El último martes, día del atentado terrorista en Ariel, coincidió con el 87º cumpleaños del presidente de la Autoridad Palestina (AP), Mahmud Abbas.
No por casualidad, también era el aniversario del anuncio de su predecesor Yasser Arafat en Argelia sobre la creación de un Estado palestino con Jerusalem como capital en 1988.
Puede que el Estado palestino nunca se haya materializado, pero Abbas sigue siendo el presidente de la AP 17 años después. Benjamín Netanyahu, que está a punto de volver a ocupar el cargo de primer ministro, podría superarlo, suponiendo que cumpla un mandato completo de cuatro años y Abbas se retire debido a su avanzada edad u otros factores.
Lo que es seguro es que el liderazgo de Abbas en los próximos años podría tener más consecuencias para la realidad palestina en Cisjordania que el sexto mandato de Netanyahu.
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Fuerzas de seguridad de la Autoridad Palestina con pasamontañas junto a un vehículo blindado a la entrada del campamento de Balata, cerca de la ciudad cisjordana de Naplusa.
(AFP)
Aunque sea percibido como algo débil y carente de legitimidad por parte de la opinión pública palestina, e incluso como un terrorista a ojos de la derecha israelí, su capacidad para mantener el control podría ser el elemento que haga más manejable el reinado de "Bibi".
Son tiempos realmente tensos y el número de víctimas en ambos bandos no hace más que aumentar, pero Abbas es quien tiene el dedo en la presa con fugas, con la ayuda de las fuerzas de seguridad palestinas.
La situación de la seguridad sobre el terreno en este momento es un anticipo de la inundación que vamos a ver en Israel, una erupción aún mayor de la que presenciamos hasta ahora, y la Autoridad Palestina y su presidente son los que están frenando la gran deriva, junto con el Shin Bet y las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), que también fueron etiquetados como enemigos del movimiento sionista religioso.
Netanyahu, sus aliados del bloque conservador, Bezalel Smotrich e Itamar Ben-Gvir, y otros, pueden hablar todo lo que quieran de que Abbas es un enemigo acérrimo, pero la realidad es que él y la AP son lo único que nos separa de otra Intifada -una que podría requerir que las fuerzas de las FDI vuelvan a tomar el control de las principales ciudades palestinas y de los campos de refugiados indefinidamente-.
Esto no es sólo un problema de seguridad. Es un problema de infraestructura. Una ocupación total por parte de las Fuerzas implicaría la gestión de sistemas de alcantarillado, gestión del agua y el suministro de electricidad para millones de palestinos.
Ese es un escenario que incluso el más derechista preferiría evitar.
Hamás, que no quiere ser eclipsado, probablemente utilizaría un levantamiento masivo en Cisjordania como pretexto para lanzar cohetes contra Israel.
Muy a su pesar, si la ultraderecha israelí desea estabilizar la situación de seguridad y afianzarse en el poder, tendrá que lograr la paz y para ello necesitará una Autoridad Palestina fuerte y estable con un liderazgo hábil.
Y eso significa Abbas en el poder
Su control, aunque disminuido, sigue siendo palpable, prueba de ello sería que lograra convencer a las personas buscadas en Naplusa de que se entregaran y entregaran sus armas (con algo de ayuda israelí, por supuesto).
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Un hombre camina junto a un vehículo blindado de las FDI después de que Israel bloqueara las entradas a Naplusa.
(Foto: AFP)
El día después de Mahmoud Abbas puede presentar el Israel de Smotrich y Ben Gvir a un liderazgo palestino mucho menos estable y mucho más violento que creará el caos.
Cualquier futuro ministro de Defensa, aunque sea el propio Smotrich, que no desee crear una situación suicida para el Estado de Israel y sus ciudadanos, tendrá que rezar por la estabilidad de la AP y la salud del presidente de 87 años.
