Esta semana empezó mal para aquellos que compiten para darle fin al ciclo de Netanyahu, y terminó con una nota un poco más positiva, puesto que la decepción por los resultados electorales fue reemplazada por una visión más sobria de la realidad.
Al reconocer el momento actual como un punto de no retorno en términos de sus propios futuros políticos, el líder de Yisrael Beitenu, Avigdor Liberman, y el jefe de Kajol Labán, Benny Gantz, llegaron a un entendimiento –si no a un acuerdo real– para ir avanzando sobre sus objetivos estratégicos.
Ambos líderes deben dejar de ser reactivos a la agenda que les marca el primer ministro, Benjamin Netanyahu, o se verán desvanecidos en los próximos ciclos electorales.
Gantz y Liberman deben crear una coalición que tendrá que ser apoyada, de una forma u otra, por la alianza de la Lista Conjunta de los partidos árabes de Israel. No existe otra opción viable para formar gobierno.
Deben crear una coalición apoyada de una forma u otra por la alianza de la Lista Conjunta de los partidos árabes de Israel. No hay otra opción viable.
El objetivo final, tanto para Yisrael Beitenu como para Kajol Labán, es ujn gobierno de unidad con el Likud menos su actual líder; pero para alcanzar ese objetivo deben llevar a cabo una complicada maniobra política que requiere de bastante agilidad política.
Deben reemplazar al presidente de la Knesset, reclutar a 59 parlamentarios que recomienden a Benny Gantz al presidente Reuven Rivlin para que sea el próximo primer ministro, aprobar una ley que bloquee a Netanyahu debido a su acusación penal, lograr que la Corte Suprema confirme esa ley, integrar ese gobierno de una coalición minoritaria durante un tiempo y luego sí exteder una invitación al Lijud a que se una, sin su líder.
¿Tendrán éxito? Es dudoso.
Con la deuda nacional tan grande –y además se espera que las consecuencias económicas de la pandemia de coronavirus sean severas–, la demanda de las FDI de un presupuesto adocional que llegue a miles de millones, las promesas hechas a los votantes durante la última campaña y las demandas de los socios de la coalición, Netanyahu es el único factor de unión que aún tienen los partidos de centroizquierda.
Los votantes árabes salieron en gran número a apoyar su liderazgo político, a pesar de los intentos de Netanyahu y sus aliados de intimidarlos y empujarlos hacia el aislacionismo y el extremismo.
Kajol Labán cometió un grave error al seguir el consejo de los activistas que les dijeron que ganarían votos de la derecha si rechazaban a los árabes.
Ahora que el partido ha internalizado la importancia del apoyo árabe, aún no puede superar la oposición de dos de sus parlamentarios, a saber, los ex ayudantes de Netanyahu, Gideon Hauser y Yoaz Hendel, quienes persisten en su oposición a cualquier apego político a la Lista Conjunta. .
Pasar por alto y descalificar a los votantes árabes no es nuevo en la política israelí. En el pasado, los miembros de la Knesset usaban el desagradable término "voto judío" para disminuir la importancia del 21% del electorado israelí. Ahora se ha elegido un término más políticamente correcto: "el voto sionista".
¿Pero quién forma el bloque parlamentario sionista? ¿Los partidos ultraortodoxos? Sus líderes religiosos odian la noción de sionismo más de lo que lo odian a los árabes, suscribiendo la creencia de que sólo después de la venida del Mesías el pueblo judío podría establecer un gobierno judío.
Con el debido respeto hacia el movimiento sionista, las coaliciones se forman acordando principios básicos.
En este momento de la historia de Israel, sería poco probable que la Lista Conjunta sea parte de un gabinete que lanza incursiones en Gaza, pero las semillas de la cooperación entre la mayoría judía y la minoría árabe en Israel se ha sembrado y la campaña racista de Netanyahu quizás debería llevarse el crédito por eso.
