Chen Lev Ari, director ejecutivo.
Chen Lev Ari, director ejecutivo.
PhenOlive
Cosecha de aceitunas en el valle de Jezreel.

Del residuo al recurso: la revolución israelí en el tratamiento del orujo de oliva

Nueva tecnología transforma un contaminante agrícola en polímeros, superalimentos y agua reutilizable, con impacto directo en Europa. 

Rafael Kahan |
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La empresa PhenOlive, con sede en el kibutz Reshef, desarrolla una tecnología para el tratamiento integral y continuo del orujo de oliva, un subproducto altamente contaminante de la industria oleícola. Su enfoque, denominado Total Solution Impact (TSI), permite aprovechar el 100 % del orujo para generar productos con alto valor económico y nutricional, evitando que se convierta en desecho tóxico.
El sistema de PhenOlive procesa el orujo completo —huesos, pulpa y aguas residuales— y lo separa en tres productos principales. El tratamiento se realiza junto a las almazaras, dentro de los 20 minutos posteriores a la extracción, para evitar su acidificación y toxicidad.
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Cosecha de aceitunas en el valle de Jezreel.
Cosecha de aceitunas en el valle de Jezreel.
Cosecha de aceitunas en el valle de Jezreel.
(Yaron Sharon)
En diálogo con Hen Lev Ari, director ejecutivo de la empresa, y la doctora Dalia Rivenson-Segal del grupo Reinhold Cohn —responsable del registro de patentes y protección del desarrollo— conversamos sobre las soluciones que impulsa PhenOlive, los desafíos del mercado tradicional y el potencial de la innovación agrícola israelí en las economías europeas.
–¿Cuáles son los principales productos que obtienen del orujo?
–Tenemos tres productos clave. El primero son los huesos de aceituna, que se separan como material sólido. Trabajamos con empresas de polímeros que incorporan hasta un 30 % de este insumo en sus compuestos, tras evaluar más de 300 tipos de residuos agrícolas. El resultado es un polímero reciclado, con color natural similar a la madera, muy demandado en mercados como IKEA. Aunque su costo es superior al de materiales tradicionales, su valor ecológico y estético lo hace competitivo.
El segundo producto es la pulpa, que se muele para producir una harina de aceituna innovadora, sin gluten. Esta harina recibió la aprobación "Novel Food" del Ministerio de Salud de Israel hace un año. Tiene propiedades nutricionales excepcionales en comparación con otras harinas sin gluten: alto contenido de fibra, bajo en calorías, carbohidratos y azúcares, y sabor neutro, sin notas marcadas de aceituna. Es ideal para el sector de alimentos saludables y superalimentos.
El tercer producto proviene del tratamiento de las aguas residuales, altamente ácidas y tóxicas, generadas durante la producción de aceite. Nuestro proceso las separa en dos componentes: agua limpia, reutilizable en las almazaras, y un concentrado antioxidante. El objetivo es convertir los depósitos de orujo existentes en Europa en fuentes de agua aptas para riego en verano. El concentrado, conocido como ‘oro negro’, contiene niveles elevados de polifenoles, tirosol e hidroxitirosol, y está destinado a la industria de suplementos alimenticios. Reducimos la concentración de polifenoles en el orujo de 30.000 ppm a entre 2.000 y 4.000 ppm en la harina.
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Chen Lev Ari, director ejecutivo.
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(PhenOlive)
–¿Cuál es su modelo de negocio con las almazaras y qué desafíos enfrentan en Europa?
–Nuestro modelo se basa en la compra total del orujo y el control del mercado. Pagamos a las almazaras por el conjunto del residuo y cubrimos sus costos operativos, lo que les evita gestionar desechos y les brinda una fuente de ingresos adicional.
Las almazaras saben vender aceite de oliva, pero no quieren entrar al mercado de harinas. Nosotros asumimos esa responsabilidad, producimos los derivados y los comercializamos bajo el modelo B2B, evitando que cada almazara compita por separado. Buscamos socios estratégicos y queremos que grandes corporaciones inviertan y desarrollen las instalaciones.
Hay desafíos a nivel estatal, especialmente en países como España, Portugal y Grecia. Además, el tratamiento debe realizarse cerca de la almazara, por lo que planeamos crear una filial europea e instalar líneas de producción continuas. Aunque la industria oleícola es tradicional y suele asociar innovación con la plantación de nuevos olivos, los productores reconocen el valor económico y el carácter revolucionario de nuestra propuesta.
–¿En qué etapa están en términos de desarrollo y producción?
–Ya completamos el tratamiento de los sólidos (huesos y harina) y estamos construyendo la primera línea de producción continua del mundo en Israel. Actualmente estamos en una ronda de financiación de 3 millones de euros, de los cuales ya obtuvimos 1 millón del grupo Jezreel, lo que nos permitió iniciar la construcción.
El resto del capital se destinará al crecimiento de la empresa, la finalización de la fase de tratamiento de aguas residuales (I+D) y la entrada al mercado. Nos enfocamos en Europa del Norte y Estados Unidos, que son los principales mercados de venta. Aunque enfrentamos falta de financiamiento y subsidios gubernamentales, nuestros accionistas —los consorcios regionales Inno Valley y Grupo Jezreel— confiaron en nosotros e invirtieron.
Lamentablemente, la inversión en alimentos agrícolas en Israel está en declive, y los fondos prefieren robótica y software. Por eso, el apoyo proviene de propietarios que comprenden el problema y el alcance de la solución. Esperamos que, con la planta en funcionamiento, logremos completar la financiación y salir al mercado.
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Aceite de oliva.
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(Shutterstock)
–¿Qué impacto ambiental tiene su solución?
–Actualmente, las aguas residuales esterilizan el suelo y su tratamiento consiste en verterlas en la tierra o en el sitio de Ramat Hovav, lo que genera una grave contaminación. Nuestra tecnología, que separa el agua limpia y permite su reutilización en las almazaras, ha despertado el interés del Ministerio de Medio Ambiente y del Ministerio de Agricultura.
Las pruebas iniciales muestran una reducción significativa de los parámetros contaminantes, casi al nivel de los estándares. Además, el sistema devuelve nutrientes como nitrógeno y fósforo al suelo mediante el riego, lo que refuerza nuestra filosofía de no generar nuevos problemas en la cadena de valor. Nuestra solución puede reducir entre un 20 % y un 30 % las pérdidas, y esto es sólo el comienzo.
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