El 37º gobierno de Israel, dirigido por el primer ministro Benjamin Netanyahu, lanzó un bombardeo legislativo masivo durante su primera semana en el cargo con un solo fin: disipar las dudas de la opinión pública sobre el nuevo gobierno.
Muchos israelíes dudan de que el gobierno más ultraderechista y religioso de la historia de Israel sea capaz de cumplir las promesas que hicieron sus candidatos antes de las elecciones del 1 de noviembre. También aumentaron los temores sobre las posibles consecuencias en caso de que Netanyahu cumpliera los acuerdos de coalición.
Estos temores se deben a que este gobierno es algo novedoso en la política israelí. Los informes sobre estas preocupaciones llegaron a los miembros de la coalición, que decidieron diferenciarse de los anteriores gobiernos israelíes desde el primer día, lo que dio lugar a la explosion de legislación.
Netanyahu y sus ministros ponen a prueba hasta qué punto la opinión pública israelí y el mundo están dispuestos a dejarles salirse con la suya antes de contraatacar.
Algunos, como el ministro de Finanzas, Bezalel Smotrich, y la ministra de Transporte, Miri Regev, se contentaron con exponer sus intenciones sin cambiar ninguna política, al menos de momento.
Las respuestas de la oposición y de algunos medios de comunicación israelíes fueron previsiblemente desfavorables, pero no indignadas. Por lo tanto, el gobierno se dio cuenta de que no había cruzado ninguna línea roja a los ojos de la opinión pública y puede seguir sobrepasando los límites.
El anuncio del ministro de Asuntos Exteriores, Eli Cohen, sobre un cambio en la política de Israel hacia el conflicto de Ucrania es una prueba de ello.
Cohen anunció poco después de entrar en funciones que, aunque Israel seguirá prestando ayuda humanitaria a Ucrania, dejará de condenar las acciones de Rusia contra Kiev.
Este giro en la política exterior de Jerusalén no es revolucionario, y no está claro si había sido aprobado por Netanyahu, pero señaló al mundo que el Estado judío está adoptando un enfoque más favorable a Rusia. Rusia elogió la decisión, Ucrania protestó y Estados Unidos se mostró descontento. Netanyahu no hizo comentarios sobre las declaraciones de Cohen.
Mientras tanto, la muy polémica visita del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, al Monte del Templo recibió una amplia condena en Israel y en el extranjero.
El ministro ultranacionalista argumentó que se le debería permitir visitar el lugar por su posicion gubernamental al igual que a los demás visitantes judíos. Aunque presenta un argumento con cierta validez, Ben-Gvir no aborda la complejidad de la situación.
El problema del Monte del Templo, donde también se encuentra la mezquita de Al Aqsa, se remonta a la toma de Jerusalén Este por Israel en 1967. En aquel momento, el rabinato ultraortodoxo de Israel renovó los decretos religiosos que prohibían a los judíos acercarse al Monte del Templo y rezar en él.
Estos decretos decían que, puesto que el mesías aún no ha llegado, ningún judío podía acercarse ni rezar en el lugar desde que fue destruido y profanado. Estos decretos, que entraron en vigor cuando el Templo de Salomón fue destruido por los romanos, hicieron que los judíos se mantuvieran alejados del lugar incluso después de 1967.
El Waqf islámico de Jerusalén, al ver la aprehensión judía de entrar en el Monte del Templo, empezó entonces a apoderarse poco a poco de partes del lugar, concretamente alrededor de la mezquita de Al-Aqsa. Los posteriores gobiernos israelíes, que seguían trabajando al amparo del decreto, no deseaban enfrentarse al Waqf y posiblemente a todo el mundo árabe tomando el control del lugar.
La soberanía musulmana sobre el Monte del Templo se hizo casi oficial cuando Israel aceptó conceder al rey de Jordania la custodia del lugar como parte del acuerdo de paz de 1994 entre ambos países.
El control del Waqf islámico de Jerusalén y del reino de Jordania sobre el Monte del Templo es lo que ha dado lugar al actual "statu quo" en el lugar, en torno a la mezquita de Al Aqsa.
Algunos grupos marginales que piden reconstruir el Templo u ofrecer sacrificios allí permitieron a los líderes religiosos palestinos radicales pintar una imagen falsa al mundo islámico según la cual Israel y los judíos pretenden retomar por la fuerza la zona, destruir la mezquita y construir un templo en su lugar.
La combinación del control jordano e islámico sobre el Monte del Templo, junto con las advertencias palestinas, permitió a los líderes religiosos islámicos convencer a las potencias mundiales y al mundo islámico de que una visita de cualquier funcionario israelí al Monte del Templo se considera una violación del statu quo y un asalto a la mezquita de Al-Aqsa.
Aunque Jerusalén insiste en que no se violó el statu quo, los extremistas islámicos palestinos han adoptado la narrativa de que una visita de un funcionario israelí al Monte del Templo formaba parte del acuerdo desde el principio.
Esta es la razón por la que estalló la Segunda Intifada a principios de la década de 2000 después de que Ariel Sharon visitara el Monte del Templo. En 2015, la visita del MK Uri Ariel al lugar desencadenó una serie de protestas palestinas.
Ben-Gvir conoce bien las historias en torno al Monte del Templo. Sabe que sus acciones pueden terminar en cohetes volando hacia Israel, protestas palestinas en todo el país y daño a la posición de Israel en la región y a nivel internacional.
No obstante, decidió visitar el Monte del Templo para recaudar más apoyo y quizá porque cree que realmente puede cambiar el statu quo.
Aunque, de momento, lo único que Ben-Gvir consiguió fue ponerse en ridículo a sí mismo, a Netanyahu y al nuevo gobierno al colarse en el recinto con un chaleco antibalas a primera hora de la mañana.
Aunque los palestinos todavía no se han amotinado, y Hamás y la Yihad Islámica todavía no han lanzado misiles contra Israel, Ben-Gvir dio a los grupos terroristas una victoria fácil. Al actuar precipitadamente, Ben-Gvir demostró que, tal como decía Hamás, consiguió atemorizar al gobierno con sus amenazas.
Pero la maniobra de Ben-Gvir tuvo repercusiones adicionales. Emiratos Árabes Unidos canceló el miércoles el viaje de Netanyahu al país previsto para la próxima semana debido a "problemas logísticos".
Además, casi todos los países musulmanes de la región condenaron la visita de Ben-Gvir al Monte del Templo. También cabe suponer que las acciones de Ben-Gvir no contribuyeron a normalizar los lazos con Arabia Saudí, al tiempo que indignaron a funcionarios jordanos y egipcios.
Las respuestas de Estados Unidos y la UE tampoco fueron positivas, aunque menos duras que las de sus colegas musulmanes.
En conclusión, las reacciones al nuevo gobierno por parte de la opinión pública israelí, los palestinos y las potencias mundiales no son muy positivas.
Pero el gobierno sigue sobrepasando los límites y la batalla que se avecina entre el gobierno y el sistema judicial será dura. Una batalla que sólo servirá para perjudicar a ambas partes y al pueblo de Israel.
