Haim Shakedi
Haim Shakedi, de 74 años, se retira del hotel más famoso e importante de Jerusalem
Jonatan Blum
Hotel King David de Jerusalem

"Donald Trump no es un hombre cálido ni abierto. Sólo me pidió pastillas de menta"

El "no" a Vladimir Putin; el momento emocionante con el rey Husein; el día que Michael Jackson casi se cae del balcón, y el problema que creó Barack Obama con los demás huéspedes. Haim Shakedi, el mítico director general del Hotel King David de Jerusalén, se retira después de veinticinco años, y se va pleno de experiencias inolvidables.

Iaara Iaacob, Foto principal: Jonatan Blum |
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Los problemas de Haim Shakedi no son los de una persona común y corriente. “Estuvo aquí una gran estrella de cine, muy conocida, que se dio cuenta a medianoche que la cama del hotel era alta, por lo que la perra que la acompañaba no conseguía subirse de un salto a su lado. La actriz pidió ayuda, e hice venir a un carpintero de su casa a esa hora para hacer enseguida unos escalones de madera. Las palabras ‘no me resulta agradable’ no existían para ell.”
Pero ¿qué significa para Shakedi, el antiguo director general del Hotel King David de Jerusalem, llamar a un carpintero para que venga con urgencia en mitad de la noche después de haber visto y oído tantas cosas? Resulta muy difícil que algo lo asombre. También es muy difícil oírle decir "no", siempre que la otra persona tenga buenas maneras. “Todo vale siempre que no haya ofensa”, dice. “Por ejemplo, tuve un huésped suizo, millonario, que ofendió a mi costurera, y le dije que se buscara otro hotel. Con todo el respeto por el dinero y el prestigio, hay un límite. Si un huésped me pide que transgreda la ley, yo jamás lo haré. Si me dijera, por ejemplo, que iba a tomar coca en la habitación, le diría que no puede ser.”
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Haim Shakedi
Haim Shakedi
Hotel King David de Jerusalem
(Relaciones Públicas)
Pregunta: ¿Es que hubo personas que lo pidieron?
Respuesta: “No lo pidieron, pero hubo quienes lo hicieron sin que nosotros lo supiéramos”.
Hace ya veinticinco años que Shakedi –que ahora tiene 74 años– le abre el mini-bar del hotel a las personas más importantes del mundo. Todos pasaron por el “lobby” del hotel que él dirige. Desde Bono y Barbra Streisand hasta los presidentes Putin, Clinton, Obama y Trump, pasando por el príncipe Carlos. El próximo mes de junio Shakedi devolverá la llave magnética a la recepción y se retirará del mundo de la hotelería tras cuarenta años en el negocio.
Shakedi comenzó a trabajar en el Hotel King David en 1977 como director de Recursos Humanos. Después estuvo trabajando varios años en un hotel de Tel Aviv, y volvió al King David como directivo. Por eso no es de sorprender que conozca todas y cada una de las paredes, cortinas, corredores y puertas del hotel, que cuenta con 233 habitaciones. Shakedi, un hombre delgado y lleno de energía, sube con traje y corbata por las escaleras hasta el sexto piso. “Es la suite más segura de todo el hotel”, dice. Y entra a un amplio espacio, de 180 metros cuadrados. “Aquí hay una puerta de hierro. En realidad es como una caja fuerte, está completamente blindada. Las ventanas están blindadas, cada una pesa trescientos kilos, y puede para hasta cohetes. Todos estuvieron alojados aquí: Putin, Obama, Trump. Hay personas curiosas que vienen a ver la suite, y siempre sucede lo mismo: a los hombres les interesan las ventanas blindadas, y las mujeres preguntan: ‘¿Aquí durmió Clinton?’”
La historia del hotel, el primer lugar al que dirigen sus pasos los hombres más ricos y poderosos del mundo que visitan Israel desde los días del Mandato Británico, es una parte importante de su atractivo. El ala sur del hotel fue destrozado por bombas del “Etzel” (organización paramilitar clandestina sionista que operó durante el Mandato Británico de Palestina) en 1946. La mesa de la biblioteca del hotel se trasladó especialmente al paso fronterizo de la Aravá con motivo de la firma del acuerdo de paz entre Israel y Jordania. "A nuestro hotel vinieron todos los presidentes y primeros ministros tras el asesinato de Rabin. Y aquí Putin disfrutó tanto del menú que lo pidió siete días seguidos", añadió Saredi.
P.: ¿Qué huésped lo emocionó más?
R.: “La primera vez aquí fue en el año 1977. Un buen día nos anunciaron que venía (el entonces presidente egipcio Anuar) Sadat. Nos avisaron con cuarenta y ocho horas de antelación. Después se firmó el famoso acuerdo de paz entre Israel y Egipto. Yo llevaba un mes en el hotel, y no sabía siquiera dónde estaba el piso seis. Nos cayó encima ese expediente, y fue una vivencia única. Fue un shock… para bien. Estaba completamente eufórico, hasta el punto de no darme cuenta lo que estaba pasando. Pero si hay algo que lamento es que ya no tendré ocasión de ver a otros líderes árabes que vengan a firmar acuerdos de paz. Es la única oportunidad perdida de mi vida, desde el punto de vista de la hotelería. Mi gran sueño es ver al presidente sirio y al presidente de los palestinos firmando acuerdos de paz en el hotel. Pero eso ya no sucederá estando yo aquí. Ojalá ocurra algún día”.
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Rey Husein
Rey Husein
El Rey Husein en la cola para el bufet
(David Rubinger)
P.: Pero sí tuvo ocasión de conocer personalmente a líderes de países árabes. Por ejemplo, al rey Husein de Jordania. Y a Mubarak, que murió hace poco.
R.: “Mubarak estuvo unas pocas horas. No tuve ninguna comunicación con él. Al rey Husein lo vi dos veces. La primera fue cuando vino al funeral de Rabin. Y la segunda cuando fue a Naharaim (una zona jordana en la frontera con Israel, donde un soldado jordano mató en 1997 a siete adolescentes israelíes de 13 años de edad que estaban allí de excursión). Le preparamos a Husein y a su comitiva un almuerzo en el bufet, y yo entré para ver si todo estaba bien. De repente veo al rey Husein en la cola. Me acerqué a él emocionado, y le dije: ‘Su Majestad, ¿por qué está en la cola? Le serviremos comida en la suite o en cualquier otro lugar que quiera’. Y él me respondió: ‘Señor Shakedi, yo soy como todos. Sencillamente igual’. Eso me llegó al alma. Es algo que recordaré siempre”.
Shakedi llegó al ramo de la hotelería por casualidad. En ese entonces dirigía un centro comunitario en Jerusalem, pero se hartó de correr detrás de gente para que donara dinero, y decidió pasarse al sector privado. Su cargo como director de Recursos Humanos en el Hotel King David fue el primero en el sector. “Al haber nacido en Jerusalem, este hotel era para mí un ícono al que uno no se acerca. Cuando pasábamos por ahí, cruzábamos la calle para que ni el portero ni ninguna otra persona se acercara a nosotros y nos preguntara qué hacíamos allí”, recuerda. Shakedi tuvo varios cargos en el hotel, hasta que en 1989 le propusieron dirigir el Hotel Dan de Tel Aviv. “Era un reto enorme. Trabajar en un hotel ‘maduro’, por no decir ‘viejo’, y ponerlo en primera fila junto a los hoteles más prestigiosos de Tel Aviv”.
P.: ¿A qué huéspedes recuerda usted de allí?
R.: “Michael Jackson estuvo allí. Tenía un montón de admiradores, y en determinado momento eso se convirtió en un gran problema. En consecuencia se tomó la decisión, junto con sus guardaespaldas, de hacerlo entrar por la puerta de servicio del hotel. Era una entrada trasera. Pero qué se le va a hacer si uno no esperaba que hubiera allí un enorme contenedor de basura. Me pregunté cómo iba a afrontar esa vergüenza. No tenía soluciones inteligentes. Pero sí encontré una solución agradable: preparé un cartel muy hermoso, y escribí: ‘Bulevar Michael Jackson’. Coloqué el cartel encima del contenedor de basura de la entrada trasera. Y llegó Michael. Era muy pequeño y dulce. Me lo presentaron, y me saltó encima, literal y físicamente. Me abrazó como un niño; estuvo realmente dulce. Fue una experiencia maravillosa”.
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Michael Jackson
Michael Jackson
Michael Jackson. "Me abrazó como un niño", recordó Shakedi
(Getty Images)
P.: ¿Eso fue todo? ¿No hubo ninguna crisis durante la visita?
R.: “Sucedió otra cosa. En el hotel hay un balcón con vista al mar. Detrás del balcón hay una especie de plataforma para proteger de la lluvia a los huéspedes que están abajo. Yo estaba buscando a Michael Jackson. Les pregunté a los guardaespaldas, a su equipo, y nadie sabía dónde estaba. Me asusté de verdad. Y me dije quién sabe qué estará haciendo ese loco. Abrí la puerta, y Jackson no estaba en la suite. Finalmente oí ruidos que venían de la ventana. Salí y vi que él estaba en esa plataforma, pero del otro lado de la barandilla del balcón, a una altura de cuarenta metros encima de la calle. Él estaba simplemente allí, y saludaba a sus admiradores. Y me dije a mí mismo que si yo lo llamaba, se podría caer del susto. Entonces lo que hice fue llamar a sus guardaespaldas, que se acercaron desde ambos lados y se lo llevaron”.
Tras cinco años en Tel Aviv, le ofrecieron a Shakedi “volver a las raíces”, hacer las maletas, traer a su esposa y a sus dos hijos, y mudarse al Hotel King David de Jerusalem, esta vez como director general. “Había aquí una vivienda para el director general. Viví con toda mi familia aquí, en el hotel, en un apartamento de tres habitaciones para nosotros cuatro y nuestros dos perros. Estaba cerca del lugar en el que se lavan los platos, y recuerdo que cada vez que se rompía un plato sentía pánico. Al cabo de cinco años dijimos ‘basta’, y nos mudamos a un apartamento fuera del hotel”.
P.: ¿Por qué lo hizo? Vivir en un hotel de cinco estrellas parece un sueño.
R.: “Eso tiene muchas ventajas, pero un gran inconveniente: que uno trabaja las veinticuatro horas del día. Pero debo reconocer que mi esposa, a la que estoy agradecido, dijo: ‘Hotel o no; yo voy a convertir este apartamento en un hogar’. Jamás tomamos un solo gramo de comida del hotel. Ni una miga de pan. Más tarde convertimos ese apartamento en oficinas. Mi actual oficina fue en su momento el cuarto de mis hijos”.
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Vladimir Putin
Vladimir Putin
Vladimir Putin. "Uno de nuestros buenos clientes"
(EPS)
También ahora Shakedi pasa la mayor parte del día en el hotel, y su atención a los detalles no ha desaparecido después de todos estos años. Por el contrario. Al salir de la suite grande, Shakedi vio unos garabatos en lápiz sobre una pared. “Seguro que lo dibujó un niño”, murmura Shakedi, y anota en un pequeño cuaderno el lugar exacto en el que está el garabato a fin de encargarle a alguien que se ocupe de eso. Después, Shakedi baja en el ascensor pequeño, en cuyo suelo hay un logo del hotel con las iniciales KD. Y se acordó cómo ese logo lo ayudó un día a romper el hielo con una de las grandes estrellas de Holywood. ”Kirk Douglas estuvo en nuestro hotel. Subimos en el ascensor, y él se fijó en el logo que había en el suelo. Y yo le dije: ‘¿Ha visto cómo nos hemos preparado para su visita al hotel? Incluso grabamos sus iniciales aquí’ Él se rió. Después de varios años tuvimos como huésped a su hijo, Michael Douglas, que vino para el acto del Premio Bereshit. Subí junto con él en el mismo ascensor, y le conté el diálogo que había tenido con su padre. Al hijo se le llenaron los ojos de lágrimas porque su padre estaba peor de salud. (De hecho, falleció hace algunas semanas). Michael tiene previsto volver en junio. Él también celebró aquí la bat mitzvá de su hija”.
P.: ¿Hay mucha diferencia entre tener como huéspedes a famosos o a líderes mundiales?
R.: “Los líderes casi no plantean exigencias ni piden cosas especiales, a diferencia de los artistas varios y variados que fueron mis huéspedes a lo largo de mi vida. En el caso de los artistas, todos tienen sus caprichos, algunos de los cuales son casi ofensivos. Hubo una vez en el hotel una cantante muy famosa, y pasó que uno de los huéspedes abrió la puerta de su propia habitación en el momento en que ella pasaba por el corredor. En ese mismo momento, ella dijo que no se quedaba en el hotel, y se fue”.
P.: ¡Qué fuerte! ¿Qué otras exigencias ha tenido que afrontar?
R.: “Otra cantante famosa que se hospedó aquí nos dijo que ella tomaba sólo Pepsi Cola. Y en Israel no había Pepsi Cola en esa época. ¿Qué íbamos a hacer? ¿Pelearnos con ella? Démosle el gusto. Le trajimos Pepsi Cola. Lo que hicimos fue llamar por teléfono a alguien que volvía de un viaje, y le pedimos que trajera varias botellas de Pepsi Cola. No se puede ser médico si a uno le da asco tocar a la gente; esto forma parte de la profesión. Se trata de entender que tu profesión consiste en servir a gente”.
Pero no es que las visitas de jefes de Estado o de gobierno sean fáciles. La visita de presidentes obliga a Shakedi a anular todas las reservas anteriores y cerrar a cal y canto el hotel, que ha de quedar únicamente para la delegación, que no siempre se va pronto. “Obama estuvo dos veces de visita aquí. La segunda vez fue en el año 2013. Su visita terminó exactamente el día de la cena de Pésaj. Obama fue a Belén, y de allí iba a viajar en helicóptero hasta su avión, que estaba en el Aeropuerto Ben Gurión. Cuando se trata de líderes de ese nivel, no podemos dejar entrar a otras personas en las habitaciones, hasta que el avión lleve una hora en el aire y tenga un lugar de aterrizaje alternativo en Israel. Esto es así porque siempre existe la posibilidad de que ese presidente tenga que volver al hotel”.
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Barack Obama y Haim Shakedi
Barack Obama y Haim Shakedi
Barack Obama y Haim Shakedi
(Oren Cohen)
P.: Oh, por Dios. ¿Y qué pasó?
R.: “Empezaron a llegar los huéspedes. Obama salió del hotel en dirección a Belén; en ese momento hubo una tormenta de arena, y el helicóptero no pudo despegar. Mi presión arterial llegaba a 200. Los nuevos huéspedes ya estaban en la puerta del hotel. Eran judíos religiosos. Y dijeron: ‘No nos va a dar tiempo para ducharnos antes del séder’. Y yo esperando que se termine la tormenta de arena. Fue uno de los momentos más difíciles que viví. Al final Obama despegó, pero los nuevos huéspedes nos gritaron bastante”.
P.: ¿Cuáles son los preparativos con vistas a un presidente de Estados Unidos?
R.: “Esto tiene muchos frentes. Si hoy me avisan que viene Trump de visita, por ejemplo, yo le digo a la directora de Ventas que vacíe el hotel y que no quede ningún huésped. Otro frente es el de la seguridad. Tengo que asegurarme que todos los empleados del hotel hayan superado las pruebas de seguridad. También está la cuestión de la hora exacta a la que va a llegar, y qué va a querer comer. Se aprende de una visita a otra, pero también hay sorpresas. Hay que recordar que un presidente que llega en medio de la noche va a necesitar a alguien que le planche la ropa porque tiene una reunión a las 7 de la mañana. Y uno tiene que estar preparado para eso”.
P.: ¿Cómo fue la visita de Putin, por ejemplo? ¿Con los rusos es diferente?
R.: “Los rusos son buenos clientes nuestros. Y los queremos. Putin estuvo en el hotel, y fue una visita excelente. Cuando quiso venir otra vez hace algo más de un mes, con ocasión del Foro Internacional de la Shoá, tuve que decirles ‘no’ a los rusos porque de lo contrario tendría que pelearme con todos los demás. Tendríamos que cerrar el hotel, y anular las reservas de todos los demás diplomáticos que ya habían hecho las reservas para sus líderes. A Putin lo acompaña un grupo muy grande, y estaba claro que si yo lo hubiera recibido habría sido un verdadero golpe para todos los demás representantes: de Alemania, Italia, Francia, y de casas reales europeas. Y eso supondría que nuestro hotel iba a tener que pagar un precio importante frente a esos otros representantes por el daño que se iba a causar”.
P.: ¿Cómo reaccionó Putin?
R.: “Ellos entendieron la situación. Son personas inteligentes. No sé si se decepcionaron o no, pero al final se las arreglaron. Es muy posible que en otra ocasión vuelvan a nuestro hotel. ¿Tal vez ellos esperaban otra cosa de nosotros, o nos consideraron traidores o desleales? Espero que no. Ellos sabían que se habían dirigido a nosotros demasiado tarde”.
P.: El príncipe Carlos también estuvo en su hotel con motivo del Foro de la Shoá. ¿Cómo fue?
R.: “Yo lo recibí tres veces: en el funeral de Rabin y en el de Peres, y ahora en el Foro de la Shoá. Antes de que él viniera, se dirigió a mí alguien de los servicios de seguridad británicos, y me preguntó si podíamos recibir al príncipe. Le dije que sí, tras lo cual él empezó a explicarme lo que está permitido hacer y lo que no. Le dije que yo haría lo que es habitual en Israel, pero que colaboraría con él. Un buen día, el príncipe entró a pie al hotel. Antes había un estadio de fútbol al lado del hotel –el estadio del Beitar Jerusalén en el YMCA (la sigla en inglés de ‘Asociación Cristiana de Jóvenes’)–, y allí aterrizó con el helicóptero. Carlos me dio la mano, y después me puso la mano en el hombro. El muchacho de los servicios de seguridad británicos se me acercó, y me dijo emocionado: ‘¡Te dio la mano! ¡Te dio la mano!’ No lo podía creer. Se emocionó más que yo”.
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Trump pidió pastillas de Tic Tac
Trump pidió pastillas de Tic Tac
Trump pidió pastillas de Tic Tac
(Reuters)
P.: ¿Por qué es importante para usted recibir a este tipo de personajes, y a hacerlo de esa manera?
R.: “Es importante para el hotel, y eso muestra que le damos importancia a la visita. Si él no puede reunirse con un representante israelí y sacarse una foto con él en el mismísimo momento en el que llega –porque a veces estamos presionados en la puerta de entrada por motivos de seguridad–, entonces buscamos y encontramos una solución de compromiso y se hace la foto después. Eso fue lo que ocurrió con Trump, por ejemplo. Él no es una persona cálida ni abierta. No habló con nadie”.
P.: ¿Pero qué hizo?
R.: “Pidió pastillas Tic Tac de menta. Pero me resulta embarazoso contar este tipo de cosas”.
P.: ¿Quién tiene las exigencias más extremas en materia de seguridad?
R.: “El primer ministro de Israel. Sin duda. Después vienen los estadounidenses. Ellos vienen con instrucciones muy meticulosas, y no es imposible desviarse un milímetro a la derecha o a la izquierda. Se trata de las mayores exigencias en materia de seguridad”.
El evento al que vinieron más líderes en su momento fue el más trágico: el funeral de Rabin en 1995. “Yo estaba viendo el informativo, y sentí un tremendo shock. Después de algunos minutos me llamó por teléfono Martin Indyk, el entonces embajador de Estados Unidos en Israel, y me dijo: ‘Prepárate, Haim, el presidente vendrá al funeral’. Era la primera vez que Clinton iba a estar aquí. Debido a las circunstancias, no puedo decir que me alegré, pero estuvimos muy ocupados y le dedicamos mucho tiempo. Y en pocas horas llovieron las llamadas telefónicas, y todo se convirtió en un acontecimiento sin precedentes desde el punto de vista de la hotelería. En cuarenta y ocho horas vaciamos todo el hotel”.
P.: ¿Conoció usted a Rabin?
R.: “Conocí muy bien a Rabin cuando yo trabajaba en el Hotel Dan de Tel Aviv, y él era ministro de Defensa. Más allá del dolor nacional, yo me sentí angustiado personalmente. Solía sentarme con él a tomar un café en el lobby del Dan. Desde el punto de vista de la hotelería, el funeral de Rabin fue un reto importante porque no teníamos más remedio. Hicimos todo lo que pudimos. Fue un acontecimiento muy emocionante. Me acuerdo que yo estaba en la recepción, y a cada momento entraba y salía alguien. Era un lío total. De repente vi venir a dos hombres de aspecto extraordinario. Estaban vestidos de blanco, y con ropas árabes. Y me dije a mí mismo que no tenía ninguna reserva de ese tipo. ¿De dónde me cayeron? Corrí a la recepción, tomé dos llaves de dos habitaciones cualesquiera, y les dije a los empleados que les dieran esos cuartos”.
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Bill Clinton e Isaac Rabin
Bill Clinton e Isaac Rabin
Bill Clinton e Isaac Rabin en el Hotel King David
(Avi Ojaion, Oficina de Prensa del Gobierno de Israel)
Cuando el hotel no está “tomado” por delegaciones oficiales o por personajes famosos con exigencias extrañas, el King David es el refugio de turistas ricos del extranjero, cuyos problemas son mucho más comunes y corrientes: Desde peleas por sillas en la piscina hasta quejas por el desayuno. Shakedi se ocupa de cada cosa que surge con la seriedad más absoluta puesto que se trata de un hotel con mucho prestigio. Pero él ya es consciente de que no se puede satisfacer a todos. “Mire, viene un huésped en Pésaj, y no come pan”, señala como ejemplo. “El 90 por ciento de los huéspedes lo entienden. Pero cuando Pésaj coincide con Semana Santa, como el año pasado, es un problema. Un huésped no judío trajo al hotel el pan sagrado de la eucaristía que le habían dado en una iglesia, y lo abrió en mi comedor delante de trescientos huéspedes judíos. Enseguida se me acercó a los gritos otro huésped, judío, y me dijo: ‘Tu hotel no es kasher’. Entonces bajé, me dirigí al huésped cristiano y le dije: ‘Señor, seguramente usted no conoce las normas de kasher que existen en Israel. Pero en este país está prohibido mostrar pan en la Pascua judía’. Él también me gritó, y parecía que me quería matar. Y lo entiendo. Él había hecho un esfuerzo enorme para obtener el pan de la eucaristía del cura de la iglesia, ¿y quién era yo para decirle que no lo comiera en el comedor?”
P.: ¿Cómo terminó?
R.: “Le pedí de buenas maneras –diría que hubo asimismo una dosis de agresividad– que fuéramos a otra zona del hotel en la que podría llevar a cabo ese ritual. Le ofrecí un lugar pequeño, y después hubo que limpiarlo para que no quedara ni una miga de pan porque era Pésaj. Hay situaciones en las que hay conflictos entre los huéspedes, y eso es normal. Muchos huéspedes se enojan, por ejemplo, en los desayunos de los sábados. Un huésped, digamos, quiere una tortilla. Pero ¿cómo le puedo explicar a alguien de Oklahoma por qué no hay tortillas el sábado? Él no entiende cómo puede ser que la luz está encendida, y los ascensores funcionen, pero que no hay tortillas. Es muy complicado. Y ese mismo huésped, con todo el afecto que pueda sentir por el viejo Shakedi, escribirá cosas terrible sobre mí en Trip Advisor”.
Una de las cosas que caracterizan al director general de un buen hotel es que no se considere el centro porque lo principal es el huésped. Pero hay ocasiones en las que la realidad lo empuja al centro. Eso le ocurrió a Shakedi hace cuatro años, y las circunstancias no fueron agradables. En los medios de comunicación se publicó que Shakedi le había exigido a un coro de niños que estaban invitados a cantar para los empleados musulmanes del hotel que se quitaran el solideo (kipot) y que ocultaran las tsitsiot (los flecos del pequeño talit: especie de camiseta sin mangas o chal diminuto que llevan los judíos religiosos debajo de la ropa). Los religiosos de Israel se pusieron furiosos, y el asunto llegó hasta una comisión de la Knéset (Parlamento israelí). A Shakedi le dolió mucho. “Fue horrible. Yo no había dicho que se quitaran los solideos, y tampoco que ocultaran los flecos rituales ni los aladares (peot, en hebreo). Simplemente les dije que se pusieran un gorro tipo marinero para actuar. ¿Por qué me indignó esa historia? No era un acto cualquiera. Se trataba de un evento especial para los empleados musulmanes del hotel con motivo de una fiesta importante para ellos. Y yo no había criticado al coro. Por eso las reacciones me parecieron delirantes”.
P.: Y todo empeoró muy rápido.
R.: Al cabo de tres minutos, Israel estaba ardiendo. De este teléfono salía humo. En un momento me había convertido en el enemigo del pueblo. Y me dije: ‘Esto no me gusta nada, y pienso que no me lo merezco. Sin embargo, me odiaban. No eres culpable, y tienes que vivir con ese odio dirigido a ti’. Pero cuando el asunto llegó a la comisión de la Knéset, llamé por teléfono a un diputado que formaba parte de esa comisión, y le dije: ‘Deme tres minutos de su tiempo’. Él estuvo muy amable, me escuchó y me dijo: ‘Ahora entiendo que las cosas no son como dicen, ni corresponden a los gritos’. Y ése fue el final oficial del asunto, aunque muy a mi pesar no lo fue en los medios de comunicación. Fue uno de los peores momentos de mi historia profesional. Y lo curioso es que yo vengo de un medio religioso. Fui al Benei Akiva (un grupo de ortodoxos sionistas). Y decir que yo odiaba a los religiosos fue el máximo absurdo. Pero traerles a los empleados musulmanes del hotel un coro de niños dulces con grandes solideos tejidos a mano y con sus vistosos aladares a una fiesta musulmana, era como meterles un dedo en el ojo, digan lo que digan. Y diga la crítica lo que diga”.
Ese fue un ataque inesperado, pero no es que Shakedi no esté acostumbrado a las críticas, que suelen estar relacionadas con los precios. En plena temporada, la habitación más sencilla cuesta entre 700 y 800 dólares, y la suite más cara llega a los 6.000 o 7.000. Shakedi sabe que su público no es el turista israelí promedio. “El hotel es para los ricos que tienen dinero o que deciden destinar una parte a un buen hotel”, dice. “En Israel es muy caro mantener un hotel, y la gente nos critica. Cuando ven que pueden comprar un paquete con todo incluido a Turquía por lo que cuesta una noche en el King David, es normal que se enoje. Tampoco digo que no tengamos buenas ganancias”.
De todos modos, Shakedi piensa que para quien puede permitírselo, la inversión vale la pena. Ése es uno de los motivos por los que insiste en subrayar que el hotel no es “el lugar oficial en el que se hospedan los líderes”: ése es un honor que el hotel tiene que ganarse todos los días. “Lo que caracteriza a la hotelería cara más allá del producto físico es la necesidad casi obsesiva de responder a las expectativas de los huéspedes. Y en Israel ésa es una misión muy difícil. El King David no es el hotel oficial de los ricos y poderosos del mundo, como dicen. Esa no es la realidad. Es un negocio privado. Están los clientes, y son ellos quienes eligen el hotel. Tal vez se lo han recomendado y decidieron venir, pero no damos nada por sobreentendido. Uno tiene que demostrar que el prestigio es merecido”.
Y en general –explica– dirigir un hotel es una cuestión muy delicada y llena de riesgos, en especial en Israel. “Hay meses en los que el hotel funciona sólo al 50 por ciento de su capacidad”, dice. “Tres minutos después de que eliminaran al iraní Soleimani, hace unos dos meses, la Embajada de Estados Unidos advirtió a sus ciudadanos que no viajaran a esta zona. Poco después me llamó por teléfono un agente de viajes, y me dijo que un grupo grande de una universidad de Estados Unidos había anulado el viaje a Israel. Fueron 300.000 dólares que se borraron en una milésima de segundo”.
P.: Y ahora el turismo se ve afectado por el coronavirus.
R.: “En el pasado tuve un jefe inteligente que me dijo que se puede afrontar una guerra porque tiene comienzo y un fin. Pero es imposible afrontar las intifadas, y ahora el coronavirus, porque nadie tiene la menor idea de cuándo terminará. En los peores momentos de la intifada palestina, el hotel estaba vacío. Nadie quería venir a Israel. Cada hoja que se cae afecta el movimiento de turistas. Incluso las elecciones. Uno de los sectores de mercado importantes para nuestro hotel son las delegaciones oficiales, pero ahora no vienen porque no tienen con quién reunirse debido a las elecciones. ¿Con quién se van a reunir? ¿Con el ex primer ministro? ¿Con el próximo primer ministro? ¿Con quién?”
Ahora Shakedi se siente preparado para retirarse. Después de todos estos años, está un poco cansado.”Es el mejor trabajo del mundo, pero son doce horas al día, seis días a la semana. Hace cuarenta años que no paso en casa el séder de Pésaj (la cena de la Pascua Judía)”, afirma.
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