Cuanto más dure la epidemia del coronavirus, mayor es la posibilidad de que cambien nuestras costumbres. Estudios que se llevaron a cabo indican que el hombre medio tarda al menos 21 días en crear un nuevo hábito, y que se requieren dos meses para que la nueva costumbre se vuelva automática. Semanas o meses de distanciamiento social (y un mayor cuidado en la higiene personal) pueden cambiar nuestro comportamiento durante mucho tiempo, y en numerosos aspectos. Los sitios web tecnológicos, así como expertos en economía y el mercado de valores en todo el mundo –incluido Israel– explican que así como cambian los hábitos durante meses de confinamiento, la grave crisis económica tendrá un enorme impacto. A continuación mencionamos los cambios principales que se prevé se produzcan en nuestra vida al día siguiente de que acabe la pandemia.
Uno de los hechos más previstos como resultado de la época de confinamiento por el coronavirus es el descubrimiento de las ventajas de trabajar desde casa. En la Universidad de Chicago calcularon que millones de trabajadores podrían sentir rechazo de volver a la oficina. También habrá estudiantes que no querrán los campus y preferirán terminar sus estudios online, o no terminarlos en absoluto.
Según el director general de la empresa Intel en Israel, Yaniv Guerti, “el mundo será completamente diferente, pero no necesariamente en el mal sentido. El distanciamiento social está creando un cambio de dimensiones históricas. La gente hará el trabajo y estudiará desde la casa. Esa revolución se está produciendo mientras escribimos estas líneas. De repente se vuelve a descubrir, en cada casa, el enorme poder que tiene la computación, la comunicación, la inteligencia artificial, lo cibernético”.
El gerente responsable de la Dirección de Innovación de Israel, Ahron Ahron, opina lo mismo. “Habrá un nuevo equilibrio entre el trabajo y la casa. Pero de momento no podemos medir el rendimiento de quienes trabajan desde casa”.
El coronavirus también permitió descubrir las ventajas de los exámenes médicos desde casa, una buena noticia para los sistemas de salud pública en todo el mundo. Se prevé que las empresas que logren que la tecnología de medicina a distancia más asequible, van a prosperar. De repente nos hemos dado cuenta que tener un diagnóstico estando en casa puede ser tan sencillo y fácil como usar el teléfono o la computadora.
A los que les esperan noticias menos buenas es a los restaurantes, en especial los que se encuentran cerca de los lugares de trabajo. Está claro que cuantas más personas trabajen desde casa menos personas comerán en los estupendos restaurantes que hay al lado de las oficinas. A lo que se suma que la gente aprendió a disfrutar de cocinar en casa, y reconoce sus ventajas.
El admirado escritor Walter Isaacson, que escribió las biografías de Albert Einstein y de Steve Jobs, afirma en un artículo que publicó en el Wall Street Journal que si la segunda mitad del siglo XX fue la era de la revolución digital, la crisis del coronavirus representa una nueva –e incluso más importante– era en el mundo: la revolución de las Ciencias de la Vida. A principios de este siglo, la humanidad ya era capaz de poder secuenciar y hacer un mapa de nuestros genes y de los de todos los organismos. En su opinión, el coronavirus atraerá a una nueva generación de científicos y de innovadores. Así como la revolución digital estuvo a la cabeza de la innovación en la segunda mitad del siglo XX, la revolución biotecnológica será el motor de la primera mitad del siglo XXI.
Esta revolución afronta tres retos. El primero: la dificultad de lidiar con nuevas epidemias. El segundo es descubrir los mecanismos del cáncer y encontrar las vías de adaptar el tratamiento a cada persona. Y el tercero es “editar” nuestros genes, de modo que podamos volvernos inmunes a diversos virus y al cáncer. Isaacson añade que gracias a la revolución biológica se podrán reparar mutaciones que causan problemas, y mejorar genéticamente nuestro organismo y el de nuestros hijos. Y necesitaremos no sólo científicos, sino también filósofos y pensadores para establecer las normas de lo que se debe y no se debe hacer.
La lenta llegada de la quinta generación de celulares en el mundo recibirá una inyección de energía como consecuencia del coronavirus (pese a que los autores de teorías conspirativas delirantes intentaron establecer una relación entre la tecnología y el brote de la epidemia). La impotencia del mundo ante el coronavirus demostró las ventajas que tiene una poderosa red celular en situaciones de emergencia y en general: una comunicación de calidad, sin desfases; su enorme capacidad; su flexibilidad y su manejo inteligente; lo que ofrece en campos fundamentales como la medicina a distancia –por ejemplo, operaciones que lleva a cabo un médico que se encuentra en el otro extremo del mundo–; la posibilidad de poner en marcha a través de ella y desde lejos equipos complejos sin la mano del hombre, como robots en las fábricas, y más y más.
Se prevé que el coronavirus también cambie nuestra actitud respecto de cuestiones como la salud y el medio ambiente, que hasta ahora no eran el principal tema de interés en los medios de comunicación y en la conciencia de la gente. El rabino y catedrático Jonathan Sacks, miembro de la Cámara de los Lores de Gran Bretaña y ex rabino jefe de la comunidad judía, profundizó en el tema en entrevistas que dio a la prensa local. “Quienes vemos la manera en que un virus pequeñísimo y microscópico puso de rodillas a toda la humanidad, no podemos seguir siendo indiferentes a la naturaleza. Esto hará que todos seamos más sensibles a temas como el cambio climático”, dijo. Arquitectos en todo el mundo ya hablan de una nueva forma de concebir el espacio público: tal vez menos parques y menos espacios enormes y alejados, y más espacios pequeños a una distancia de 100 metros de la casa.
Antes de la epidemia, el mundo estaba tremendamente indignado con los gigantes tecnológicos Google, Facebook, Apple y Amazon. Muchos veían en ellos codiciosos explotadores de la naturaleza humana, y malvados ladrones de información privada.
Pero sus claras ventajas se manifestaron en las últimas semanas, mientras se propagaba la pandemia, sobre todo en Estados Unidos. Facebook dona millones a la lucha contra el coronavirus (incluso a los medios de comunicación), sus aplicaciones y redes sociales consuelan a millones de personas y permiten que éstas se mantengan en contacto. Google se está dedicando a centralizar datos e información, así como el suministro de pruebas de coronavirus. Apple programó, produjo y donó millones de mascarillas de protección especial para equipos médicos. Y los envíos de Amazon se convirtieron para muchos, de un día para otro, en la única manera de conseguir comida y suministros esenciales. Los estadounidenses ahora confían en sus empresas tecnológicas, que los acompañarán en los próximos meses.
Según cálculos de la empresa financiera Morgan Stanley, se prevé que los gigantes tecnológicos salgan bien parados de la crisis también por otro motivo: los anunciantes de publicidad volverán a ellos con suma rapidez. Pero quienes sí se verán afectadas para mal son las empresas dedicadas a anuncios y marketing online, y a juegos online (pagos). En una época de cierre total de actividades, casi no hay empresas que se anuncian en la red, y es probable que incluso cuando termine la crisis tardarán en recuperarse. A las empresas de juegos les resultará difícil vender experiencias de gaming pagas en una época de desempleo masivo y de escasez.
Cuesta creerlo, pero los emprendimientos surgieron en los últimos años a un ritmo acelerado en los diferentes parques de alta tecnología lograron atraer a ingenieros de computación muy calificados que trabajaban en las grandes empresas de tecnología. Frente a un sueldo muy alto y a las excelentes condiciones que brindaban las grandes empresas, los nuevos emprendimientos proponían un ambiente joven e innovador “que crea cosas a partir de la nada” (de cero), según una expresión hebrea. Esto fascinó a mucha gente, en especial cuando cada vez más escándalos y quejas por el abuso de poder y la agresividad empresarial comenzaron a desprestigiar a los gigantes tecnológicos. Después de la crisis del coronavirus, esos trabajadores van a preferir la seguridad que brinda una empresa grande, y el mercado laboral estará inundado de personas talentosas que antes eran demasiado “caras”, o a quienes no se podía convencer que cambiaran de lugar de trabajo. Los responsables de Facebook, Google o Microsoft ahora pueden contar con que incluso un ingeniero que hasta hace dos meses fantaseaba con crear un emprendimiento propio, ahora va a tender mucho más fácilmente a sumarse a su equipo.
¿Y cómo se van a recuperar los emprendedores afectados? Según Yaheli Adamati, investigadora de situaciones futuras y directora del Departamento de Innovación del Grupo Matrix, incluso antes de que estallara el coronavirus en el mundo estaba a punto de producirse un enorme cambio debido a que una serie de nuevas tecnologías agitarían los mercados. “Acaba de nacer un mundo nuevo, y nos estamos despidiendo del viejo mundo. Éste es un momento muy difícil: se nos exige a todos que nos lancemos a lo desconocido, y no hay nada que dé más miedo que eso. ¿Cómo deberían prepararse las empresas para ello? Comenzando con un pequeño equipo de trabajadores capaces de lidiar con el caos, y respondiendo a la pregunta acerca de quiénes somos y por qué estamos aquí. Adoptando puntos de vista y enfoques que miran hacia adelante, y preguntándose cuáles son los verdaderos bienes con que cuenta la empresa, cuál es su núcleo y quiénes serán sus futuros clientes. En base a esto, cada empresa puede crear una hoja de ruta única y especial, y llegar a ocupar el mejor lugar posible en el nuevo medio”.
Pero Aharon Aharon no se hace ilusiones. “Espero que estemos en condiciones de cuidar y proteger a las empresas buenas y a que éstas sobrevivan. Las empresas menos buenas no sobrevivirán”.
La rápida propagación del coronavirus puso fin a la idea de un mundo sin límites. El paso rápido del virus de un país a otro obligó a casi todo el mundo a “cerrar su cielo”, a bloquear las fronteras abiertas y a imponer cierres en el interior. La terrible escasez que hay en todo el mundo de “kits” de prueba, de respiradores y de otros medios obliga a los países que los tienen a impedir por la fuerza que vayan a otros países. Y los países que no los tienen, se ven obligados a hacer todo, absolutamente todo, para conseguirlos. La conclusión es que todo esto afectará la globalización. Todos los países del mundo entienden ahora, por las malas, que en situaciones extremas –y cuando todos están en el mismo barco– se trata de “sálvese quien pueda”. O, como dice en hebreo el famoso Proverbio 13 de la tradición judía: “Si no yo, ¿quién? Y si estoy sólo para mí, ¿qué soy? ¿Y si no ahora, cuándo?” [La interpretación es: si no me cuido yo, ¿quién lo hará por mí? Y cuando me ocupo solamente de mí, ¿qué soy? ¿Y si no ahora, cuándo?] Y comenzarán a comenzarán a confiar cada vez más a la producción local.
Según columnistas del New York Times, después de la crisis del coronavirus, los supermercados, unos de los últimos lugares físicos de venta al por menor, tendrán graves problemas. Antes del coronavirus, aunque Amazon ha cambiado los hábitos de compra de productos de consumo en todo el mundo, sólo el 4 por ciento de los estadounidenses compraban allí comida y otros productos para la casa. Ahora, cuando muchísimas personas están obligadas a quedarse en casa, una parte importante de ellos prueban los servicios de Amazon o de sus competidores, y se niegan a salir incluso al supermercado próximo. Es exactamente así como se originan cambios en los hábitos de compra.
Por su parte, el “futurólogo” Roi Cezna, con doctorado en la Universidad de Tel Aviv y de la Universidad Brown de Estados Unidos, en las que enseña, prevé que la consecuencia más importante de la crisis del coronavirus será que entraremos en la era de la violación de la privacidad. “Todos serán controlados y seguidos, y a largo plazo es probable un gran perjuicio a la democracia. Siendo optimistas, habrá formas fijas de seguimiento y de detección que permitirán, por ejemplo, que en caso de epidemia mantengan el confinamiento sólo un pequeño número de personas que se detectarán como enfermos o como portadores.
“Yo, por ejemplo –agrega Cezna–, no creo que la locomotora de la alta tecnología se va a descarrilar. Y eso, gracias a dos campos relevantes para los gobiernos, que siempre tendrán dinero: la garantía de lo cibernético y de la inteligencia artificial. Ahora mismo estamos a punto de dar a los gobiernos de todo el mundo la posibilidad de que hagan un seguimiento de sus ciudadanos y utilicen los datos que tienen sobre ellos. ¿Es esto ético o moral? Decidan ustedes”.
Jami Peres, socio-fundador del Fondo Pitango y presidente del Centro Peres para la Paz y la Innovación, dijo: “Pensemos en la posibilidad de que después del coronavirus venga un virus incluso más agresivo. Es previsible que veamos más tecnologías que contribuyan a nuestra seguridad, pero que ponen en peligro la privacidad. Si después del desastre de las Torres Gemelas surgió una nueva realidad de revisiones en los aeropuertos, supongo que cuando se reabran los aeropuertos no se buscarán sólo terroristas sino también propagadores de epidemias”.
Los llamados fondos de capital de riesgo tanto en Israel como en el resto del mundo, que se dedican a la planificación, al análisis y a las predicciones de mercado, han invertido en Israel 9.200 millones de dólares en el 2019, y se prevé que este año las cifras aumenten. La caída del valor en el mercado de muchos emprendimientos en los que invirtieron puede llevar a que éstos no sobrevivan la crisis, y las inversiones irán a fondo perdido. Pero Jami Peres, uno de los veteranos en el campo de la tecnología en Israel, insiste en ver el medio vaso lleno. “Miren lo que sucedió después de la crisis del 2008: resulta que hay mucho dinero en el mundo, dinero que no logró obtener rendimiento en acciones o en bonos, y se invirtió en el crecimiento de la industria de la alta tecnología. Surgieron fondos muy grandes, hubo cambios de envergadura y el valor de empresas aumentó en gran medida. La verdad es que aún cuesta medir los daños que causará esta epidemia. Puede ser que muchas empresas y comercios se vean afectados, y que grandes sumas de capital no se dedicarán al crecimiento sino a apoyarlos. Pero muy pronto en el mundo se volverá a invertir en innovación. El mundo tiene que avanzar tecnológicamente todo el tiempo. Volveremos a un mundo en el que hay un hambre inmensa de tecnología en nuevos campos, y será imposible impedir el surgimiento de empresas que se adapten a ello”.