turba puede producir caos; la ideología puede ayudar a industrializar el asesinato en masa y sistematizar el genocidio, como lo hizo durante el Holocausto.
La Shoah demuestra que las élites pueden cambiar la justicia para proteger a los poderosos e inmorales y aplastar a los inocentes, los débiles o los justos. Sus palabras proporcionan la arquitectura intelectual para el totalitarismo.
¿Deberíamos acabar con la educación superior? Por supuesto que no. Un bien inconmensurable fluye hacia nosotros de la curiosidad y la indagación que sustenta. Es uno de los principales motores del avance de la civilización.
Pero en 2021, debemos hacer hincapié en la virtud y la moralidad para ayudar a tomar decisiones importantes. Porque junto con los responsables de los grandes logros en la alta tecnología, las ciencias y las artes, debemos reconocer y elevar a aquellos entre nosotros que viven y fomentan la bondad y la justicia.
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