Januca Kislev
Finalmente, la luz vencería a la oscuridad.
Ynet
Yehuda Najshoni

La fiesta de Janucá en la casa del comandante de las SS

“Aizik, que era el sirviente del ‘Hunter-Sharps-Führer’ o comandante de las SS, organizó una fiesta para los amigos. Allí no corrió el vino como el agua; lo que se vertieron fueron lágrimas. En lugar de bailar, nos tomamos de la mano. Sentí como una corriente eléctrica que me atravesaba por el cuerpo. En la pared había una foto de Hitler, pero la pequeña vela que parpadeaba en la mesa del ser demoníaco nos dio a entender que la luz vencería a la oscuridad. Nuestra esencia como seres humanos no había desaparecido, y no habíamos perdido la esperanza. Después del milagro de mi salvación, puedo hablar de ‘la roca de mi salvación’ (en hebreo, ‘maoz tzur ieshu’atí’)”. Este es el testimonio de un sobreviviente del Holocausto en el campo de exterminio.

Yehuda Najshoni - Adaptado por Beatriz Oberlander |
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Una fiesta de Janucá en Auschwitz, donde todos los días se quemaba a miles de seres humanos y los muertos estaban amontonados unos sobre otros. ¿Es que todo lo que tenía algo que ver con lo judío tentaba a los ángeles del sabotaje más que un trapo rojo a un toro furioso? Se fusilaba a los judíos mientras rezaban erguidos las oraciones. Y de repente una fiesta de Janucá en el valle tenebroso de la muerte… Y además en la casa del jefe de las SS. ¿Quiénes sino los que asistieron a la fiesta creerán en este espejismo? ¿Quién tuvo el valor de organizar algo así en Auschwitz?
Aizik –un muchacho joven y suave como la leche– era el sirviente del ‘Hunter-Sharps-Führer’, y tuvo la osadía de hacer una fiesta de Janucá en la oficina de su patrón. Por supuesto, en esa fiesta no corrió el vino como el agua. En realidad, se derramaron lágrimas al oír el poema “Ma’oz Tzur” recitado por uno del grupo.
El abajo firmante se refirió al milagro de Janucá, recordó temblando la tierra de Israel, vio en la pequeñísima vela que parpadeaba en la mesa que la luz vencería a la oscuridad, y habló de los viejos y buenos tiempos. Y les dio sabor a sus palabras con frases de los justos, que aunque dijera en voz baja sonaron como un trueno ante la foto del ser abominable y con bigote que estaba colgada en la pared. Un joven nacido en Chichinov recitó canciones en hebreo sobre el día a día.
“Los demonios del infierno-sobre-la-tierra saben que hoy es la fiesta de Janucá de los judíos”
Antes de la fiesta habíamos acordado que cuando la vela se estuviera apagando, nos dispersaríamos Aunque el ‘Hunter-Sharps-Führer’ no volviera esa noche, pensamos que era peligroso caminar a esas horas, especialmente cuando existía el temor de que los demonios supieran que era la fiesta judía de Janucá. Sin embargo, nos quedamos sentados en la oscuridad, y en lugar de bailar nos tomamos todos de la mano. Sentí que una corriente de electricidad atravesaba por mi cuerpo.
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Janucá
Janucá
Una pequeña vela que lucha contra la oscuridad.
Salimos uno detrás del otro, en silencio e inmersos en pensamientos profundos. De la chimenea salían chispas de fuego, las pesadillas del campo presionaban hasta reventar, pero nos quedó grabada en el alma la pequeña vela que luchó contra la oscuridad y venció. Aunque finalmente la vela se apagó, y muchas otras se apagaron esa noche, el mero hecho de haberla encendido en la casa del demonio demostró que nuestra esencia humana aún no se había acabado y que no se había perdido la esperanza. Yo llevaba entonces siete meses en Auschwitz, un infierno sobre la tierra. Los amigos de Polonia estaban allí hacía varios años, y la sed del alma subsistía. Nos dimos un apretón de manos y dijimos “maoz tzur ieshu’atí” (en español, ‘la roca de mi salvación’).
Fue un gran milagro, tanto como los intentos de rescate que me han sucedido desde que llegué a Auschwitz hasta el día de la liberación. Y, de hecho, puedo dar fe de que Maoz, un salvador, en la vida anterior a Auschwitz, en Auschwitz y en los años posteriores a la liberación.
Jamás olvidaré esa fiesta, que fue para mí un gran milagro, como todos los milagros que permitieron que me salvara desde que llegué a Auschwitz hasta el día de la liberación. Y puedo dar fe de “maoz tzur ieshu’atí” en la vida anterior a Auschwitz, en Auschwitz mismo y en los años de la liberación y los que le siguieron.
* Yehuda Najshoni, bendita sea su memoria, que vivió entre 1915 y 1982, fue un prisionero en Auschwitz, era escritor, pensador, poeta y periodista. El testimonio completo se publicó por primera vez en la fiesta de Janucá de 1975 en “Shearim” (en español ‘puertas’), la revista del Movimiento de Trabajadores de Agudat Israel, de la que Najshoni fue uno de los directores.
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