El resurgimiento de las infecciones de coronavirus en curso en Israel ha pasado un punto crítico en los últimos días, ya que el número de pacientes con COVID-19 en estado grave aumentó de 60 la semana pasada a 145 el martes por la noche.
El número de casos diarios superó la marca de los 2.000. El número de pacientes con respiradores aún es relativamente bajo, pero se ha duplicado durante la última semana.
La única nación en la que Israel podría buscar orientación es el Reino Unido, que también experimentó un fuerte aumento en las infecciones, pero el número de hospitalizaciones y casos graves se mantuvo estable.
Desafortunadamente, según los datos preliminares, que muchos esperan que cambien, la proporción de diagnósticos a hospitalizaciones y casos graves de Israel es peor que la del Reino Unido.
Un informe publicado el martes por la Universidad Hebrea de Jerusalem muestra que, si bien la vacuna de Pfizer sigue teniendo una eficacia del 91% en la prevención de la mortalidad, la protección contra enfermedades graves se redujo a un 80%. Sin embargo, ensayos clínicos del gigante farmacéutico sitúan esa cifra en más del 90%.
En cuanto a la protección contra las infecciones en general, el Ministerio de Salud publicó la semana pasada datos que muestran que se había derrumbado a alrededor del 40 por ciento.
Sin embargo, muchos expertos argumentan que estos resultados son imposibles y simplemente el resultado de una metodología defectuosa, considerando que Israel es el único país del mundo que cuenta con una efectividad tan baja.
Estos datos abismales podrían explicarse de dos maneras: o sus cálculos fueron incorrectos considerando el número aún bajo de pacientes, o la vacuna está perdiendo su eficacia con el tiempo, o específicamente cuando se trata de la variante Delta.
Este complicado estado de situación exige que el gobierno tome acciones inmediatas y decisivas.
Hasta ahora, los líderes de Israel han optado por el "modelo británico", donde permitieron que la vida cotidiana continuara como de costumbre a pesar del aumento de casos.
Uno puede ver por qué Israel eligió seguir este camino: la impresionante disminución en los casos que ha visto el Reino Unido, que comenzó varios días después del Día de la Libertad, cuando los británicos anularon casi todas las restricciones de salud pública.
¿Alcanzaron la inmunidad colectiva a través de la vacuna (y también a través de aquellos que se recuperaron del virus), incluso contra la variante Delta? Quizás. Pero puede ser un respiro temporal. Como se ha convertido en la norma durante el último año y medio, las profecías y predicciones son un asunto peligroso.
Entonces, ¿cuál es la diferencia entre Israel y el Reino Unido? Primero, nuestras vacunas son diferentes, supuestamente de más de "alta calidad". Además, los británicos han decidido extender significativamente el período entre la primera y la segunda vacuna obligatoria.
En otras palabras: si hay una pérdida gradual de inmunidad, sus posibilidades de resultar heridos son mucho más bajas que las de Israel, que decidió dar rápidamente ambas inyecciones a la población anciana hace más de seis meses, de acuerdo con las recomendaciones de Pfizer.
Como de costumbre, el año escolar se ha convertido nuevamente en un tema. Se espera que los ministerios de Salud y Educación lleguen a un compromiso sobre un período de cuarentena de 72 horas para los estudiantes de escuela primaria que han estado expuestos a un paciente confirmado, además de las pruebas de rutina para permitir que los niños regresen rápidamente a la escuela.
Se otorgará a las autoridades locales un gran poder para gestionar los brotes locales. ¿Será eso suficiente? No podemos estar seguros.
El ministro de Educación, Yifat Shasha-Bitton, no temió criticar los movimientos del primer ministro Naftali Bennett en la televisión en vivo mientras intenta presionar a que se vacunen aquelos que aún rechazan hacerlo. Los funcionarios de Salud creen que Shasha-Bitton continuará oponiéndose a las recomendaciones de los expertos incluso si terminan llegando a un acuerdo.
La falta de apertura del año escolar el 1 de septiembre supondría un duro golpe para la credibilidad del gobierno, algo de lo que el gabinete del ex primer ministro Benjamin Netanyahu nunca se recuperó.