Sobreviviente
"Estoy aquí para que quede documentado el testimonio de lo ocurrido, a fin de que se escriba en los libros de historia para los jóvenes y para las generaciones venideras".
AFP
Abraham junto a Dana, su nieta.

Sobreviviente de la Shoá testifica en Alemania contra un guardia de un campo de concentración nazi: "No he venido a vengarme"

75 años después de que lo enviaran al campo de Stutthof, Abraham Korisky recordó el horror vivido allí, y testificó en Alemania contra Bruno Dey, un ex guardia de 93 años del campo nazi, acusado de haber ayudado a que se cometieran 5.239 asesinatos. “No me importa si él va o no a la cárcel, estoy aquí a fin de que quede documentado lo ocurrido para las generaciones venideras”

Itamar Eijner - Adaptado por Beatriz Oberlander |
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El sobreviviente del Holocausto Abraham Korisky tiene 91 años y vive en Israel, y viajó a Alemania para testificar en el juicio contra Dey, de 93, que fue guardia de las SS en el campo de concentración de Stutthof, próximo a la ciudad polaca de Gdansk (conocida también como Danzig). El juicio tiene lugar en un tribunal de menores de Hamburgo.
Dey, acusado de haber ayudado a que se cometieran 5.239 asesinatos, fue conducido a la audiencia en el tribunal en silla de ruedas, que tuvo lugar en un tribunal de menores porque los delitos se cometieron cuando Dey tenía entre 17 y 18 años.
La familia de Abraham Korisky lo acompañó en el juicio. Su nieta Dana Carmiel publicó una foto junto a su abuelo, así como una emotiva publicación: “Mi heroico y valiente abuelo testificó contra el criminal de guerra nazi durante dos horas. Había lágrimas en los ojos de todos los presentes de la gran sala del tribunal público que tuvo lugar en la ciudad alemana de Hamburgo. Su testimonio sobre los horrores difíciles de soportar, fue equilibrado y rotundo. Cuesta describir cómo pese al sufrimiento del cuerpo, él siguió, y sobrevivió. Y lo que es más importante, creó una familia, crió a sus hijos con alegría, sin traumas, miedos u odio. Con la sencillez y naturalidad que se puedan imaginar, y con mucho amor y tolerancia a los seres humanos. Abuelo, eres el hombre más lleno de vida, optimista y joven que conozco. ¡Estoy orgullosa de ser tu nieta!”
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Abraham junto a Dana, su nieta.
(Ynet)
Además, citó la respuesta de su abuelo a la pregunta que le hizo la jueza: “¿Por qué ha venido usted hasta aquí para testificar?” A lo que Korisky respondió: “No fue por el acusado. Y tampoco por venganza. No me importa si él va a la cárcel o no. Yo estoy aquí para que quede documentado el testimonio de lo ocurrido, a fin de que se escriba en los libros de historia para los jóvenes y para las generaciones venideras en todo el mundo. Que lo sepan. No olvido y no perdono, pero mi mejor venganza es mi familia sentada aquí conmigo, eso es todo”. Y la nieta agregó: “Abuelo, eres único; eres especial”.
Abraham Karisky testificó sobre los tremendos abusos que padecieron los prisioneros en el campo. “Nos pegaban todo el tiempo, a todas horas, incluso cuando estábamos trabajando”, contó. Y dijo que entre los años 1944 y 1945 fue testigo de actos sádicos organizados por las SS. Un día, obligaron a un niño a pegarle a su padre hasta matarlo; fue delante de todos los prisioneros. A Korisky lo enviaron al campo de concentración en 1944 desde Lituania, cuando tenía 16 años. A principios de 1945 sobrevivió a una “marcha de la muerte” (denominada así desde entonces) junto con miles de prisioneros, hasta que el Ejército Rojo lo liberó. Ahora vive en Israel.
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Abraham se presentó a declarar en el juicio junto a toda su familia.
(Di Welt)
Según la acusación, siendo guardia en el campo de concentración nazi, Dey ayudó a que se asesinara a prisioneros judíos entre el 9 de agosto de 1944 y el 26 de abril de 1945. Una de las tareas asignadas a Bruno Dey era impedir fugas, rebeliones y la liberación de prisioneros. El juicio contra él comenzó setenta y cuatro años después de que se perpetraran los asesinatos en el campo de concentración. Este es uno de los últimos juicios con acusaciones sobre crímenes de guerra nazis. Según una información publicada por el diario alemán Die Welt, el acusado reconoció ante los fiscales, durante la investigación del año pasado, que había visto que se llevaba a gente a las cámaras de gas para ser asesinadas. Y se preguntó por qué tenía que haberse ido de allí… “Ellos habrían encontrado a otro en lugar de mí”, le dijo a quienes lo interrogaron. “Me sentí mal por la gente que había allí. No sabía por qué estaban. Sabía que eran judíos y que no habían cometido ningún delito”.
En su testimonio ante el tribunal alemán, Bruno Dey declaró que no es entiende a qué se deben las acusaciones contra él. “¿Por qué se supone que soy culpable de eso? Y me pregunto a mí mismo qué se suponía que tenía que haber hecho. Como individuo, uno no podía ayudar a la gente del campo de concentración. Lo lamentaba por ellos, pero no podía ayudarlos”.
A John Demaniuk, que fue guardia en el campo de concentración de Sobibor, lo condenaron en un tribunal alemán por haber ayudado a asesinar a más de 28.000 seres humanos. Pero no se pudo demostrar que él personalmente, con sus propias manos, les había quitado la vida. A partir del caso Demaniuk, el sistema jurídico alemán ha investigado a varios guardias de campos de concentración y exterminio, aun cuando éstos no hubieran cometido personalmente el asesinato de seres humanos.
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