Tamir Pardo, exjefe del Mossad.
Tamir Pardo, exjefe del Mossad.
AFP
Archivo: enfrentamientos con población palestina en el puesto de control de Huwara.

Israel es un país sin frontera territorial: la frontera moral se desdibuja

Opinión. Desde junio de 1967 Israel es un país sin estrategia. Cuando se les pregunta cómo quieren ver al Estado Judío dentro de 30 años, los políticos ponen los ojos en blanco.

Tamir Pardo* - Adaptado por Adrián Olstein |
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Mucho se habla de la gran amenaza que se cierne sobre el Estado de Israel: tanto cuando se habla de Irán, como cuando se habla de los palestinos. Pero creo que la mayor amenaza somos nosotros mismos. O mejor dicho, un mecanismo de autodestrucción que se ha perfeccionado en los últimos años.
Al igual que en los días de la destrucción del Segundo Templo, en los cuales Vespasiano ordenó la represión de la Gran Revuelta. Según el relato de Flavio Josefo en su libro La guerra de los judíos, el entonces emperador romano Vespasiano afirmó: "Dios es un líder militar más importante que yo. Él entregará a los judíos a los romanos y nos dará la victoria sin poner en peligro a nuestro ejército, mientras nuestros enemigos se matan unos a otros con sus propias manos". Fue asi que las legiones romanas se detuvieron y esperaron pacientemente a que los judíos casi completaran el trabajo por ellos. Debemos detener esto antes del punto de no retorno.
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Archivo: enfrentamientos con población palestina en el puesto de control de Huwara.
Archivo: enfrentamientos con población palestina en el puesto de control de Huwara.
Archivo: enfrentamientos con población palestina en el puesto de control de Huwara.
(AFP)
El Estado de Israel es una maravilla de la historia. De los sobrevivientes del Holocausto y las 70 diásporas, contra todo pronóstico, se estableció un estado en el centro de un área hostil, que tuvo éxito en medio de una guerra defensiva, para dar nacimiento a un hogar para el pueblo judío. Siete guerras y una guerra incesante contra quienes aún hoy intentan destruir a Israel no han impedido que se convierta a un territorio sin recursos naturales en una potencia económica.
Pero el país está desgarrado y sangra por la herida. Nuestros enemigos están esperando el momento adecuado. Luego de cuatro procesos eleccionarios en dos años, se logró formar un gobierno, aunque con una exigua mayoría. Pero quienes fueron expulsados ​​de su mandato después de 12 años se niegan a reconocer el resultado e incluso se niegan a referirse al primer ministro en esos términos. Cuando un líder que tiene bajo su órbita decenas de bancas en la Knesset se niega a hacer este gesto simbólico, atenta contra la esencia del acuerdo político, piedra angular de la existencia del estado.
Esa misma oposición boicotea todos los proyectos de ley. No cabe duda que su apuesta es derrocar al actual gobierno. Pero no puede ser que impida incluso la aprobación de leyes que están en clara consonancia con sus puntos de vista, con la seguridad nacional o con el interés público. La paralización de las acciones gubernamentales no se ajusta a las reglas de la convención social sobre la que se asienta el régimen democrático.
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Ilustración de la destrucción del Segundo Templo.
Ilustración de la destrucción del Segundo Templo.
Ilustración de la destrucción del Segundo Templo.
(David Polonsky/Michael Faust)
A eso se suma que el discurso público israelí está caracterizado por la intolerancia, la violencia verbal contra quienes piensan diferente. En esto la Knesset es un mal ejemplo para la sociedad. La polarización no es entre una concepción socialista y una capitalista, ni entre liberales y conservadores o entre izquierda y derecha, como comúnmente se piensa. La polarización real, deliberadamente oculta, tiene sus raíces en la concepción básica de la esencia del estado judío.
El verdadero debate en 1948 fue sobre religión y estado, y la controversia política sobre el tema impidió la creación de una constitución. El segundo debate, sobre el cual no hubo decisión, fue acerca de las fronteras territoriales, aunque esa condición forme parte de la definición de Estado.
Desde el 10 de junio de 1967, el Estado de Israel no tiene fronteras. Durante 55 años, los gobiernos israelíes de izquierda y derecha, con la excepción de la anexión de Jerusalem Este y los Altos del Golán, no han definido a Judea y Samaria y la Franja de Gaza dentro de sus fronteras. Hoy hay tres generaciones, de judíos y no judíos, que viven en Israel sin conocer una realidad anterior. Desde junio de 1967 Israel un país sin estrategia. La pregunta de cómo queremos ver el estado judío en 30 años no tiene respuesta, ningún político está dispuesto a establecer una meta, la mayoría de ellos pone los ojos en blanco.
Los líderes estatales durante generaciones se han abstenido de tomar una decisión, temían y aún temen tomar una decisión. Tienen miedo de asumir la responsabilidad de entregar partes de la Tierra Prometida o de perder el sueño sionista de un estado judío si se anexionan todas las partes de la patria.
Toda persona que se define como sionista entiende que un estado en el que no exista una mayoría judía absoluta será el fin del sueño sionista. Hoy entre el mar y el Río Jordán hay judíos sionistas, judíos no sionistas, no judíos dentro de las fronteras de 1967, no judíos en Judea y Samaria y no judíos en el territorio de Gaza. No tiene ningún sentido pensar que algún día estas personas renunciarán a sus derechos. No hay poder en el mundo capaz de impedirle a una persona luchar con todas sus fuerzas en pos de su libertad e igualdad.
En el idioma hebreo, la palabra "frontera" tiene varios significados, y la falta de demarcación de las fronteras, del territorio, puede conducir a una confusión en las fronteras morales y normativas. La intolerancia al que opina diferente, el rechazo mutuo de quienes administran el estado y la violencia con que se ejercen tales diferencias, son solo algunas de las pérdidas de frontera producto de la falta de voluntad para abordar el problema número uno del Estado de Israel: Qué país queremos y cuáles son sus fronteras.
*Tamir Pardo es exjefe de Mossad
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