“Ahora hago unos 15 kilómetros en cada viaje, y nado unos 3 kilómetros regularmente dos veces a la semana”, relata orgullosa la adolescente. Y lo comenta poco antes de sumarse a una nueva travesía en bicicleta: “Viaje con las ruedas del amor”, que tuvo lugar hace pocos días y en el que los participantes pedalean y recorren grandes distancias.
Se trata de un trayecto en bicicleta que tiene lugar una vez al año, y constituye el evento benéfico deportivo internacional más complejo que hay en Israel, en el que participan cientos de ciclistas con discapacidades -y voluntarios- de este país y de otros lugares del mundo. Las verdaderas estrellas del recorrido son los niños del Hospital Alin, que han estado y aún están sometidos a rehabilitación, y logran, a pesar de todo, participar en el recorrido.
En el evento participaron unos 500 ciclistas, entre ellos niños con diversas limitaciones.
Ayala vino al mundo con un defecto de nacimiento que le causó discapacidad: “Tengo un problema llamado ‘PFFD’ [deficiencia focal femoral proximal, también conocida como deficiencia femoral congénita] en la pierna izquierda, que es más corta que la derecha. Y también un problema en la articulación de la cadera, y ausencia de ligamentos en la rodilla. Esto se vio cuando nací, y desde entonces me sometieron a unas diez cirugías, dos de ellas fueron cirugías para alargar la pierna, en la cual estiran el hueso por medio de un dispositivo".
“Cuando era una niña pequeña me ingresaban en una habitación alejada de las demás del Hospital Alin, a fin de no asustar a los otros niños con mis gritos. Porque yo gritaba con todas mis fuerzas a causa del dolor. Estuve con un dispositivo externo (tornillos y hierros que entraban y salían de la pierna)", relató la joven. "Como parte del tratamiento diario, por ejemplo, tenía que usar un destornillador especial cuatro veces al día para alargar la pierna y estirar los músculos y los tendones. Esto me causaba dolores terribles, que he padecido toda la vida”, agregó.
¿Cómo te pusiste en contacto con el mundo del ciclismo, y te encontraste sentada sobre una bicicleta y pedaleando con las manos?
Hace un año se produjo un enorme cambio en mi vida. Empecé a andar en bicicleta después de enterarme, por una fisioterapeuta, que existía esa posibilidad. En el primer momento en que me subí a la bicicleta… fue amor a primera vista. Todo está en la cabeza. No hay nada imposible. Desde entonces ando en bicicleta, y me asombro una y otra vez al ver lo que soy capaz de hacer con las manos, y hasta dónde puedo llegar aun sin utilizar las piernas.
¿Cómo es tu rutina?
Durante el día estoy en el colegio. Al mismo tiempo recibo tratamiento en el hospital, donde me tienen que someter a cirugías de rehabilitación para alargar la pierna. Después de cada operación de este tipo, tengo que hacer mucha fisioterapia e hidroterapia, entre tres y cuatro veces por semana, con objeto de estirar los músculos y los tendones.
He terminado por aceptar el hecho de que estos tratamientos son muy importantes y contribuyen a mantener la distancia entre las articulaciones. De modo que parte de mi rutina tiene lugar después de cada cirugía para alargar la pierna.
Además del sufrimiento físico, de los dolores en general, ¿qué otras dificultades conlleva todo esto?
La dificultad física suponía no poder moverme. Necesitaba la ayuda de mi familia porque en lugar de ser una niña que caminaba era una niña que tenía que pedir que la ayudaran en todo. Sin mencionar la dificultad emocional: las miradas de la gente que me veía con los hierros en la pierna. Algunas eran miradas de empatía, otras personas no reaccionaban, y el resto me miraba y se quedaba mirándome durante mucho tiempo.
¿Cómo incorporaste la afición al ciclismo en tu vida cotidiana?
Tengo tres entrenamientos por semana. Un entrenamiento en bicicleta una vez a la semana que dura dos horas (se trata de un recorrido de al menos 15 kilómetros). Además, tengo una práctica de fútbol en silla de ruedas. Y una o dos veces por semana hago natación paralímpica. Por cierto, la primera vez que fui a una competencia de natación gané el primer premio y me dieron una medalla de oro. Sólo entonces me di cuenta que era buena en eso. Yo no me permito dejar de hacer todo lo necesario: tratamientos, deporte y estudios.
¿Qué mensaje le transmitirías a otros niños con limitaciones físicas?
Si yo puedo, cualquiera puede. ¡Porque el cielo es el límite!
Ayala concluye diciendo: “Siento que el deporte ha contribuido mucho en mi vida. Me ha dado una gran seguridad en mí misma. Descubrí todo un mundo de actividades de las que yo disfruto enormemente".
La doctora Morit Beeri, directora del Hospital Alin, sostiene: “Aquí se alienta a los niños a incorporar el deporte en el proceso de rehabilitación. Y no sólo por la necesidad de fortalecer el cuerpo, sino también -incluso sobre todo- por la sensación de ser capaces que da a los niños, así como la sensación de pertenencia.