Si tuviésemos que señalar un solo “hombre de la bolsa” tecnológico responsable por dañar mentes tanto jóvenes como adultas, la pantalla, tanto la que guardamos en el bolsillo como la del escritorio, sería una gran candidata. Durante años, varios expertos han advertido sobre la sobreexposición a las pantallas, especialmente en los niños y adolescentes.
Las pantallas han sido regularmente señaladas por de causar obesidad y depresión, y algunos han comparado sus consecuencias con las del cigarrillo. Un reporte de investigación publicado en 2019 en The Journal of the American Medical Association (JAMA) demostró que la exposición extensiva a las pantallas físicamente alteró los cerebros de los niños y dañó sus habilidades de comunicación y sus habilidades cognitivas. Yo también, aunque de manera relativamente indulgente, solía creer que era sabio limitar el tiempo de pantalla de los niños y prevenir su uso totalmente para menores de 2 años.
Si, en el pasado, doctores y organizaciones médicas recomendaron que minimicemos nuestra exposición a pantallas en favor de actividad física en el exterior, ahora, que salir de la casas en muchos lugares del mundo está completamente prohibido o extremadamente limitado, las pantallas de han transformado de amenaza en salvavidas. Las pantallas se han convertido en una distracción necesaria y merecida; son cruciales para mantener el contacto con amigos y familia que bien podrían vivir en otro continente o al otro lado de la manzana; e incluso sirven como niñeras improvisadas para aquellos padres con suerte que aún tienen trabajo y deben balancear el trabajo y el cuidado de los niños, sin escuelas ni jardines de infantes.
Incluso la Organización Mundial de la Salud (OMS) recientemente apoyó una iniciativa alentando a las personas, incluyendo a los niños, a jugar más videojuegos durante la pandemia, tan sólo un año después de agregar la adicción a los videojuegos a su lista de trastornos.
Si, durante todo este desorden, aún encuentras tiempo para sentirte mal por permitir a tus hijos tener más tiempo de pantalla, los expertos dicen que está todo bien, a raíz de estas circunstancias inéditas. Los padres no deben lamentarse por nada, dijo Nusheen Ameenuddin, presidente del consejo de comunicaciones y medios de la American Academy of Pediatrics al Washington Post. “Estas son circunstancias realmente extraordinarias e inusuales y no esperamos que nadie –incluso antes del Covid-19– siga las reglas al pie de la letra”, dijo.
A lo que sí debes prestar atención es que no toda pantalla y no todo contenido es igual, lo que significa que es necesario un cambio de enfoque de tiempo de pantalla a calidad de contenido. “No se deben agrupar todas las actividades en pantallas. Algunas son educativas; otras por diversión. Algunas son de alta calidad; otras son únicamente placenteras. Lo que hacemos y cómo lo hacemos es más importante que el tiempo invertido”, escribió Common Sense Media, una ONG dedicada al uso responsable de la tecnología por los niños en una declaración, a principios de este mes.
Incluso las voces más destacadas en contra de la sobreexposición de los niños a las pantallas están comenzando a mostrar más flexibilidad. Jean Twenge –autora del popular libro de no ficción iGen: Why Today’s Super-Connected Kids Are Growing Up Less Rebellious, More Tolerant, Less Happy - and Completely Unprepared for Adulthood (cuya traducción sería iGen: ¿Por qué los niños súper conectados de hoy en día están creciendo menos rebeldes, más tolerantes, menos felices y sin preparación para la edad adulta?– que ayudó a instalar el miedo a las pantallas a padres alrededor del mundo, ahora cree que una hora o dos de pantalla al día no es tan terrible después de todo.
Twenge aún advierte sobre los peligros psicológicos que atribuye a las redes sociales, pero declaró que además de las actividades de ocio “hacer tareas o actividades educativas en dispositivos algunas horas al día es casi una necesidad y probablemente no hace daño, así que podemos tacharlo de nuestra lista de preocupaciones”. También dijo que se les debería permitir a los niños hacer video llamadas ya que son “lo más parecido que pueden tener a interacciones sociales en persona con amigos hoy en día, y es más preferible que el mundo competitivo, curado y ansioso de las redes sociales”.
“Cuando hablamos de tiempo de pantalla, realmente hablamos de tiempo de pantalla para entretenimiento” agregó Ameenuddin. De acuerdo con ella, la escuela, las actividades creativas y las videollamadas no cuentan.
Responder a la pandemia de coronavirus requiere que todos nosotros hagamos un cambio y re-examinemos nuestras perspectivas preexistentes sobre la educación y sobre otras áreas de la vida y, especialmente, que seamos flexibles donde alguna vez fuimos estrictos. En la realidad actual, una pantalla es mucho más que una pantalla, es una ventana al mundo exterior por fuera de nuestras cuatro paredes y a nuestros amigos y familia que de repente están tan distantes. Nuestras ideas sobre las pantallas y los daños y beneficios que comprenden deben cambiar si queremos mantener algún tipo de cordura.
La pregunta más grande es qué viene después, una vez que la crisis –o al menos la cuarentena que la mayoría del mundo está experimentando– termine. Por demasiado tiempo las pantallas han sido consideradas la raíz de todos los males, de las que debemos alejar a los niños tanto como sea posible. Podría pasar que su nueva reputación sobreviva incluso tras el final del Covid-19, especialmente si la crisis continúa por meses o incluso años, transformando los nuevos hábitos en nuevas normas.