Issac Borojovich nació en Polonia en 1927. Tiene 92 años, y conserva una lucidez admirable. Sobrevió a la II Guerra Mundial, habíendo sido recluido en guettos y campos de concentración. La invasión -primero rusa, y luego alemana- lo sorprendió con apenas 12 años, lo que convirtió a su adolescencia en una batalla permanente por la sobreviviencia. Se hizo cargo de su casa, y debió soportar el asesinato de su pequeña hermana, arrancada de los brazos de su madre.
Tras sobrevivir al horror, emigró hacia Uruguay junto con su madre. Logró conformar una amplía familia y -tal como lo hiciera en las últimas horas- sigue rememorando su historia para concientizar a las nuevas generaciones sobre los peores rasgos que la humanidad pudo exhibir. Entrevistado por Orlando Petinatti, en su programa radial Malos Pensamientos de Azul FM (101.9), Borojovich rememoró las vicisitudes que debió enfrentar a lo largo de su vida.
"Era un paraíso", recuerda sobre Svir, su pueblo natal, previo a la invasión rusa. Pero al llegar los soviéticos "amenazaban con llevarnos a Siberia, y en la escuela, me obligaban a contar qué tipo de conversaciones tenían mis padres en casa". La invasión coincidió incluso con su cumpleaños número trece, "pero no permitieron que celebrara mi bar-mitzvá, de haberlo hecho hubiera sido expulsado del centro de estudios".
El panorama empeoró más aún con la llegada de las tropas nazis a la región, estableciéndose un guetto para la población judía: "nos encerraron sin comida, debía escaparme para buscar alimentos". Borojovich rememorá las maniobras que debió ejecutar para sobrevivir a la situación. En tal sentido, recuerda haberle lustrado las botas a oficiales de las SS, "pero haciéndolo sin pomada. Tomaba la madera del cepillo, la refregaba hasta que se recalentara, y pasaba una franela hasta que las botas brillaran. Los jefes esperaban específicamente por mí para que les hiciera ese trabajo".
En su relato, Borojovich narró la noche en que -junto a un amigo- optó por no regresar a su casa tras una jornada laboral. "Esa noche asesinaron a 19 niños de mi edad. Si yo hubiera regresado a dormir al guetto, otra hubiera sido la historia. Tenía el presentimiento de que algo malo iba a pasar. Dios me iluminó".
"Lo peor era cuando venían a llevarse gente", recuerda.
Borojovich llegó a estar incluso cinco horas escondido en un pozo negro: "veía que se llevaban a los niños, y le susurré a mis padres que iba a escaparme. Mi madre solo me dijo que hiciera lo que me dictara el corazón. Cuandí salí del escondiente ya se habían llevado a todos los niños a Auschwitz".
"Sentía miedo, pero también confianza. Cada vez que venía un problema, le buscaba una solución. Nunca quise quedarme cabizbajo. Lo único importante era poder comer para sobrevivir".
"Una cosa es el guetto, otra el campo de trabajo, y otra el de extermino. Yo estuve en Bergen-Belsen. Se acostaban 50 personas por la noche, y a la mañana se levantan 20 o 25", recordó.
Consultado sobre cómo sobrevivó al asesinato de buena parte de su familia, Borojovich se limitó a responder: "la mayoría de las personas se desanimaban. Yo intentaba salir adelante, empujando al resto. A mi hermana la arrancaron de los brazos de mi madre. Un aleman las separó y se la llevó. Tenía seis años. Fue horrible. A mi padre y a mí nos trasladaron. Yo me quede solo. Mi padre salió un día a trabajar y no volvió más. Muchos años después me enteré que había sido asesinado el 18 de diciembre de 1944, junto a 1750 personas más".
"Todo el mundo sabía lo que sucedía, pero nadie nos ayudó", reflexionó. "No puedo perdonar lo que sucedió, asesinaron a mi hermana de seis años, nadie perdonaría eso", enfatizó. A su vez, agregó que "de haber tenido alguna posibilidad, a los nazis los hubiera matado yo mismo". Nosotros nos ayudabamos entre nosotros: "si tocaban a uno, tocaban a todos".
En tal sentido, señala que la captura de Adolf Eichmann en Argentina le produjo "una alegría y un placer que son difíciles de explicar. Esa gente no merecía existir. Yo mismo pienso: '¿cómo pudieron haber hecho semejantes atrocidades?'".
Borojovich reconoce: "hasta el día de hoy tengo muchas pesadillas. Prefiero no contar lo que sueño, son imágenes horribles", que, dice, se le aparecen en las noches.
Su fortaleza mental y fisica, son destacados como los pilares que lo ayudaron a sobrevivir. "Yo pensaba en que no iba morirme, creía en que podía salvarme. Cada vez que veía una posibilida de escaparme, la aprovechaba".
