Marcha contra el antisemitismo en Suecia en 2019.
Marcha contra el antisemitismo en Suecia en 2019.
AFP
El Monumento a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, ubicado dentro del patio de la Gran Sinagoga de Estocolmo.

Revelaciones ignoradas sobre el Holocausto atormentan la conciencia de los suecos

Una conversación casual entre un oficial de la SS y un diplomático sueco podría haber expuesto mucho antes al mundo las atrocidades del Holocausto. Pero estas informaciones ultrasensibles se ocultaron en la Suecia “neutral” de la Segunda Guerra, dejando una mancha indeleble en la conciencia del país.

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En el tren nocturno que unía Polonia con Alemania a finales de agosto de 1942, el diplomático Goran von Otter observó a un pasajero aparentemente alterado. Kurt Gerstein, oficial de las SS, acababa de asistir en persona a la ejecución en masa de prisioneros judíos en el campo de exterminio de Belzec. Los dos hombres hablaron toda la noche, cuenta la hija del diplomático, Birgitta von Otter.
Confiado por la nacionalidad de su interlocutor -Suecia era un país neutral- Gerstein contó a su interlocutor que había centenares de judíos en fila, que eran obligados a desnudarse y a entrar en un cuartucho, donde iban a respirar los gases que salían de un tubo de un motor diésel.
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El Monumento a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, ubicado dentro del patio de la Gran Sinagoga de Estocolmo.
El Monumento a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, ubicado dentro del patio de la Gran Sinagoga de Estocolmo.
El Monumento a la Memoria de las Víctimas del Holocausto, ubicado dentro del patio de la Gran Sinagoga de Estocolmo.
(Cortesía)
Von Otter, al principio incrédulo, pronto sospechó que Gerstein era un espía que buscaba desinformar, pero el mapa que esbozó del campo así como las facturas de la compra de gas Zyklon B que mostró acabaron por vencer sus reticencias. "Mi padre se dio cuenta de que era una persona destrozada, decidida a llamar la atención del mundo sobre lo que ocurría", cuenta Birgitta von Otter.
Cuando regresó a la embajada en Berlín, Von Otter recibió la consigna de no transcribir estas informaciones sino comunicarlas oralmente al Ministerio de Relaciones Exteriores en Suecia. Lo hizo seis meses más tarde. El diplomático partió del ministerio con la idea de que había cumplido su misión dejando el asunto en las manos correctas.
"Típicamente sueco"
"En cierta forma, creo que era la persona menos indicada en el lugar equivocado", dice el cineasta Carl Svensson, autor de un documental sobre Goran von Otter. Según Svensson, Von Otter fue víctima de un sesgo "típicamente sueco" y se contentó con seguir el procedimiento indicado.
Se ignora lo que hicieron las autoridades suecas con estas informaciones explosivas, pero en 1961 el Ministerio de Relaciones Exteriores reconoció que las había recibido. En un comunicado aseguraba que versiones similares circulaban en la época, en un intento de sacarse la culpa de encima.
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Museo Foro de la Historia Viva de Estocolmo.
Museo Foro de la Historia Viva de Estocolmo.
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"En 1942, Alemania todavía era poderosa y si reaccionaba a un asunto como éste, hubiera podido tener consecuencias significativas para Suecia", justificó Staffan Soderblom, quien recibió la información de Von Otter, según el diario Aftonbladet en 1979. Según el artículo, el miedo habría sido el factor determinante de esta pasividad.
Suecia no es la única en este caso. Las revelaciones de Gerstein, muerto en una cárcel francesa mientras esperaba su proceso en 1945, habrían llegado también a responsables suizos y holandeses.
Cuando el conflicto estalló en 1939, el primer ministro sueco de entonces, Albin Hansson, llamó a sus compatriotas a "unirse en torno a la gran labor de mantener al país fuera de la guerra". Suecia, a diferencia de sus vecinos noruegos y daneses, escapó a la ocupación nazi y preservó su neutralidad a cambio de concesiones poco gloriosas.
"Demasiado poco demasiado tarde"
Alemania había sido el principal socio comercial de Suecia, y las exportaciones suecas de mineral de hierro y de rodamientos continuaron mucho tiempo después de la invasión de Polonia. "Suecia se sintió un poco culpable en 1945 cuando comprendió que había sido más bien pasiva", observa Ingrid Lomfors, superintendenta del Museo Foro de la Historia Viva de Estocolmo.
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Marcha contra el antisemitismo en Suecia en 2019.
Marcha contra el antisemitismo en Suecia en 2019.
Marcha contra el antisemitismo en Suecia en 2019.
(AFP)
Lomfors sostiene que para tratar de limpiar su imagen ante los Aliados, el Reino de Suecia trató de destacar sus aportes benéficos como conceder refugio a judíos que habían huido de Dinamarca o los esfuerzos del diplomático Raoul Wallenberg para salvar a judíos en Hungría. Estas contribuciones, que en muchos casos ocurrieron por la presión de los Aliados y los nuevos aires que soplaban para la Alemania nazi, "plantaron el germen de una Suecia considerada como una 'superpotencia humanitaria'", afirma Lomfors.
Para Svensson, la historia de Goran von Otter es un contrapunto bienvenido en la "historia de heroísmo" que se construyó el país. "Lo habíamos escondido bajo la alfombra y hay una especie de lección que debemos aprender de ello", explica.
Goran von Otter confesó en varias ocasiones antes de su muerte en 1988 que lamentó no haber hecho "más ruido" con esta historia. Su hija, octogenaria, subraya que era de una generación que no se abría fácilmente, pero, asegura, su padre llevaba "el peso de haber hecho demasiado poco demasiado tarde".
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