Cuando Ceen Gabbai discutió con su maestra de primer grado en una escuela de Irak sobre el conflicto palestino-israelí, no era consciente del gran riesgo que corría.
Era el año 2000 y los estudiantes de todo el mundo tenían fuertes opiniones sobre la Segunda Intifada, un brote de violencia que se cobró miles de vidas y que comenzó en septiembre de ese año. Pero la situación de Gabbai era diferente: era una de las pocas estudiantes judías en el Irak de Saddam Hussein. Defender a Israel en una escuela primaria de Bagdad no era una medida aconsejable.
“Saddam estaba loco por Palestina”, le mencionó a JTA. “Iba a la escuela y me hablaban de lo horrible que era Israel. Y yo decía: 'Creo que es mentira'”.
Gabbai fue llamada a la oficina de la escuela, llevó una carta a su madre y sus padres debieron acudir a una reunión con el director. Poco después se mudaron de casa y ella cambió de escuela. Luego del episodio, sus padres no le volvieron a hablar sobre Israel o el judaísmo.
Su vida ha sido peligrosa. Debido a haber nacido judía bajo una dictadura en Irak, soportó el antisemitismo constante desde muy joven, luego sobrevivió a la invasión estadounidense en 2003 y a los años de guerra que le siguieron.
En 2015, Gabbai recibió asilo en los Estados Unidos. Ahora vive en un barrio ortodoxo de Brooklyn, criando a un niño, enseñando en una escuela primaria y escribiendo literatura infantil. Ella no mira hacia atrás con cariño a las dificultades que soportó, pero siente que le enseñaron a perseverar sin importar la situación.
“Nací como judía árabe por una razón: sacar el máximo provecho de la situación y ser buena en ello”, aseguró. “Eso es lo que hago, ser buena en las cosas en las que estoy metida”.
La comunidad judía en Irak data de la época del Talmud, cuya edición principal se originó en las salas de estudio de lo que entonces se conocía como Babilonia. Los judíos ocuparon puestos prominentes en el gobierno y en los negocios hasta la década de 1930, y había unos 150.000 judíos en Irak antes de que se estableciera el Estado de Israel en 1948.
Pero las condiciones se deterioraron en 1941, cuando los iraquíes atacaron a sus vecinos judíos en lo que se llama el Farhud, un pogrom de dos días en el que unos 180 judíos fueron asesinados. A principios de la década de 1950, la mayoría de los judíos se habían marchado en una operación israelí de inmigración masiva.
“Hay mucha nostalgia en musulmanes y cristianos por la vida conjunta que todas las religiones compartían en los países árabes”, explicó Elhanan Miller, un estudiante rabínico que entrevistó a Gabbai para una serie que está dirigiendo. “Para los judíos, es una mezcla de nostalgia y mucho dolor”.
Gabbai aseguró que aunque los iraquíes son tolerantes con los judíos, nunca se sintió aceptada por lo que era. Los profesores le hacían pasar malos momentos en clase a pesar de sus buenas notas. Uno incluso le dio una copia de “Mein Kampf”, el manifiesto de Adolf Hitler.
“Fue difícil ser judía porque sentí que no pertenecía en ningún lugar”, mencionó.
La familia de Gabbai escondió su judaísmo de amigos y vecinos, simulando ser cristianos o agnósticos, ya que cuando sus compañeros se enteraban la verdad, se burlaban de ella. La familia se mudó cinco veces debido al acoso antisemita.
“Siempre decía, 'dame la oportunidad de hacer algo malo para luego odiarme'. Eso estaría bien, pero no me odies sin razón", reconoció.
Sin embargo, hubo destellos de alegría y personas tolerantes. Gabbai temía contarle que era judía a una de sus amigas más cercanas, una musulmana devota. Pero cuando lo hizo, nada cambió entre ellas (aunque nunca reveló su religión a los padres de su amiga). Así mismo, poco antes de que la joven judía abandonara el país, sus amigos se grabaron a sí mismos entonando en privado el “Hatikvah”, himno nacional de Israel, como una forma de demostrarle su amor y respeto.
“Me reconfortó porque sabía que no me estaban usando como propaganda”, explicó. “Ellos estaban de acuerdo con que yo fuera judía, con que yo perteneciera a Israel de una manera u otra. Así que hicieron algo por mí. El hecho de que fuera peligroso lo hizo aún más hermoso y significativo”.
Además del antisemitismo, Gabbai debió enfrentarse a otro peligro mientras crecía: la guerra de Irak. Aún resguarda una serie de terribles recuerdos de esa época. Cuando se acurrucaba con su abuela y su familia en un sótano durante la invasión estadounidense, cuando llegó a la escuela y encontró el edificio bombardeado, y un viaje en taxi con su padre en el que una bomba explotó justo enfrente de ellos.
“Recuerdo que el cristal de la ventana del coche se rompió, que había sangre saliendo de la cabeza de mi padre y se desmayó”, detalló.
Mientras la guerra se desataba, Gabbai logró obtener una licenciatura en derecho a los 19 años, la más joven de su clase. Poco después, recibió asilo en los Estados Unidos con la ayuda de HIAS, un grupo de ayuda a los refugiados judíos estadounidenses. Ahora vive dentro de la comunidad judía siria de Brooklyn y le encanta ver cosas que no ha podido vivir: las grandes y felices familias judías que andan libremente.
Después de lidiar con tantas cosas en Irak, la mudanza no ha sido tan dura para ella. Además, varios estadounidenses le han pedido disculpas por la guerra de Irak.
“Aprendí a adaptarme a los cambios, por lo tanto no fue un shock para mí”, reconoció sobre su mudanza.
Gabbai ahora enseña cuarto grado y es autora de libros infantiles. Su trabajo se centra en acabar con los estereotipos.
En una de sus historias, una niña se convierte en caballero, pero en lugar de matar a un dragón, se da cuenta de que el dragón es bueno y se hace amigo de él.
“Si el mundo te dice que eres mala y que estás equivocada, es posible que el mundo esté equivocado”, sostuvo. “Debes estar orgulloso de ser quién eres”.