Las imágenes de la procesión fúnebre de la periodista de Al-Jazeera Shireen Abu Akleh, quien fue asesinada la semana pasada durante un tiroteo entre las fuerzas israelíes y hombres armados palestinos, en la ciudad cisjordana de Jenin, fueron nada menos que horrendas.
Estaba claro que las imágenes del funeral, durante el cual las fuerzas de seguridad se enfrentaron con manifestantes y dolientes palestinos en el barrio Sheikh Jarrah de Jerusalem Este, donde tuvo lugar la procesión, se transmitirían y se verían en todo el mundo.
Las fuerzas de seguridad deberían haberse preparado en consecuencia para permitir que el funeral transcurriera en silencio, rápidamente y sin problemas, y utilizar los medios de violencia sólo como último recurso. No sólo por la cobertura mediática, sino principalmente por las circunstancias que rodearon la muerte de la reportera de Al Jazeera.
No importa quién disparó la bala que mató a la periodista, en su muerte Abu Akleh fue elevada a nada menos que un símbolo palestino.
Las FDI pueden continuar investigando el incidente en Jenin, para tratar de entender dónde se encontraba cada combatiente israelí y cuál de ellos disparó en qué dirección. Sin embargo, estos detalles tienen poca importancia en lo que respecta al resto del mundo.
Israel ve la redada en Jenin, donde la periodista fue asesinada, y cualquier otra operación en el área volátil de los territorios palestinos como un acto de autodefensa. Pero el mundo no. Los ojos internacionales siempre verán a Israel como el agresor. La culpa siempre recaerá sobre nosotros.
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Enfrentamientos durante el funeral de la reportera asesinada de Al Jazeera Shireen Abu Akleh en Jerusalem.
(Ynet)
La cuarta primera ministra de Israel, Golda Meir, dijo una vez que Israel no puede perdonar a los árabes por obligarnos a matar a sus hijos. Parece que la muerte de Abu Akleh evoca el mismo sentimiento de culpa nacional.
Israel debería haber dejado que la historia de la muerte de Abu Akleh simplemente se disipara. Investigar, expresar su dolor y deje que el entierro comience sin hacer un escándalo con algunas banderas palestinas que ondeaban allí.
En cambio, la policía de Jerusalem optó por entrar por la fuerza en Jerusalem Este y enfrentar violentamente a cualquiera que se atreviera a ondear la bandera palestina o gritar cánticos antiisraelíes.
Como si ondear una bandera palestina durante un cortejo fúnebre de dos horas le quitara la soberanía a Israel en la capital.
Fue solo después de que los policías comenzaron a perseguir a los abanderados que las piedras comenzaron a volar por el aire. A partir de los videos de los policías golpeando a todos los que se interponen en su camino, uno podría pensar que las banderas representaban nada menos que una amenaza existencial para el país.
No es casualidad que los estadounidenses exigieran una investigación sobre la conducta de la policía durante el funeral. Abu Akleh no sólo era una periodista que fue asesinada a pesar de llevar claramente un chaleco que la marcaba como prensa, sino también una palestina con ciudadanía estadounidense.
Y es probablemente por eso que el sábado un vocero policial anunció que el comisionado había ordenado una investigación sobre los eventos del cortejo fúnebre.
Esta no es la primera vez que la Policía del Distrito de Jerusalem ha causado un furor similar con su comportamiento. El año pasado, una serie de decisiones desafortunadas por parte de la policía del distrito llevaron a disturbios cerca de la Puerta de Damasco, que finalmente culminaron en un conflicto de 11 días con Hamas y disturbios por motivos raciales que estallaron en las ciudades mixtas de Israel.
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Los incidentes entre palestinos y fuerzas policiales israelíes durante el funeral.
(Ynet)
Este año, al comienzo del mes sagrado del Ramadán, parecía que la policía de Jerusalem había aprendido sus lecciones. El comandante del distrito de Jerusalén, Doron Turgeman, demostró discreción y paciencia. Los enfrentamientos en el Monte del Templo estaban bajo control. Hamas y otros extremistas querían que las tensiones y la violencia se desbordaran más allá del recinto sagrado, pero la policía no les hizo el juego y se comportó de manera responsable y profesional.
Las fotos del funeral, que entre otras cosas mostraban a los oficiales golpeando a los portadores del ataúd con porras, son todo lo contrario de la paciencia y la discreción.
Mostraron al mundo una impactante muestra de brutalidad y violencia desenfrenadas. Mostraron la locura y el fracaso moral de la fuerza policial de Israel.
